Wallbox se aferra al crecimiento del coche eléctrico para alcanzar la rentabilidad tras una década en pérdidas

“Si el mercado y nuestras ventas se siguen comportando como estos dos trimestres, alcanzaremos el break-even [umbral de rentabilidad] este año”. Esta es la previsión que hace, “con toda la prudencia del mundo”, Luis Cobas, director financiero de Wallbox, la compañía barcelonesa de cargadores para vehículos eléctricos que cotiza en Wall Street. De confirmarse, se trataría de una gran noticia, puesto que la compañía no ha sido rentable en sus diez años de vida.

Wallbox, una de las grandes esperanzas del nuevo industrialismo español, trata de estabilizarse después de años de crecimiento por encima de las expectativas, puesto que el mercado de la movilidad eléctrica no ha avanzado al ritmo previsto. En 2021 fue considerada unicornio: su capitalización superó los 1.470 millones de dólares tras debutar en la Bolsa de Nueva York, con un precio de salida de 9,49 dólares por acción. Hoy, sus acciones cotizan a 0,34 dólares (a cierre de este viernes) y su valoración ronda los 108 millones.

Con unas pérdidas acumuladas de más de 150 millones de euros solo en 2024 —sobre una facturación de 164 millones— y una deuda viva que se aproxima a los 200 millones, Wallbox ha entrado en una fase de repliegue forzado. Cerró la planta de Sant Andreu de la Barca (Barcelona), ha despedido a más de un tercio de su plantilla en un año —unos 300 empleados— en sus filiales de Alemania y EEUU y ha renegociado su préstamo sindicado con entidades como Santander, BBVA, CaixaBank o el ICO.

Todo ello mientras mantiene la esperanza de que la reactivación de la demanda de vehículos eléctricos, especialmente en mercados como el estadounidense, dé el empujón necesario para reconducir su futuro.

Una inyección pública y doce ampliaciones de capital

El Gobierno ha decidido implicarse directamente en esta travesía. Hace poco más de una semana inyectó 8,35 millones de euros a través de la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT), dependiente del Ministerio para la Transformación Digital. La participación de la que cubrió más de la mitad de la ampliación, de 15 millones de dólares, forma parte del fondo Next Tech y del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia vinculado a los fondos europeos.

No es la primera vez que la compañía catalana recibe respaldo público: ya obtuvo 6 millones de euros del PERTE VEC del Ministerio de Industria. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conoce bien la compañía; a mediados de febrero visitó las instalaciones de Barcelona.

Para sobrevivir a este entorno adverso, Wallabox ha recurrido repetidamente al mercado. En total, ha completado hasta 12 ampliaciones de capital desde 2021, sumando más de 370 millones, de los cuales 125 se han concentrado en los últimos dos años.

Los inversores privados siguen mostrando confianza. Iberdrola (a través de Perseo), Orilla Asset Management —la firma patrimonial del presidente de Gestamp, Francisco Riberas— y Enric Asunción (el consejero delegado y cofundador) han vuelto a acudir a la última ronda. También lo hizo Generac, fabricante estadounidense de generadores eléctricos, que se ha incorporado al consejo de administración.

“A corto plazo no necesitamos más capital si alcanzamos la rentabilidad y logramos generar caja; a largo plazo, no lo descartamos”, apunta el director financiero.

Los resultados del primer trimestre y las proyecciones para el segundo invitan a la esperanza. En los tres primeros meses de 2025, las pérdidas netas se redujeron a 18,4 millones de euros, frente a los 30 millones del mismo periodo del año anterior y a los casi 50 millones con que cerró el último tramo de 2024. Aun así, y pese a que el mercado norteamericano mantuvo un fuerte impulso, con un crecimiento del 142% respecto al mismo periodo del año anterior, los ingresos cayeron un 12,5% y el ebitda (beneficio bruto de explotación) sigue siendo negativo (-9 millones de euros).

Las perspectivas para el segundo trimestre de 2025 señalan ingresos entre 37 y 39 millones de euros, con un margen bruto similar y pérdidas, aunque menos.

En la presentación de los resultados trimestrales, hace un mes, Enric Asunción explicó que “el mercado de la movilidad eléctrica está dando señales de recuperación” y, “aunque mantenemos una visión prudente para el resto del año ante la incertidumbre económica, nuestro enfoque no cambia: ofrecer soluciones de carga de primer nivel que nos permitan seguir creciendo y una disciplina de costes estricta”.

“Esperamos un crecimiento más acentuado en la segunda mitad del año”, admite Cobas con la boca pequeña. Estados Unidos se mantiene como mercado prioritario, con un crecimiento del 41% en ingresos durante 2024 y un peso del 28% en la facturación total. La planta de Texas superó los 100.000 cargadores fabricados y comenzaron las preventas del Quasar 2, el nuevo cargador bidireccional desarrollado en colaboración con Kia.

Alemania es otro pilar, gracias a una legislación favorable al despliegue de puntos de carga rápida. Sin embargo, la ralentización global en la adopción del coche eléctrico —las ventas cayeron un 5,9% en 2024— amenaza con retrasar el ansiado punto de inflexión.

La paradoja del cargador sin coche

La evolución del sector dibuja una pescadilla que se muerde la cola: la expansión de una red de cargadores es condición necesaria para que el consumidor apueste por el coche eléctrico, pero sin ventas suficientes de estos vehículos, el negocio del cargador cojea. “El mercado ha decrecido, pero hemos sido capaces de gestionarlo”, defendió Asunción en la conferencia.

Esa tesis, sin embargo, choca con la realidad financiera. La compañía ha perdido más de lo que ha ingresado en casi todos sus ejercicios, y su supervivencia reciente se explica en gran parte por el capital captado en los mercados. Mientras algunos de sus competidores han quebrado, Wallbox ha confiado su reestructuración a Houlihan Lokey, firma especializada en fusiones, adquisiciones y refinanciaciones. Entre los posibles escenarios está la venta de activos o la entrada de un socio industrial.

En paralelo, la presión bursátil no da tregua. Desde noviembre de 2024, Wallbox ha estado en el radar de la Bolsa de Nueva York por cotizar por debajo de un dólar, lo que puede implicar su expulsión si no corrige la situación. Esta semana, los títulos cotizaban a 0,32 dólares. De ahí el inverso que el consejo ha propuesto a la junta de accionistas del próximo 30 de junio, con el objetivo de elevar el precio unitario de la acción y cumplir así con la normativa estadounidense y conservar la visibilidad que ofrece cotizar en Wall Street.

Un inverso o contrasplit es una operación financiera en la que una empresa reduce el número de sus acciones en circulación, agrupando varias acciones antiguas en una sola nueva, lo que aumenta proporcionalmente el precio por acción, pero no modifica el valor total de la empresa ni el capital social. Por ejemplo, en un split inverso 1:10, si un accionista tenía 1.000 acciones a 1 € cada una, tras el contrasplit tendría 100 acciones a 10 € cada una.

Rentabilidad como tabla de salvación

Más allá del simbolismo, alcanzar el en 2025 se ha convertido en una necesidad urgente. No solo para reforzar las cuentas anuales, sino también para convencer a los mercados y evitar una nueva ronda de financiación.

Wallbox fue fundada en 2015 en Barcelona por Enric Asunción y Eduard Castañeda, dos ingenieros apasionados por la innovación y la sostenibilidad, tras coincidir en una boda. Tuvieron la idea de crear cargadores para coches eléctricos que fueran inteligentes, bonitos y fáciles de usar, algo parecido a lo que Apple hizo con los móviles. Antes de fundar Wallbox, Asunción trabajó en Tesla desarrollando la red de recarga en Europa. Castañeda era científico en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y es el director de innovación.

Wallbox fue, durante un tiempo, la gran esperanza de la industria tecnológica española: una empresa nacida en Barcelona, con ambición global y producto propio. Hoy, su narrativa se enfrenta a una prueba de fuego. El “cuándo” del coche eléctrico ha resultado ser más lento de lo esperado. Y esa diferencia de ritmo ha hecho tambalear los pilares de un modelo empresarial que quizás se anticipó demasiado al futuro. Pero “la movilidad va hacia aquí, esta transición se acabará imponiendo” asegura Cobas.