Los deportistas veteranos van contracorriente. A medida que el tiempo avanza, ellos retroceden. Pero algunos, por tiempo indefinido, aunque siempre de modo provisional, logran ralentizar hasta detenerlo el declive precursor de la retirada.
Hace unos pocos días, casi simultáneamente, Simon Yates ganaba el Giro y Marcelinho Huertas le endosaba 39 puntos al Joventut en el primer partido del playoff de la ACB. Otro brasileño, Felipe Perrone, recién retirado, y con doble nacionalidad, reconsideraba su decisión al ser reclamado para entrar en la lista previa de la Selección de waterpolo, que prepara el próximo Mundial.
Por su parte, Griezmann renovaba por el Atlético hasta 2027 e Isco era llamado a filas por De la Fuente. Gente con peso, poso y solera. Yates tiene 32 años. Huertas, 42. Perrone, 39. Griezmann, 34. Isco, el de mayor edad de los convocados, 33, uno más que Morata. Por añadidura, Santi Cazorla, a los 40, ha llevado durante toda la temporada la batuta de un Real Oviedo que está luchando por el ascenso.
A mayor abundamiento, Marcelinho ha sido elegido MVP de la temporada de la Liga ACB, con otro «carcamal» en segundo lugar: Ante Tomic, de 38 años. En la alabanza general hemos incluido a un Griezmann más cercano al homenaje nostálgico que al aplauso vigente. En su caso, la sombra ya ocupa más espacio que el cuerpo. De todas formas, su renovación por dos temporadas en lugar de una, que sería lo lógico, no deja de suponer por parte del club un gesto de confianza tanto como de gratitud.
Por esas mismas fechas contrastaron tamaños ejemplares otoñales con el primaveral Lamine Yamal (17), renovado por un dineral del que el Barça carece. Otra muestra de ilusionismo financiero del «mago» Laporta, un David Copperfield de pacotilla. No se comprende cómo se le permite que le funcionen los torpes trucos con toda la tramoya de cartón a la vista. Puede que lo sepan en Waterloo.
El Madrid ya tiene a su «Lamine» en los, también, 17 años de Franco Mastantuono, que ha firmado, como Yamal, hasta 2031. En una decisión técnica y también psicológica, Florentino ficha cada vez con más frecuencia a futbolistas de la edad de sus nietos. Son su segunda familia, a través de la cual prolongarse. Los años pasan para el club, pero las plantillas reponen sin cesar su lozanía. El presidente y los aficionados beben en ellas el elixir de la eterna juventud.
Pero no engañan al tiempo, que nos devora a todos, incluso a los madridistas. Lamine y Mastantuono, pipiolos gemelos, serán también veteranos un día, antes de abandonar la escena en tránsito imparable hacia la vejez física y sus estragos. Preludio a su vez de un último, definitivo viaje con gratuito billete de regreso a la vacía estación de origen.
Pero hoy, en el centro embriagador de su fama y su éxito, tan cerca todavía de la infancia, felices en su Disneylandia particular, no piensan en nada de eso. Ni en por qué han sido bendecidos por el azar en forma de habilidad con el balón, un objeto que ni mejora ni redime al mundo: sólo lo divierte. No reparan en que perderán la juventud, sus dones y privilegios. Gozosos, despreocupados, se limitan a exhibirla y disfrutarla.