Valenciana, los diez años de Zaplana explicados a los niños (***)

En ‘La ciudad de la euforia‘, Rodrigo Terrasa cuenta que hubo un tiempo en Valencia en el que era difícil hablar (y mucho menos discutir) por la sencilla razón de que la boca estaba siempre llena de canapés. También recuerda que en ese mismo periodo la justicia iba lenta mientras el partido en el gobierno (el PP) circulaba en Ferrari. La corrupción, se decía entre codazos cómplices, es como la paella, que se hace en todas partes, pero en ningún sitio tan sabrosa como en Valencia. De todo esto trata Valenciana, la película de Jordi Núñez que, a su modo, recupera para el cine español lo que va camino de convertirse en género propio. Tras El reino, de Rodrigo Sorogoyen, y B, de David Ilundain, ahora es el turno para una nueva adaptación de una obra de Jordi Casanovas (la última, la basada en el juicio a Bárcenas, también lo era) a vueltas con la segunda letra del abecedario: caja B, Bigotes, Bárcenas y, ahora, Benidorm.

En justicia, Valenciana no trata de la corrupción. O no solamente. En clave de fábula tragicómica desmedida, Núñez propone la historia de tres amigas localizada en unos años 90 tan pendientes del presente que descuidaron no solo el futuro sino las más elementales normas de urbanidad. Àngela Cervantes, Tania Fortea y Conchi Espejo dan vida, por orden, al último baluarte y fan de una Ruta del Bakalao al borde de su propio abismo; a una periodista enfrentada al nacimiento de la telerrealidad tan cerca de la simple telebasura con el tratamiento del caso de las niñas de Alcàsser como referente, y a la jefa de prensa del político de la época más familiarizado con la paella de antes.

Lo cierto es que alrededor de cada uno de los fracasos que encarnan las tres protagonistas con una precisión desusada, no es complicado reconocer con nombres y apellidos a las estrellas del momento, las estrellas de aquel momento de euforia, canapés y ferraris. No figuran los nombres, pero en cada gesto y declaración del personaje encarnado por el actor Fernando Guallar no cuesta reconocer, aunque solo sea como inspiración (y, de paso, escarnio), al que fuera alcalde de Benidorm primero para ser todo lo demás después. Hablamos de Eduardo Zaplana. De la misma manera que por allí aparecen sin nombre la todopoderosa directora de Las Provincias o la presentadora Nieves Herrero o surgen casi perfectos y transfigurados en esperpentos tanto el programa infantil A la Babalà como el propio Canal 9 ahora llamado Tele 9.

Valenciana aspira a reconstruir aquel tiempo, pero no como lo haría ni un reportaje periodístico o, desde el lado contrario, una parodia desaforada. Aunque algo haya de las dos cosas. En verdad, y ahí su valor, lo que importa no es tanto el qué como el cómo; es decir, lo relevante es el retrato de las formas tan machistas como misóginas, tan burdas como exageradamente felices, tan zafias como reconocibles antes y ahora. Pero no solo eso, a su modo Valenciana es también una película sobre el duelo, sobre la pérdida, sobre las esperanzas que se abandonan y, llegado el caso, sobre el reconocimiento de la soledad. Habla de la pérdida de la inocencia no solo de tres mujeres sino de todos nosotros, de un país entero.

El resultado es una película tan febril como irregular, exagerada y entusiasta a la vez. Conscientemente salvaje (torpe sin duda), pero siempre oportuna. Su mayor virtud es también su mayor condena: le pueden las ganas de decirlo todo, denunciarlo todo, gritarlo todo… y con la boca llena.

Dirección: Jordi Núñez. Intérpretes: Àngela Cervantes, Tania Fortea, Conchi Espejo, Fernando Guallar, Sandra Cervera. Duración: 101 minutos. Nacionalidad: España,