Michail nació en una república de Asia Central que no ha querido concretar. Llegó a Ucrania cuando el grupo Wagner ya había empezado a retirarse de Bajmut. Después del motín que lideró Yevgueni Prigozhin, su unidad cruzó la frontera hacia Bielorrusia. Allí firmó un contrato con el Ministerio de Defensa ruso a cambio de obtener la ciudadanía. El ejército lo trasladó poco después a Rusia y lo colocó en una unidad regular desplegada en la región de Kursk, con el encargo de frenar el avance ucraniano. En esa zona empezó a abrir los ojos y acabó desertando.
En una entrevista publicada en Armyweb, Michail explicó que no participó en ningún combate y que, desde el principio, notó cómo se venía abajo la moral del grupo. “Todos sabían que esta guerra era una mierda y a todos les tocaba los cojones”, resumió. Aseguró que la imagen que los rusos ven en la televisión no tiene nada que ver con lo que ocurre en el frente. “Una vez vimos en la tele que nuestra unidad había echado a los ucranianos del pueblo, pero nosotros seguíamos en la misma trinchera y el pueblo seguía bajo su control. No entendíamos nada.”
Denunció una corrupción masiva dentro del ejército. En su entorno encontró “drogas, alcohol y trapicheos a lo bestia”. Afirmó que todo se trafica, desde el combustible hasta el material militar. “Teníamos un BVP que no se movía, estaba reventado. Pero en los papeles lo ponían como operativo. Cada día el oficial al mando le apuntaba 60 litros de gasoil que luego vendía por su cuenta. Así con todo. ¿Dónde acaba ese dinero? No hace falta ser el más listo de la clase para darse cuenta.”
Michail vio cómo sus compañeros acumulaban meses y meses sin volver a casa. Algunos llevaban en el frente desde 2022 y solo habían podido visitar a sus familias una vez. “Estaban agotados, desmotivados. Cada día desertaba alguien o no volvía de permiso. Al final, el mando decidió no dar más permisos para evitar que la gente se escapase.”
Desertó en noviembre de 2024, después de pasar tres meses en Kursk. “Me di cuenta de que todo lo que dicen los políticos y la televisión es mentira. Ahí entendí lo que era de verdad esta guerra. Fui imbécil por creer en la versión rusa. Lo peor era estar en la posición, ver las mentiras en el móvil y no poder hacer nada. Nos cabreaba muchísimo.”
No se lo pensó más. Se partió un diente, sobornó al dentista para que le firmase cuatro días de descanso y buscó un taxista dispuesto a colaborar. El conductor lo llevó hasta Volgogrado, donde compró un billete a Moscú. En la capital, usó su antiguo pasaporte —no ruso— para comprar otro vuelo y salió del país. Armyweb no ha revelado su ubicación actual por motivos de seguridad.
Después de agotar a los combatientes de etnias rusas no eslavas, como los buriatos, el Kremlin se centró en reclutar soldados en países de Asia Central como Kirguistán, Tayikistán o Kazajistán. El idioma no supone una barrera, porque muchos hablan ruso, y el mando los envía directamente al frente. Cuando mueren, sus familias lo tienen muy difícil para reclamar indemnizaciones o exigir justicia.