Ucrania resuelve el mayor problema matemático de la defensa moderna gracias a un caza alemán de la década de los 70

Los cañones antiaéreos autopropulsados Gepard, diseñados en la Alemania Occidental durante la Guerra Fría, parecían condenados al desguace. Sin embargo, ante la presión sostenida de los ataques con drones Shahed, Kiev ha redescubierto en estos blindados de los años setenta una solución rentable, precisa y resistente. Lo que empezó como una medida provisional se ha consolidado como una de las piezas más eficaces del escudo antiaéreo ucraniano, según ha publicado Euromaidan Press.

Cada unidad Gepard va equipada con dos cañones Oerlikon de 35 milímetros guiados por radar. Su cadencia de tiro y la densidad de proyectiles permiten formar verdaderas “nubes de fuego”, tal como explicó un ingeniero ucraniano especializado en defensa aérea, conocido por el apodo de Alchemist. “Un Gepard alemán con cañones dobles de 35 milímetros llegó a abatir varios drones con una sola ráfaga”, añadió. El resultado, más allá del impacto táctico, tiene una lectura económica de primer orden: el coste de derribar un Shahed con este sistema se estima en apenas unos miles de dólares, frente a los cientos de miles que cuesta un misil tierra-aire convencional.

Las cifras de los últimos ataques explican la magnitud del desafío. Solo en tres fechas de julio, Moscú lanzó más de 1.500 Shaheds y señuelos sobre el territorio ucraniano. El día 4 fueron 539, de los cuales 268 fueron abatidos y otros 208 desviados mediante sistemas de interferencia. El resto impactó. El día 10 se repitió la ofensiva con 397 drones. El 12 llegaron 597. Aunque la mayoría se derribó o desvió, una veintena logró alcanzar su objetivo en cada caso, causando daños en edificios y víctimas civiles.

Rentabilidad frente a saturación

La lógica detrás de esta apuesta tiene que ver con lo que algunos analistas llaman “el problema matemático de la defensa moderna”: cómo neutralizar un ataque masivo de drones que cuestan entre 50.000 y 150.000 dólares cada uno, sin agotar en semanas un arsenal de misiles valorados en cifras hasta diez veces superiores. Mientras Rusia lanza enjambres de Shaheds —propulsados por hélices, guiados por satélite y cargados con hasta 90 kilos de explosivos— Ucrania se ve forzada a seleccionar con cuidado qué proyectil utiliza y contra qué objetivo.

Desde el primer uso de los Shahed en 2022, Rusia ha lanzado más de 29.000 aparatos contra Ucrania. La prioridad del mando ucraniano, según reconoció Taras Tymochko, portavoz de la fundación Come Back Alive, pasa por “derrotar a estos drones kamikazes”. No solo por su capacidad destructiva, sino porque agotan de forma progresiva los sistemas de defensa más sofisticados. Ni los misiles Patriot estadounidenses ni los LMM británicos pueden mantener ese ritmo sin comprometer sus reservas.

En cambio, los casi 80 Gepards y los Cheetah (modelos idénticos adquiridos de Jordania) permiten mantener una respuesta sostenida. Alemania ha reactivado la producción de munición específica para ellos y ya ha financiado más de 480.000 proyectiles. Cada uno pesa kilo y medio, y basta una pequeña ráfaga para abatir un Shahed.

Ucrania no puede permitirse gastar medio millón por cada dron derribado. Por eso, mientras sigan llegando Shaheds, el Gepard seguirá disparando.