Donald Trump ha anunciado este miércoles que el acuerdo con China cerrado en Londres tras 20 horas de negociaciones recoge que EEUU imponga aranceles del 55% y Pekín, del 10%. Según el presidente de EEUU, y a falta de que se conozca el contenido del acuerdo, “China suministrará por adelantado todos los imanes y las tierras raras necesarias”.
El acuerdo, si efectivamente se confirma, supondría que EEUU carga más gravámenes a China de los acordados en mayo en las negociaciones de Ginebra. En el pacto entre las dos partes alcanzado en mayo en Suiza, EEUU y China acordaron rebajar los aranceles durante 90 días un total 115 puntos cada una, por lo que los gravámenes a las importaciones chinas a EEUU eran del 30% y a los productos estadounidenses que lleguen a China, del 10%
El acuerdo de esta semana puede representar una tregua en la guerra comercial iniciada en abril, cuando el presidente Donald Trump anunció aranceles a la mayor parte de los socios comerciales de Estados Unidos y los fue aumentando progresivamente en el caso de China. Washington llegó a aplicar a las importaciones chinas un arancel del 145% (incluido un arancel del 20% para frenar las importaciones de fentanilo a Estados Unidos) y Pekín respondió con aranceles del 125% sobre las importaciones estadounidenses.
“El acuerdo con China está cerrado”, ha dicho Trump, “sujeto a la aprobación final del presidente Xi y mía”.
Según el presidente de EEUU, “China suministrará todos los imanes y tierras raras necesarias. Del mismo modo, nosotros proporcionaremos a China lo que se acordó, incluyendo que los estudiantes chinos utilicen nuestras universidades y facultades”
“Nosotros obtenemos un total del 55% de los aranceles, China obtendrá el 10% ¡La relación es excelente!”, zanja Trump.
En estas últimas semanas, las tierras raras se habían convertido en un nuevo foco de tensión. EEUU acusaba a China de incumplir su promesa de flexibilizar los controles a la exportación de estos metales clave para la fabricación de tecnología avanzada.
Además, la Administración Trump decidió suspender ventas a China de tecnologías críticas fabricadas en Estados Unidos, entre ellas aquellas relacionadas con motores a reacción, semiconductores y productos químicos específicos.
Pekín, por su parte, se mostraba molesto por las nuevas restricciones estadounidenses a la venta de software de diseño de chips y por los planes de revocar visados a estudiantes chinos.