Tanto tiempo después, sigue siendo un lujo conversar con Toni Nadal (Manacor, 1961). Su discurso generoso y templado se encuentra a una distancia sideral de la premura y la vacuidad imperantes a la hora de abordar a profesionales del deporte. Atiende a este periódico en conversación telefónica desde Mallorca.
- ¿En algún momento Rafael pensó que podía seguir más tiempo en activo?
- Él se acostumbró a que aun teniendo problemas podría conseguir que las cosas volvieran por su cauce. Tuvo muchas lesiones, parecía que no se recuperaba y volvió a jugar. Ha seguido esperando a ver si pasaba lo mismo. En esta ocasión no sucedió. A todos nos cuesta dejar aquello que hemos hecho, sobre todo si uno ha tenido éxito.
- En esa superación constante, algún mérito le cabe a usted.
- No mucho. Distinto es que como formación personal, ya no sólo profesional, traté de transmitirle que uno tiene que aprender a sufrir. Lo decía San Agustín: «Es malo sufrir; es muy bueno haber sufrido». Eso lo sabemos todos, aunque hoy no se quiera aplicar. Durante años le ayudó entrenar de manera dura, pero es un mérito suyo. Es fácil decirlo, lo difícil es aplicarlo.
- Ya que cita a San Agustín, déjeme recordarle esta reflexión de Séneca, también próxima a su forma de entender la vida: «Aprendamos a aumentar la continencia, a enfrentar la demasía, a templar la gula, a mitigar la ira».
- Creo que es el camino más fácil no sólo para alcanzar grandes metas, sino sobre todo para ser feliz. Todo lo que tú no haces con control a la larga es contraproducente y es difícil que te aporte satisfacción. Yo le decía a Rafael: «Es muy difícil controlar la pelota si no eres capaz de controlar tu voluntad». No es fácil. Somos incapaces de hacer siempre aquello que nos conviene. Si siguiéramos a Séneca nos iría mejor.
- Ahora mismo no abundan conductas edificantes en el tenis. Vimos el otro día el espectáculo de Medvedev en Turín. El propio Alcaraz en alguna ocasión arroja la raqueta.
- Siempre ha habido gente que hacía cosas extrañas en la pista. Toda la vida. Hoy en día se tiende a que uno tiene que demostrar sus emociones y que no importa más que uno mismo. Antes, aguantar, ser discreto, comedido, funcionaba. Ahora vivimos en un mundo en el que tenemos a hacer todo lo que queremos. Lo principal es pasarlo bien y esto te lleva en muchas ocasiones a una falta de autocontrol.
- Y también ese gesto de llevarse la mano al oído para que uno le aplaudan, cada vez más común.
- A mí no me gusta nada. Cuando Federer hacía un gran punto, levantaba el dedo pulgar hacia arriba estirando el brazo y bajaba la cabeza. Nunca miraba al público. Rafael hacía el gesto de pasión, de fuerza. Particularmente a mí no me gustan demostraciones del tipo que me comenta, pero se han puesto de moda y lo hace mucha gente. Si lo hubiera hecho Rafael cuando estaba conmigo, le hubiera dicho: «¡Ostras! Mira de no hacerlo!».
- Quizás por esas reacciones de Federer y Nadal muchos aficionados les guardan más aprecio que a Djokovic, aunque éste haya completado una carrera más brillante.
- Hay jugadores que por sus méritos deportivos van más allá de su deporte específico, como Djokovic. Pero hay otros que por su forma de ganar van más allá del deporte. Eso es lo que pasa con Federer y Rafael, porque la vida no es sólo ganar sino cómo ganas. Ambos se han ganado un respeto superior.
- Dijo su sobrino: «Mi tío es una persona muy especial, que piensa mucho y que dice cosas que no son habituales. Hay que hacerle caso».
- No soy para nada un tipo especial. Es verdad que acostumbro a meditar mucho las cosas y a veces tengo una visión diferente de la mayoría.
- Al final no podrá estar en la despedida de Rafael…
- Si llegan al domingo, sí. Tengo trabajo toda la semana y me es imposible estar. Voy a Roma y cuando regreso he de ir a diferentes sitios.
- ¿Cómo fue el traspaso de poderes a Carlos Moyà cuando dejó de entrenar a Rafael?
- Yo le entrenaba junto a Francis Roig. En un momento dado se incorporó Carlos Moyà y yo entendí que mi aportación ya no era muy importante. Creí que era bueno irme y por eso me fui.
- ¿Cuál fue el momento más difícil?
- La primera lesión, la del pie, al principio de su carrera. Nos pintaron la situación bastante negra. Pero yo nunca esperé una vida fácil, sabía a lo que se tenía que enfrentar Rafael si quería llegar muy arriba. Entendí que la adversidad formaba parte de la vida. Al final tuvo muchas lesiones, pero siempre le decía: «No nos quejemos, que la vida nos ha tratado mucho mejor de lo que esperábamos y merecíamos». Hay mucha gente que lo pasa mal, gente dedicada, que se esfuerza y a la que las cosas no le salen. El pie, la rodilla… Pero tuvo una compensación muy elevada y sería de desagradecidos quejarse.
- Siempre le ha llamado Rafael.
- Rafa casi lo encuentro como el nombre artístico. Ni yo ni nadie en nuestra familia le hemos llamado nunca Rafa.
- Dijo usted sobre él: «Cuando un árbol se ha torcido es difícil enderezarlo, pero desde niño tuvo una educación como las de antes: conoce unas normas que debe respetar».
- Rafael siempre se dejó aconsejar y estuvo dispuesto a obedecer. Sus padres le encaminaron bien. Era el número 2 del mundo y tenía hora de llegar a casa. Yo a veces le decía a mi hermano: «Cuando está por el mundo llega cuando quiere». Y él me respondía: «Cuando está en casa el que manda soy yo». La educación es fundamental, no sólo para que alguien llegue a ser un gran jugador, aunque veamos a mucha gente sin educación que lo es. Es fundamental para ir bien por la vida.
- Nunca necesitó un psicólogo…
- La labor de un entrenador no es sólo indicarle cómo puede mejorar el ‘drive’ y el revés. No es decir las cosas, sino cómo las dices y cuando las dices. Los psicólogos tienen un conocimiento superior de la mente, pero el entrenador, si es capaz, conoce mejor al jugador y conoce el tenis. Para jugar, cuando uno acepta que la pelota puede ir fuera y que todo el mundo se pone nervioso… Si uno lo acepta bien… Hay gente que necesitará una ayuda extra, pero él no.
- Le pregunté por el peor recuerdo. ¿Cuál ha sido el mejor?
- A nivel de Rafael, la primera victoria en Roland Garros, el primer Wimbledon, la Copa Davis de Sevilla… Personalmente, los mejores momentos los viví en el Club Tenis Manacor, cuando intentábamos mejorar el ‘drive’ o el revés, o el saque, cuando Rafael era pequeño y teníamos la ilusión de que llegara a ser un gran jugador.