Sumar y los territorios: un problema cíclico para la izquierda

El pleno del miércoles en el Congreso enseñó los efectos de la última crisis de Sumar. La diputada de Compromís Àgueda Micó, cambió su ubicación en el hemiciclo y subió a la tribuna a hablar unos minutos pero ya como parte del Grupo Mixto y no de la coalición plurinacional. La salida de la dirigente valencianista es una muestra más de las tensiones que han tenido durante esta legislatura las fuerzas de la izquierda estatal y las de corte más territorial, pero habla también de un problema que arrastra desde hace mucho tiempo ese espacio político.

La salida de Micó supuso un nuevo golpe para Sumar en las últimas semanas, precisamente en un momento de clara debilidad del Gobierno por el caso de corrupción que afecta al exdirigente socialista Santos Cerdán. Pero la coalición plurinacional consiguió evitar un agujero mayor después de que la asamblea de Més per Mallorca, otra de las formaciones que integran la coalición, pospusiera unas semanas su debate para salir también del grupo hacia el Mixto. El diputado de Chunta Aragonesista, Jorge Pueyo, también amagó en las últimas semanas con una salida.

En los debates en el seno de esos partidos sobre su permanencia o no en Sumar ha impactado de lleno el caso de corrupción que afecta al PSOE, pero hay motivos más profundos que tienen que ver con las estrategias a largo plazo y la identidad de proyectos políticos de izquierdas, pero apegados al territorio, con sensibilidades en su interior de carácter soberanista.

Esas tensiones internas, de hecho, marcaron los debates que las diferentes organizaciones tuvieron en las últimas semanas a la hora de decidir sobre su salida de Sumar. En Compromís, por ejemplo, la discusión terminó en una división total. Micó, que pertenece a la rama de Més-Compromís, de corte más soberanista, apostó por salir, mientras que el diputado de Iniciativa-Compromís, Alberto Ibáñez, decidió quedarse en el grupo plurinacional.

En el debate de Més per Mallorca, las diferencias internas existentes también colisionaron en la asamblea que la coalición celebró a finales de junio, pero en esta ocasión la discusión se saldó con unas tablas. Lluis Apesteguia, el coordinador del partido, explicó que al no alcanzarse los dos tercios de mayoría necesarios, se tuvo que posponer la misma hasta una nueva asamblea que tendrá lugar “en las próximas semanas”, aunque es probable que la discusión no se vuelva a abordar ya hasta septiembre.

La crisis con Compromís saltó después de que la dirección de Sumar decidiera no registrar la lista de comparecientes para la comisión de investigación de la DANA que había diseñado la coalición valenciana y que contenía un gran problema para el grupo que presidente Yolanda Díaz: la citación del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Aquel choque provocó que Micó lanzara un órdago a Sumar para cambiar el funcionamiento del grupo de forma radical, con mayor independencia a la hora de presentar iniciativas parlamentarias y un mejor reparto de los tiempos de intervención de los diputados de cada formación política. En Més per Mallorca también señalaban los problemas que han tenido desde el principio para que Sumar apueste de forma más decidida por la agenda de la izquierda balear.

El eje estatal-territorial ha marcado en realidad el funcionamiento de Sumar desde el principio de la legislatura. La dirección del grupo parlamentario decidió por ejemplo al inicio otorgar portavocías adjuntas a las formaciones de las autonomías, a Catalunya en Comú, a Compromís y una última rotatoria entre Més y CHA. Aquella decisión provocó en aquel momento un fuerte choque con los partidos perjudicados, esta vez de corte estatal, como Izquierda Unida y Podemos. La formación de Ione Belarra terminó saliéndose del grupo parlamentario entre acusaciones a Sumar de haberles negado su autonomía política dentro del espacio.

Para el diseño de las listas de las elecciones generales del 23J, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, se propuso una hazaña complicada, la de reunir en una misma candidatura a todas las formaciones de izquierda (no independentista) de todo el país, una coalición que terminó integrando a 15 partidos. El pacto se logró in extremis pero con una importante cantidad de heridas por el camino que demostraron la fragilidad de aquella coalición, que no tardó en traducirse en choques y salidas.

Además de la salida de Podemos, por motivos mucho más complejos, en los primeros meses de la coalición Sumar perdió a Drago Canarias. Esa salida tuvo un importante valor simbólico, puesto que su fundador, Alberto Rodríguez, había lanzado esa formación tras abandonar Podemos y había encontrado en Yolanda Díaz una aliada estratégica. La amistad política no duró mucho y en diciembre, después de varios roces, la formación canaria, que el 23J no consiguió diputado en el Congreso, decidió explorar otras alianzas de cara al futuro.

“Resulta imposible obviar que las continuas decisiones y enfoques políticos centrados en una disputa de carácter estatal laminan la credibilidad de cualquier proyecto plurinacional. Un ejercicio de responsabilidad pasaría, por ejemplo, por priorizar las diferentes realidades nacionales, al menos para quiénes realmente han defendido el concepto de plurinacionalidad y respeto a las formaciones progresistas con radicación territorial”, escribió la asamblea en un comunicado.

Entre las razones que adujeron, había críticas a los acuerdos de Gobierno entre PSOE y Sumar, que a su juicio representaban claras “asimetrías territoriales” y concentración de poder. También reprochaban a Sumar el intento de crear una formación política aglutinadora del resto “dejando entrever un método de funcionamiento centralizado, homogeneizador y que parece estar imbricado en el ADN de las fuerzas estatales”.

Sin que se haya producido una ruptura formal, en los últimos meses también ha habido tensiones con Iniciativa del Pueblo Andaluz, que apostó por participar en la construcción de una formación estatal más amplia, como Díaz planeaba en un primer momento, pero que ha quedado descolgada de las reuniones que las formaciones de la coalición han celebrado en los meses posteriores, tras el fracaso de aquel proyecto.

“Como es conocido por la coalición, nuestra organización ha pedido en reiteradas veces, participación en el Grupo Parlamentario. En varias ocasiones la respuesta ha sido la ignorancia y en otras ha sido negativa, hasta el punto de que se ha pretendido resolver el asunto, mediante una fórmula, aún inédita, de formar parte de una mesa de partidos que propone Movimiento Sumar”, lamentan los andalucistas en una carta remitida el pasado viernes a Sumar para hacer una valoración sobre la situación tras el caso de Santos Cerdán. En ella piden incorporarse a la mesa de partidos que se ha convocado en los últimos meses en varias ocasiones o, en su lugar, considerar el grupo parlamentario como el órgano de toma de decisiones de la acción política de la coalición y en ese caso nombrar a una persona del partido como representante en esta instancia.

“Andalucía tiene cinco diputados en el grupo y ni siquiera tiene una portavocía aunque sea compatida”, lamenta José Antonio Jiménez, de IPA, que lamenta que el concepto de plurinacionalidad haya sido más bien un “maquillaje”. “Lo plurinacional ha sido en realidad maquillaje porque se ha tratado de negociar con grupos plurinacionales ya consolidados. Nosotros no teníamos esa presencia inicial y no les ha parecido oportuno que formáramos parte de la dirección del grupo parlamentario”, denuncia.

Sumar ha tratado en las últimas semanas de conciliar los intereses de todas estas formaciones, con una negociación para dar más voz a todos los partidos y permitir incluso que puedan formular preguntas orales al Gobierno. En la comparecencia de Sánchez sobre el caso de corrupción en el Congreso, la dirección del grupo repartió los tiempos de intervención entre Yolanda Díaz, que formuló la primera respuesta y para el segundo turno entre los diputados de Compromís y Més per Mallorca.

Una tensión recurrente en la izquierda

Pero estas tensiones van mucho más allá en el tiempo. Podemos enfrentó este problema en innumerables ocasiones prácticamente desde su inicio. Concebido como una herramienta estatal, la formación lidió con numerosas dificultades para establecer estructuras fuertes en los territorios, especialmente cuando los resultados electorales empezaron a resentirse. En sus primeras elecciones municipales, de hecho, Podemos optó por integrarse en las candidaturas populares que habían nacido en aquellos años en lugar de concurrir con su propia marca.

Podemos tuvo grandes problemas a nivel orgánico para controlar a sus direcciones territoriales, especialmente en los primeros años. En las primarias autonómicas que se fueron celebrando ganaron posiciones que no siempre estaban alineadas con Madrid, lo que a la postre supuso fuertes enfrentamientos que incluso acabaron en rupturas.

Ese fue el caso de Teresa Rodríguez en Andalucía. La dirigente de la corriente de Anticapitalistas acabó separando sus caminos de Podemos y lanzando una formación propia andalucistas, Adelante Andalucía, que hoy tiene dos escaños en el Parlamento andaluz.

Todas las tensiones que se repitieron en diferentes puntos del mapa terminaron convirtiendo la figura del secretario de Organización del partido en uno de los puestos más difíciles y delicados. En apenas diez años han pasado por ese cargo seis personas diferentes. Podemos también tuvo problemas para la gestión de las confluencias con las formaciones territoriales que buscó integrar para sus candidaturas al Congreso. Compromís de hecho, tras las generales de 2015, acabó recalando en el Grupo Mixto incluso antes de que arrancase formalmente la legislatura.

Las tensiones de la izquierda con las sensibilidades territoriales tienen una conexión prácticamente directa con la realidad plurinacional del país, lo que explica el auge de las formaciones de izquierda independentista que hoy en Galicia, Euskadi o Catalunya se han convertido prácticamente en hegemónicas dentro del electorado progresista.

Hace apenas unos días, en una entrevista en El Intermedio, el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, quiso llevar la apuesta mucho más allá y llegó a proponer una candidatura de todas las izquierdas, también las independentistas. “Debería haber un espacio en la izquierda del PSOE para conformar un espacio federal confederal que respete las naciones sin estado y haga un discurso inequívocamente social”, dijo. “Se debería intentar, tenemos mucho más en común que en contra BNG, EH Bildu, Compromís, ERC, lo que se venga a llamar Sumar, Podemos… Si no lo hacemos nos van a matar por separado”, concluyó.