Rusia vuelve a mostrar su arsenal nuclear y un investigador alerta: «Ahí es cuando la amenaza se vuelve real»

Las advertencias del Kremlin sobre el posible uso de armas nucleares se han vuelto una constante desde el inicio de la invasión a Ucrania. Sin embargo, su efectividad parece haber disminuido con el tiempo. Así lo plantea Ryhor Nizhnikau, investigador principal del Instituto de Política Exterior, quien considera que Moscú ha abusado del recurso de las “líneas rojas”, hasta el punto de desgastar su credibilidad.

“Recuerda a las amenazas de (el expresidente estadounidense) Barack Obama sobre Siria, que nunca se materializaron y que Rusia aprovechó para ridiculizar”, afirma Nizhnikau.

Esta semana, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, reiteró que la nueva doctrina nuclear rusa —actualizada a finales de 2024— autoriza el uso de armamento nuclear contra países no nucleares si cuentan con apoyo de potencias con arsenal atómico. Un claro mensaje a Occidente, que sigue respaldando militarmente a Ucrania.

Actualmente, Rusia cuenta con 4.309 armas nucleares operativas, según datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), situándose como la principal potencia nuclear. Le siguen Estados Unidos, con 3.700, y muy por detrás China (600), Reino Unido (225) y Francia (290). Todos, salvo China, han apoyado con armas al ejército ucraniano.

Pese al tono agresivo de Moscú, Nizhnikau cree que estas amenazas tienen más de gesto simbólico que de intención real. «Para Rusia, el arma nuclear es un instrumento de intimidación, no algo que planean usar en lo inmediato. Su objetivo es sembrar miedo, no pulsar el botón», explica.

Desde su punto de vista, esta estrategia de disuasión también refleja el estilo de liderazgo de Vladímir Putin: advertencias reiteradas, insinuaciones ambiguas y un juego constante con los límites. “Amenazan nueve veces y en la décima tal vez actúan. Así mantienen la tensión”, apunta.

El efecto Trump y el delicado equilibrio

La amenaza cobra un nuevo matiz con el regreso a la escena internacional de Donald Trump. Según trascendió la pasada semana, el presidente estadounidense habría preguntado al presidente ucraniano Volodímir Zelenski si Kiev consideraría atacar ciudades rusas como Moscú o San Petersburgo. Aunque luego Trump se desdijo y descartó entregar misiles de largo alcance, el episodio puso sobre la mesa hasta dónde está dispuesto a tensar la cuerda.

A la par, su equipo presentó una propuesta para seguir apoyando a Ucrania a través de una vía indirecta: que países europeos compren armas estadounidenses y las entreguen a Kiev. Pero Trump también advirtió que, si no hay avances hacia el fin de la guerra en 50 días, impondría aranceles del 100% a los socios comerciales de Rusia.

De momento, la reacción del Kremlin ha sido contenida. Según Nizhnikau, los anuncios no han sorprendido demasiado a Moscú. «La política estadounidense ha vuelto al punto donde estaba antes del paso de Trump por la Casa Blanca. Desde el punto de vista ruso, no hay grandes cambios: han resistido seis meses, han roto parte del aislamiento diplomático y siguen en pie”, sostiene.