«Hoy, nada de conciertos. Me he pegado un atracón de chocolate y estaba aquí intentando ponerme a entrenar para bajarlo». Si algo ha mantenido a flote a Robbie Williams a lo largo de los años ha sido, sin duda, su sentido del humor. «Supongo que la capacidad de reírme de mí mismo es uno de los motivos por los que sigo en este planeta», reconoce.
Responde a la videollamada desde una cabaña de madera con vistas a un frondoso bosque, en algún lugar de Inglaterra y recién arrancada su nueva gira Britpop, que lo traerá a Barcelona el próximo 5 de julio antes de presentar su nuevo trabajo homónimo después del verano. Se mueve deprisa por el salón con el portátil en la mano y finalmente, recala en un sofá mullido de cojines. No dejará de sonreír en los siguientes 15 minutos. Pasada la cincuentena no ha perdido ni un ápice de magnetismo. Damos fe.
Hace 35 años que Robbie se subió por primera vez a un escenario y, desde entonces, nunca se ha bajado, pero esta vez es diferente. Aquel chico de barrio que parecía abocado a un abismo al que finalmente nunca cayó se ha abierto en canal últimamente no una, sino dos veces. Su biopic Better Man lo convirtió literalmente en un cheeky monkey para reflejar al sinvergüenza que siempre vio en sí mismo; el documental de Netflix, en cambio, lo puso ante el espejo de su propia desvergüenza en una especie de diván público que, dice, resultó catártico.
Así que el tour que emprende ahora llega desprovisto de máscaras. «Me siento visto, escuchado y aceptado», alega él, ya repanchingado.
- Ha definido Britpop como el disco que querría haber hecho después de dejar Take That, en 1995. ¿Por qué ha tardado tanto en llegar?
- Bueno, he sacado otros álbumes pero fueron solo un proceso. La verdad es que con mis anteriores discos no tenía ninguna intención en mente, solo escribía las canciones que me iban saliendo. Pero aquí, todo mi proceso creativo ha ido enfocado a hacer exactamente lo que he hecho: empecé componiendo canciones de guitarreo y, después, fueron apareciendo las canciones pop, propiamente dichas. Pensé: «Mierda, esto no es britpop». Y decidí hacer un disco mitad guitarras, mitad pop.
- Define aquellos años 90 como «la era dorada del britpop». ¿Cómo lo ve ahora?
- Fue una época muy creativa, de alto voltaje para los artistas británicos. Éramos el centro cultural del mundo en entretenimiento, en música, en televisión, en cine y en arte. Y para muchos de nosotros también fue un momento increíblemente hedonista. Es alucinante lo que provoca la cocaína, te hace sentir el centro del universo. Y mientras tanto, Inglaterra era, efectivamente, el centro del universo. Así que lo vivíamos como un doble éxito. Yo exploré hasta dónde se podía estirar el hedonismo sin morir en el intento, y esto último ha sido gracias a Dios. Pero bueno, supongo que el britpop era simplemente un género musical y yo no formaba parte de él, solo estaba cerca. Yo solo soy británico y hago pop.
- Ahora que ha dejado la coca, ¿ya no se siente el centro del universo?
- Tengo cuatro hijos así que ya no lo soy, no.
- Bueno, es el centro de su universo…
- Sí, bueno, supongo que sí. Pero sigo lleno de ego, y no me refiero como artista, me refiero al ego como ser humano. Sigo lleno de eso aunque algo menos, porque ahora hay gente que depende de mí. Supongo que sigo siendo el centro del universo pero ese universo se ha expandido y a él se han unido otras personas. Lo vivo de una manera más sana.
«He explorado hasta dónde se puede estirar el hedonismo sin morir en el intento»
Uno de los motores narrativos de Better Man, centrada en los primeros años de Robbie Williams en solitario, es la venganza. Quería desquitarse de Take That, la boyband que le mostró la puerta de salida cuando su descontrol con las drogas y el alcohol lo sacó del carril, pero también quería dar en el morro a los hermanos Gallagher, entonces en la cresta de la ola y que lo humillaban públicamente siempre que tenían ocasión. Llegó incluso a proponer una pelea televisada a Liam: «Subimos a un ring y que lo vea todo el mundo».
- Este verano vuelven Oasis y sale usted con un disco que se llama Britpop. No puede ser casualidad…
- Bueno, el título y la idea del álbum ya existían antes de que ellos decidieran volver a juntarse. Sí, son una influencia para mí porque, ante todo, soy un gran fan de Oasis, pero en realidad coincide con el regreso de bastante gente de esa época: Pulp, Supergrass… Es interesante cómo buena parte de aquel britpop no sobrevivió, ni siquiera viajó demasiado. Fíjate en la escena del rock en Nueva York, o en todas aquellas bandas americanas de hair metal de los 80, muchas siguen vivas. En cambio, cuesta nombrar a grupos de britpop más allá de Pulp, Oasis o The Verve. Prometía mucho y quedó en nada.
- Hablando de bandas de rock estadounidenses, en el vídeo de Rocket, el primer single de su nuevo álbum, lleva una camiseta con un diseño que combina a Milli Vanilli con el logo de Motörhead. ¿Es una declaración de intenciones?
- ¡Es uno de mis diseños! Lamentablemente, no puedo venderlo porque me demandarían por derechos de autor, pero sí, creo que la música tiene demasiada pomposidad, demasiada seriedad. Hay que pinchar esa burbuja y yo soy la aguja en muchos sentidos. Tengo muchas ideas para camisetas como esa, que combinan cosas que se consideran guays con otras que no. Yo mismo me ubico en ese género, en el de los que no. Podría ponerme a mí mismo junto a otro artista que sí fuera guay.
- ¿Por ejemplo?
- Podría ser cualquiera. Hay un disco de Bob Dylan que se llama The Freewheelin’ Bob Dylan. Pues podría hacer una camiseta de The Freewheelin’ Robbie Williams.
Y sonríe, pícaro, como si de verdad planeara hacerlo.
«En los 90 los británicos éramos el centro del mundo cultural con el ‘britpop’, pero aquello prometía mucho y quedó en nada»
- En el mismo vídeo aparece usted con un cartel de su gira que reza: «Sorprendentemente, todavía hay entradas». En realidad, quedan entradas para la mayoría de sus próximos conciertos. ¿Cómo lo lleva cuando no hace sold out?
- Bueno, los que no están vendidos están al 90%, y eso está muy bien, la gira es un éxito absoluto. Mi último tour tampoco agotó entradas pero a mí ese 90% me hace muy feliz. ¡Si hubiera sacado nueves en el colegio hubiera tocado la luna! De momento, podemos darle un nueve a mi carrera y me parece sensacional. A los 51 años, siento una gran gratitud por el lugar que ocupo en la música y no tengo ninguna garantía de que vaya a poder seguir haciendo esto mañana, ni física ni mentalmente, tampoco de que el público me lo vaya a seguir permitiendo. Así que mientras esté aquí me centraré en disfrutar el momento.
- ¿Es ese un pensamiento recurrente?
- Sí, mira, la semana pasada estaba ensayando para la gira y tenía muchísima ansiedad, y mi mujer me dijo: «Te comportas como si esto fuera normal y no lo es. No es normal y no hay ninguna garantía de que vaya a volver a pasar». Eso cambió mi forma de afrontarlo. En lugar de preocuparme por mi aspecto físico o por el impacto que vaya a tener, ¿por qué no aceptar mi imagen y la buena suerte que he tenido toda la vida, que sigo teniendo? Dejé de preocuparme y ahora encaro la gira con ilusión.
- Si tuviera la garantía de que esto durará para siempre, ¿querría seguir haciéndolo toda la vida?
- Voy a hacer esto siempre, sea en la dimensión que sea.
«Mi capacidad para reírme de mí mismo es seguramente uno de los principales motivos por los que sigo en este planeta»
Definitivamente, algo ha cambiado en Robbie Williams. Sea su último y doble ejercicio de autoevaluación, sea la transición al medio siglo de vida, sea la cuádruple paternidad o sean todos estos factores a la vez, aquel chav adicto a todo e incontrolable se presenta hoy al mundo como un hombre maduro y reflexivo, y en esa reflexión hay también un ruego: que nadie lo deshumanice.
Hace unas semanas, después de un vuelo en el que se habían sucedido las peticiones de fotos, como siempre, se sinceró en Instagram: «Lo disimulo bien, pero la interacción social todavía me asusta». ¿Sueña Robbie Williams con escapar de los focos? «No, para nada. Esto tiene que seguir siendo así y esas cosas tienen que seguir pasando, pero me gustaría poder expresar cómo me hace sentir esta vida a veces y que mi reflexión llegue al corazón del público», responde el cantante. «Por favor, permítanme tener una reacción humana. Como humanos, no estamos preparados para atender a 30 desconocidos cada día».
- ¿Qué efecto ha tenido en usted esa revisión del pasado que han supuesto su documental y su biopic?
- Creo que, de hecho, ha afectado sobre todo a mi imagen pública. Los medios británicos se han comportado como bestias horribles conmigo. Durante años han presentado una imagen de mí absolutamente distorsionada, y eso deja una cicatriz. Ahora he podido explicarme. Me he sentido malinterpretado e incomprendido toda mi vida, pero ahora me siento visto, escuchado y aceptado.
- Dice que tiene una personalidad «muy de los 90» respecto a las redes sociales. ¿Cómo cree que habría transcurrido su carrera si hubiera habido redes sociales en los 90?
- Me habrían cancelado o, directamente, detenido. Solo por las drogas, por cómo vivíamos todos en ese momento…
- Esas vidas no serían posibles hoy.
- No, no, jamás. ¡Jamás! Es que yo me pasaba una semana cantando baladas por las televisiones con Take That y después me hinchaba a cocaína, éxtasis, speed, anfetaminas y pastillas y bailaba durante horas rodeado de gente que estaba haciendo exactamente lo mismo. Eso requiere cierta privacidad.
«Me pasaba una semana cantando baladas con Take That y luego me hinchaba a cocaína, éxtasis, speed, anfetaminas y pastillas y bailaba durante horas»
- Tras el fallecimiento de Liam Payne, que era amigo suyo, su productor Guy Chambers pidió públicamente que no se dejara a los menores entrar en boybands, y lo ponía a usted como ejemplo de lo que puede suceder. ¿Cree que hoy esa industria se ha humanizado?
- Realmente no lo sé, pero creo que lo averiguaremos pronto. Ahora mismo es un género que sólo se da en el K-pop, pero creo que habrá una nueva explosión de boybands dentro de muy poco. Hay algo respecto a eso que me gustaría entender científicamente: qué es lo que provoca en la gente. Es que no soy solo yo, ni los demás Take That. La semana pasada estuve con los chicos de Five y todos describen exactamente lo mismo: esa ansiedad social, ese miedo… Es como si hubiera una enfermedad de las boybands.
- ¿Dejaría a uno de sus hijos entrar en un grupo así?
- Creo que la respuesta es no pero claro, habría que ir evaluando cada situación. Obviamente, la respuesta corta es no. Tampoco creo que quisieran, en cualquier caso. Ya sé que suena raro que lo deje así, abierto, pero es que nunca sabemos qué nos espera a la vuelta de la esquina. ¿Quién sabe? ¡Quizá incluso yo también tenga que unirme de nuevo a una boyband!