Habrá quién, dentro de un montón de años, pretenda grabar el nombre de Lord Voldemort en la lápida de Ralph Fiennes. Pero él es mucho más que eso. Especialista en Shakespeare, ha sido M en los últimos Bond, conserje en el Hotel Budapest, jardinero de LeCarré, y ha bailado como nadie el A Bigger Splash, de los Stones. Ahora acaba de colgar los hábitos del Cardenal Lawrence para quedarse desnudo, completamente desnudo, bajo la piel y los músculos de un fibradísimo Ulises -u Odiseo, como se prefiera- en The Return, de Uberto Pasolini (sin relación con Pier Paolo), nueva versión de La Odisea, que ayer se presentó en el BCN Film Fest, donde el actor de 62 años también recibió el premio honorífico, de esos que en teoría te obligan a reflexionar sobre tu carrera, aunque él haya preferido visitar la Sagrada Familia.
Será que todavía lleva el solideo del Lawrence de Cónclave, la película con la mejor campaña de promoción de la Historia, ya saben por aquello del Papa Francisco. El inglés asegura que está siguiendo los cadentes acontecimientos del Vaticano con muchísimo interés: «Nada más fallecer el Papa, todos los periódicos publicaron listas de los posibles aspirantes, y eran personajes muy parecidos a los de la película, que se pueden agrupar en cinco o seis categorías: los africanos, los italianos, divididos entre conservadores y liberales, hasta hay un cardenal liberal de Filipinas… Pero no, no le puedo decir quién va a ser el nuevo Papa y tampoco he hecho ninguna apuesta».
Colgados los hábitos del descreído cardenal, Fiennes se ha desnudado del todo, como decíamos, para encarnar al hirsuto Ulises, que despierta milagrosamente ileso en la orilla de su isla natal, después de haber combatido en Troya y de haberse perdido por el camino de vuelta, mientras Juliette Binoche, que ya fue su enfermera en El Paciente inglés, le espera haciendo acopio de paciencia. Aparecer desnudo no le supone ningún problema, tampoco lo considera un reto, ni nada tiene que ver que el otro Pasolini produjera, allá por otros tiempos, Full Monty. Aunque lo que más nos interesa es, si después de haberse sometido a un durísimo entrenamiento para conseguir un cuerpo que ha sido carne de Men’s Health, ha seguido con la rutina: «Sí, pero a otro nivel. Mi entrenador no me permitía ni una copa de vino, y a mí me gusta servirme una al atardecer. Fue duro, pero tenía un objetivo, así que lo disfruté. Me gustan los retos».
El sufrimiento psicológico de Ulises también ha sido un reto: «Acabo también de hacer de Macbeth en una película de Simon Godwin, pese a que nunca he matado a nadie. Tuve que buscar en lo más profundo de mí mismo en busca de una parte de mí que quizás fuese capaz de hacerlo. Actuar te conecta con tu yo más profundo. Tienes que escarbar en tu pasado para dar con determinadas emociones, y eso puede dar miedo, porque vas a parar a lugares muy oscuros».
Pasolini, Ubaldo y Fiennes, Ralph, llevan hablando de adaptar a Homero desde que el segundo dirigió Coriolanus (2011), pero cabe preguntarse qué tiene que decir La odisea en 2025, y en 2026, porque el año que viene llega la de Christopher Nolan, con Matt Damon como protagonista. «Homero nos habla en esencia de lo que significa ser humano, de la guerra, y de los efectos que esta tiene en nuestra alma. Actualmente, por desgracia, la guerra está más cerca de Europa de lo que ha estado en muchísimo tiempo. En la película, hay una escena clave en la que Juliette Binoche, mi Penélope, se pregunta por qué los hombres van a la guerra. Las obras de Shakespeare también están llenas de mujeres frustradas por ese comportamiento masculino. Al mismo tiempo, también aparece Ángela Molina, que le dice: ¡Mátalos a todos! Son dos tipos de feminidad contrapuestos, lo mismo que, en Ucrania, donde hay mujeres que esconden a sus hijos y otras que los mandan a la guerra, ¿cuál es la respuesta correcta?».
Además los clásicos nunca pasan de moda. «La nueva traducción de La Odisea, que ha llevado a cabo Emily Wilson, es un best-seller. En Coriolanus, Shakespeare hablaba de la Antigua Roma, de Plutarco. Pero siempre hay un líder autoritario y pueblos levantándose contra ellos. Cuando hice la película, había manifestaciones en El Cairo, Atenas y París. Hace tres o cuatro años vimos cómo el poder de Aleksandr Lukashenko, en Bielorrusia, había sido desafiado», prosigue el actor que dio vida a uno de los mejores villanos de la historia del cine en La lista de Schindler -el SS Amon Goeth, número 15 en la lista del American Film Institute, y una de sus tres infructuosas nominaciones al Oscar, junto a la de Cónclave y la del filme de Minghella-. La extrema derecha de hoy en día ya no se parece a la de 1993, y menos a la de 1945, pero «siempre aparece un líder que, en medio de una gran frustración social, cuenta una historia con un enemigo claro y un lenguaje atractivo. Seguimos viendo esos movimientos autoritarios, fascistas y nacionalistas en Turquía, Hungría, y también es fácil detectar ese mismo lenguaje en el régimen de Trump».
Ralph Fiennes no para. Tiene por estrenar 28 años después, la secuela de su película de zombis -perdón, infectados-, que Danny Boyle ha rodado recurriendo a varios Iphone, en la que también se hace uso del arco y las flechas: «Es la odisea de un joven que tiene que sobrevivir en un mundo muy hostil, mientras cuida de su madre. Mi personaje aparece más hacia el final de la película, planteando la cuestión de cómo aceptar la muerte. No puedo decir más», se frena el británico.
El actor también va a dirigir una ópera en París a principios del próximo año, Eugene Onegin, de Tchaikovsky, inspirada en la novela homónima de Alexander Pushkin. «La conozco bien, porque hace como 25 años protagonicé una adaptación cinematográfica que dirigió mi hermana Martha. Tengo un equipo magnífico y unos cantantes sensacionales, llevo dos años preparándola. Es la primera ópera que dirijo y es una gran oportunidad», concluye el intérprete británico.