Ponme esa cinta otra vez: después del pelotazo del vinilo llega el resurgir de la casete

La icónica escena de Peter Quill escuchando el Awesome Mix Vol 1 en su walkman al comienzo de Guardianes de la Galaxia ya nos daba una pista de que algo estaba ocurriendo. En la cuarta temporada de Stranger Things, Max recorre los pasillos de la escuela de Hawkins con una cinta de Kate Bush en su reproductor. La serie comparte cierto aire melancólico con Perfect Days de Wim Wenders, donde las cintas del protagonista, Hirayama, son una oda a la belleza de lo simple. Las tres tienen un denominador común, el atrezzo: las casetes están de vuelta.

En medio del tsunami de fascinación por lo retro, una no puede evitar preguntarse si el furor por las cintas de casete podrían reemplazar la vinilomanía: ambos son soportes que han dejado de considerarse una reliquia para convertirse en objetos de culto, una especie de fetiche para los superfans. La respuesta, sin embargo, no es tan clara, ya que depende sustancialmente del mercado. Las cifras hablan con rotundidad en ciertos países: entre 2015 y 2023, tras años de caída, las ventas de cintas de casete en EEUU aumentaron un 443%. En Reino Unido se han vendido alrededor de 600.000 unidades en los últimos seis años. Y, en Japón, la demanda de reproductores de casete se ha multiplicado por 10 y se han lanzado más de 3.000 títulos en este formato.

«El casete es un medio que sirvió para sacar la escucha privada en casa al espacio público gracias a aparatos como los radiocasetes. Hoy en día no tiene mucho sentido, porque esa posibilidad la tenemos perfectamente integrada en nuestros teléfonos móviles, pero sigue siendo atractivo», explica la musicóloga Sandra Muñoz. Compañías japonesas como Sony o Toshiba han vuelto a fabricar modelos descatalogados de reproductores ante la creciente demanda de la Generación Z, mientras que otras firmas emergentes, como NINM Lab, agregan al clásico loro algunas funcionalidades como la conexión Bluetooth. Junto a las cámaras analógicas, los walkman son, además, un caramelo en las tiendas de segunda mano y en el gran mercadillo, Wallapop.

«Una vez vino una familia desde Canarias porque su hijo de 12 años quería comprarnos un walkman. Traía todos sus ahorros y una cara de ilusión increíble», cuenta Luis González, propietario de La Cassettería y fundador del pequeño sello discográfico Ciudad Oasis. González decidió abrir en 2021 la primera fábrica-taller de cintas de casete en España, junto a una tienda especializada íntegramente en este soporte en el centro de Madrid. «No había competencia en el mercado porque hace unos años nadie fabricaba casetes aquí como se hacía en los 80, todo era importado del extranjero. Trajimos las máquinas duplicadoras de Inglaterra».

Tras «sacrificar» el local físico en junio, en pocas semanas abrirán una tienda en línea, lo que les permitirá expandir el proyecto. «Entre casetes de primera y de segunda mano tendremos unas 2.800. Hubo un bum hace un par de años, nos las reclamaban todo tipo de perfiles». No obstante, en España, todavía representan una pequeñísima fracción del total. En 2023, la venta de casetes aportó solo un 0,06% al total de ingresos de la música en formato físico, según datos del último informe de Promusicae, asociación que representa a la industria discográfica española. Su presidente, Antonio Guisasola, señala que el público objetivo es un consumidor especializado, que busca «un contenido diferente y con un alto componente nostálgico».

En ese nicho se encuentran millennials y centennials, añorantes de un tiempo que no vivieron: la cultura pop de los 80. En un mundo dominado por la experiencia digital, este concepto les resulta tan novedoso como romántico, al adquirir un cariz de coleccionismo deluxe, un par de escalones más arriba que el merchandising tradicional. «Las casetes tienen tan buena acogida porque se convierten en una forma de tener algo palpable del artista, lo que para la nueva generación de consumidores es un objeto de deseo que da más sentido a la compra de algo que pertenece a sus artistas favoritos», subraya Antonio Guisasola.

Estrellas internacionales como Taylor Swift, Billie Eilish y Harry Styles han contribuido a impulsar este fenómeno con el lanzamiento de álbumes como The Tortured Poets Department, Happier Than Ever y Harry’s House también en casete, consolidando así el regreso de este soporte vintage. «La cinta más cara que he vendido es una de Lover de Taylor Swift, por 50 o 60 euros; teníamos una sola unidad y se la llevó un coleccionista veinteañero. En plataformas de reventa hay mucha especulación y es difícil encontrarlas», recuerda González.

Con todo, Guisasola recalca que el formato casete no se decanta por un único género a la hora de llegar al público. Entre las cintas más vendidas del pasado año hay novedades como Alpha de Aitana, PO2054AZ (VOL.I) de Sen Senra, Greta Garbo de Bunbury y GUTS de Olivia Rodrigo, pero también clásicos como La leyenda del tiempo de Camarón, Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick o Toy de David Bowie. El marketplace de Fnac en España, cuyo catálogo de casetes supera el centenar de títulos, incluye éxitos de Los Chichos y el hit navideño de Mariah Carey, junto a singles de ex concursantes de Operación Triunfo.

Aunque los usuarios siguen consumiendo música principalmente mediante listas de reproducción en servicios de streaming como Spotify o Apple Music, «las sensaciones que les proporcionan los formatos analógicos son diferentes y especiales», según Muñoz. El casete los anima a escuchar álbumes completos sin interrupciones, aislados del mundo: «Permite una desconexión digital real, igual que el vinilo: te olvidas del móvil o el ordenador durante un rato y te dedicas a la escucha activa de la música. Creo que la tendencia viene precisamente de esa necesidad de desconectar, y de ese paradójico rechazo hacia un mundo ultradigitalizado».

Lo que para algunos expertos se trata de una bienvenida, para otros supone un adiós. El informe anual de Billboard sobre consumo de música revelaba que el formato LP, en crecimiento progresivo desde 2019, disminuyó un 33% en sus ventas el año pasado. Aun así, para Guisasola, el vinilo «sigue mostrando signos de crecimiento y no parece haber tocado techo».

Viendo el presente de las casetes… ¿qué futuro les espera? Desde Promusicae advierten que los sellos discográficos «no están invirtiendo demasiado» en este formato para incrementar su popularidad entre las nuevas generaciones. Las redes sociales son, de momento, sus principales promotores. «Es un formato incómodo de escuchar, hay que darle una vuelta al concepto. Pero no cabe duda de que tiene un gran valor sentimental», concluye González.