Pedro Almodóvar: «No soñaba con el León de Oro, pero ahora que lo tengo me he vuelto adicto»

Acabada la ceremonia de entrega de los premios del Festival de Venecia, Pedro Almodóvar se cambió. La camisa y la chaqueta formal por un polo más colorido que informal. El calor en el Lido es mucho, y más estos días, y más el día en concreto en que recibe el León de Oro por La habitación de al lado. Es el segundo español en lograrlo tras Luis Buñuel, pero de la mano de la primera película española, aunque esté rodada en inglés («Sea como sea, su espíritu es español», puntualizó).

Un total de 44 años ha habido que esperar, tuiteaba Agustín Almodóvar, hermano y productor, nada más saberse la noticia. «Han sido 44 años muy fértiles en mi vida tanto artística como profesionalmente. Pero también como ciudadano español. En estos años hemos visto cómo pasamos de una dictadura atroz a la amplitud de todas las libertades, accesibles a todos los españoles. Sí, mi carrera ha estado muy unida a la apertura de la democracia en España. Y eso hay que celebrarlo. No hay palabras para explicar el cambio de cómo uno vive en democracia y cómo se vivió durante Franco», fueron sus primeras palabras ante la prensa.

Y siguió ya más centrado en Venecia: «Cuando empecé no pensaba en leones de oro. Pero mi carrera desde muy pronto coqueteó con la cultura italiana y con este festival. En todas mis películas hay una canción de Mina».

Almodóvar recordó que en 1983 fue su debut en la Mostra con ‘Entre tinieblas‘. Y ya entonces no fue un estreno cualquiera. La Democracia Cristiana de entonces pugnó para que L’indiscreto fascino del peccato, que es como se llamó en italiano, fuera retirada de competición por blasfema. Ganó el sentido común y la presión de la prensa. «La verdad es que cuando realmente necesitaba premios fue en 1981 y 1982. Me habrían salvado la vida y, al final, tuve que salvármela yo… No soñaba con el León de oro, pero ahora que lo tengo me he vuelto adicto. A partir de ahora no podría vivir sin este león».

Cuenta el director de La habitación de al lado que, pese a tratarse como se trata de una película sobre la agonía de una mujer en un mundo que agoniza, él quiere ser optimista. Él y la propia cinta. «Aunque solo sea por salud mental», precisa. Recuerda que durante el rodaje se encontró en Nueva York uno de esos letreros entre la publicidad y el apocalipsis que da cuenta de lo que nos queda de vida a todos como humanidad. «Se supone que dentro de cinco años el proceso de degradación ambiental en el que vivimos será irreversible», dice. Y añade: «No quiero ser pesimista. Prefiero ser como el personaje de Julianne Moore. Cuando otro de los personajes, el de John Turturro, le hace comprender el desastre que significa para todos la alianza entre la ultraderecha y el neoliberalismo, ella responde que ha aprendido a vivir cada momento. Y eso es así porque ha a aprendido a vivir con una mujer que se muere. En un momento de caos, hay espacio para hacer felices a los demás y que podamos vivir con alivio lo que la vida en sí misma nos depara. Si cada uno de nosotros trata de mejorar su entorno, eso va a influir positivamente en que esta hecatombe nos dé un plazo».

Unos días antes, Pedro Almodóvar confesaba que para él rodar en inglés no era tanto una asignatura pendiente como enfrentarse a un género cinematográfico nuevo y distinto para él. Y que siempre fue una aspiración. Por sus manos (o sus deseos, mejor) han pasado textos como el de ‘El silencio de los corderos‘, de Thomas Harris; y ‘Las horas’, de Michael Cunningham; y ‘El lector’, de Bernhard Schlink, y, por supuesto, el proyecto que a punto estuvo de ser ‘Manual para mujeres de la limpieza’, de Lucia Berlin. Y antes de todos, ‘El temblor de la falsificación‘, que le valió un largo encuentro con Patricia Highsmith. Y así hasta llegar a ‘Cuál es tu tormento’, de Sigfrid Nunez. «Sea como sea», anuncia, «la próxima película será otra vez en español».

A la película le queda un largo viaje antes y después de su estreno el 18 de octubre. Antes estará en el festival de Nueva York y en el San Sebastián donde recogerá el director el Premio Donostia. Y después una larga gira camino, sin duda, del Oscar. Pero por encima de todo, incluso de los premios y del León de Oro del que se declara adicto queda el aprendizaje, la enseñanza de muerte. «Sí que creo que me ha servido. Pero si digo la verdad, ha habido un acontecimiento que ha trastocado un poco todo. Ocurrió la semana anterior a venir a Venecia y fue para mí tristísimo. Se murió mi mascota, mi gato, con la que vivía desde hace 14 años. Fue todo de un modo vertiginoso. Le hicieron un TAC porque tenía un bulto. A los tres días me dieron el resultado y había que sacrificarlo porque sufría metástasis. Para mí ha sido increíblemente doloroso. No creía que uno podía sufrir tanto. Es un ser vivo que ha estado contigo durante 14 años. En ese momento, todo lo aprendido desapareció y recuperé el desconcierto y la dificultad de aceptar que había que sacrificar un ser vivo, que recuerdo perfectamente que la noche anterior me miró y me pidió de comer… Yo no hago películas terapéuticas, pero en este caso me ha servido de mucho».

Pausa.

«Hay dos conceptos que son muy visibles, pero nunca he acabado de entender. Uno es el dinero, que nunca he entendido ni cuando no tenía un duro ni después, y el otro, la muerte. Desde pequeño».

Sea como sea, queda ‘La habitación de al lado’, queda el León de Oro y queda todo lo que queda. «Me gusta pensar que esta película es una respuesta a los discursos de odio, que son tan difíciles de desarticular. Pero creo que es urgente que se cree un organismo, no hablo de censura, que pueda desarmarlos una vez ya que esté comprobado que son mentiras. No podemos estar condenados a esas mentiras y después al miedo que provocan, porque es peligrosísimo. Es lo contrario que la democracia». Queda claro.