Paul McCarthy (Utah, 1945) ha sido todos los artistas de la segunda mitad del siglo XX en uno: ha sido videoartista, performer, escultor e imaginero de ninots. Ha sido expresionista, conceptual, matérico y duchampiano. Ha sido un beat y ha sido punk y de las imágenes de su obra que el mundo conoce mejor dice que son un fracaso. Este mes, estuvo en Madrid y contó su carrera en una charla con el comisario Josechu Carrera en el centro de arte y galería SOLO CSV y charló con EL MUNDO.
- ¿Se ha dado cuenta de que muchos políticos de 2025 actúan en una performance permanente?
- Claro. La política se ha convertido en una forma de entretenimiento, en un teatro… Se supone que es su manera de transmitir ideas, pero en realidad es entreteneimiento. Esas cosas de IA que Trump lanza son increíbles. Me imagino perfectamente a un videoartista creando imágenes así. Trump en un caza, lanzando mierda a los manifestantes… Supongo que este tipo de teatro ha existido siempre, pero ahora está en el centro de todo. Hay otra imagen de Trump en la que aparece en el Despacho Oval y su mesa está llena de cajas de cartón de Kentucky Fried Chicken. Parece la escultura satírica de algún artista crítico. La vi y pensé: «Dios mío, qué locura».
- Compiten con los artistas por la capacidad de sorpresa del público.
- Es un problema para los artistas pero, sobre todo, es una problema para la sociedad, porque la forma sustituye al contenido. La forma es el contenido. ¿Qué está diciendo este hombre? ¿Por qué lo dice? ¿Qué le hace a la humanidad? Todo es humo y espejos. Es tan inteligente, tan escurridizo…
- ¿Se acuerda de cuándo empezó a utilizar la palabra performance? ¿Fue una palabra que hizo suya poco a poco o fue un hallazgo?
- Las dos cosas, en realidad. Yo entré en la escuela de arte y quise pintar en lienzos grandes, así que descubrí que estaba más cómodo si ponía el lienzo en el suelo. Que conste que no sabía nada de Jackson Pollock… Me empeñé en pintar lienzos de tres metros y eso es dificilísimo en un caballete. Empecé a pintar con rodillo y a trabajar sobre tablas. Entonces, me puse a experimentar con fuego porque quería conseguir un tipo de negro más profundo. Claro, había algo performativo en aquello, pero fue casualidad. Hacia 1966 empecé a leer sobre happenings. Estaba haciendo algo que no entendía.
- ¿Había artistas en su familia?
- Mi madre había querido ser artista pero renunció. Hacía cosas artísticas, cosas de decoración.Y eso era todo. No iba a museos. No había museos a mi alrededor y, si los había, nunca fui, que yo recuerde. Pero en el instituto tuve clases de arte y los profesores eran muy interesantes. Nos hablaban de la Generación Beat.
- ¿Estamos hablando de 1960?
- R. Del final de los 50. Como tuve malas notas, entré en una escuela de agrónomos de un sitio que se llama Ogden, en Utah, y, de nuevo, tuve la increíble suerte de que tuve buenos profesores que enseñaban arte y antropología.En Ogden empecé a hacer esculturas con material industrial. No tenía ni idea de quién era Duchamp y ya hacía cosas como presentar una caja registradora a un concurso de arte. Y entonces me fui a San Francisco.
- Gente haciendo el amor.
- Algo de eso había en la zona de Haight-Ashbury. Pero también estaban los Panteras Negras.Y había hippies jodidos de la cabeza que iban por ahí con pistolas.
- A lo que iba es a que su obra es más oscura que la imagen que tenemos. ¿Está de acuerdo?
- R. Sí, esa oscuridad está ahí,Pero las piezas no están solas, aparecen en medio de un camino. Suceden, tienen un significado. No quiero volver a hacerlas más algunas de ellas. Es como si se convirtieran en un error. Después de hacer Tomato Head y Spaghetti Man, dejé de hacer piezas así. Fue un error para mí, pero se convirtieron en parte importante de un tipo de figuración que surgió después de mí. Toda esa figuración que vino de Japón, todos esos juguetes… Las esculturas que hice después, las llamadas esculturas crudas, son mucho más toscas y oscuras. Pero el mundo me reclama Tomato Head.
- ¿A qué se refiere con error?
- Yo sabía a dónde quería llegar con esas piezas pero no sucedió lo que pretendía. Con Tomato Head me di cuenta enseguida, vi que ya no quería hacer objetos tan nítidos, no quería más juguetes. También recuerdo la sensación de haberme equivocado con el material… Esperaba que la goma fuera más dura, que la escultura fuese sólida, que la gente pudiese interactuar.
- ¿Emplea la palabra belleza a menudo?
- No mucho, porque lleva implícita una larga discusión sobre su significado… Pero sí creo que hay algo. No iría tan lejos como para decir algo universal, pero sí que creo que hay algo, una vibración cuando el negro y el rojo están juntos, o el negro y el amarillo, algo que sucede una y otra vez. Muchas de mis esculturas son lo que algunas personas calificarían grotescas, pero yo las encuentro bellas. Puede que la palabra belleza sea una manera que tenemos de conectar con otras personas. Muchas de las personas con las que tengo amistad tienen intuiciones similares sobre lo que es bello.
