Alemania pisa el freno. Después de meses enviando armamento de última generación a Ucrania, el Gobierno de Olaf Scholz ha decidido parar en seco. Ni más misiles Taurus ni más sistemas Patriot. Berlín considera que ya ha hecho bastante y ahora pone el foco en su propia seguridad. Lo ha dejado claro el ministro de Defensa, Boris Pistorius, justo antes de volar a Washington, donde tiene previsto reunirse con su homólogo estadounidense para tratar el futuro de la cooperación militar con Kiev y la redistribución de los sistemas de defensa aérea dentro de la OTAN. La decisión de uno de los pilares de la Alianza llega en un momento clave para Ucrania y obliga al resto de aliados a mover ficha. La partida no ha hecho más que cambiar de manos.
El mensaje no deja lugar a dudas. “No podemos dar más”, zanjó Pistorius en una entrevista previa a su viaje a EE.UU., recogida por el portal lituano Technologijos. El ministro recordó que Alemania ya ha entregado a Ucrania tres de sus doce sistemas de defensa aérea Patriot entre 2023 y 2024. A día de hoy, solo quedan seis operativos en suelo alemán. Y ni siquiera todos están disponibles: uno está en mantenimiento o en maniobras de formación, y dos se han prestado temporalmente a Polonia. “Es realmente poco, especialmente si tenemos en cuenta los objetivos que nos marca la OTAN”, insistió.
El contexto es relevante. Desde que comenzó la invasión rusa a gran escala, Berlín ha duplicado de facto su presupuesto de defensa. Solo en 2024, se han destinado 31.000 millones de euros al rearme. Además, el Ejecutivo alemán planea aumentar el tamaño del Ejército hasta alcanzar los 460.000 efectivos, un salto considerable que apunta a una transformación profunda de la Bundeswehr. Alemania no quiere quedar atrás en el nuevo reparto de poder militar europeo, pero ha decidido que seguir reforzando a Ucrania no puede hacerse a costa de su propia capacidad de defensa.
Estados Unidos toma el testigo… con dinero europeo
Mientras Pistorius preparaba su visita oficial a Washington, en la capital estadounidense se movían otros hilos. Donald Trump, presidente de EE.UU., recibió al nuevo secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, para abordar el futuro del apoyo a Kiev. El resultado: Washington suministrará a Ucrania nuevos sistemas de defensa Patriot y otros equipos avanzados. ¿Quién lo paga? Europa. Será la Unión Europea la que financie la operación, marcando así un nuevo equilibrio en la carga compartida entre aliados.
El cambio es significativo. Alemania ha sido hasta ahora uno de los principales donantes de armamento para Ucrania, pero se ha plantado. Estados Unidos, en cambio, refuerza su papel proveedor, aunque el coste lo asuman otros. Un movimiento que puede tener consecuencias tanto en el campo de batalla como dentro de la propia Alianza Atlántica.
Por ahora, Ucrania recibirá el material que tanto ha solicitado. Pero con Berlín fuera de la ecuación y otros países mirando de reojo, el panorama general empieza a cambiar. Cada aliado mide sus pasos, y los recursos —por mucho que se fabrique a toda máquina— no son ilimitados.