Hay que ser muy friki (de las series, de la historia de Estados Unidos, de lo que ocurre en Nueva York) para soltar una carcajada al ver a Betty Gilpin interpretando a Crete, la esposa de James Garfield, el vigésimo presidente de Estados Unidos, en una ficción en la que también aparece Robert Todd Lincoln, hijo del decimosexto y de Mary Todd, a la que Gilpin ha interpretado en Oh, Mary!, la popular obra de teatro de Cole Escola, quien empezó interpretando a Mary él mismo. Es esta una referencia muy enrevesada y muy friki, sí. Está en Muerte por un rayo, la muy recomendable miniserie de Netflix.
Esta ficción histórica, creada por Mike Makowsky, tiene otros referentes igualmente divertidos y menos oscuros. Para empezar, su protagonista es Matthew Macfadyen, ese actor con aspecto de galán pero que últimamente ha interpretado a un icónico (no tan) pringado: el Tom Wambsgans de Succession. En Muerte por un rayo Macfadyen es Charles J. Guiteau, el hombre que terminaría asesinando de un tiro a Garfield. Esto no es spoiler, es historia de Estados Unidos. Que Guiteau era un desgraciado y un flipado está también muy documentado. Igual que sabemos que la elección de James Garfield fue digna de una miniserie de Netflix.
Los que conocen su historia disfrutarán del tono con el que Mike Makowsky la cuenta. Su guion y la dirección de Matt Ross (Captain Fantastic) pendulan entre la recreación histórica refinada y el teatro satírico americano. Porque ambas cosas son compatibles. En Muerte por un rayo vemos desde diálogos absolutamente teatrales a recreaciones majestuosas de espacios y momentos impensables en la televisión de hace relativamente poco. Los Estados Unidos de 1880 son retratados con el detalle del cine más exquisitamente documentado y a la vez con una irrealidad casi onírica, parecida a la de la adaptación televisiva de Pétalo carmesí, flor blanca, la obra maestra de Michel Faber. Estrenada en 2010, aquella miniserie portentosa dirigida por Marc Munden y escrita por Lucinda Coxon lograba adaptar una novela extensísima que a su vez parodiaba las novelas victorianas.
Muerte por un rayo parte de un libro muy distinto: Destiny of the Republic, de Candice Millard, publicado en 2011 y ganador de varios premios de literatura de no ficción. Adaptar textos así tampoco es fácil: hay que elegir qué mantener de lo real y dónde echar a volar. Y hay que ser consciente de los dos tipos de público que tienen estas series: el que está familiarizado con los hechos históricos que recrean y el que no.
Oh, Mary! vuela sin complejos al plantear un Abraham Lincoln claramente en el armario (la sexualidad de Lincoln es objeto de apasionado debate desde hace 30 años) y una Mary Todd alcohólica y tremenda. Muerte por un rayo no tanto. Sus personajes están algo más atados. Garfield (el siempre pétreo Michael Shannon) es uno de los pilares de la serie. Pero, como bien se nos aclara al principio del primer episodio, la serie trata del presidente… y del hombre que lo mató. Es ese hombre el centro de la historia, algo que en sí mismo ya es cruelmente irónico, pues Charles J. Guiteau es al tiempo un personaje histórico y un pringado supremo. Vista la serie, Matthew Macfadyen es el actor perfecto para dar vida a ese tipo tan equivocado y, a su manera, tan interesante y encantador. Interesante y encantador a su sarcástica y tristísima manera, claro. Mike Makowsky y Matt Ross también cuentan la historia a su manera. Aprendamos de ellos.
