“Cualquier país que se alinee con las políticas antiamericanas de los BRICS + recibirá un arancel adicional del 10%”. Palabra de Donald Trump, que recalcó en su red Truth Social que “no habrá excepciones”. La amenaza del líder del (MAGA) contra el club de los mercados emergentes resulta abrumadora en un momento en el que sus socios crecen y los BRICS + mantienen de par en par las puertas para aceptar futuras adhesiones. Después de su gran ampliación de 2023, en la que se adhirieron Irán, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos, aunque se retirara de inmediato la Argentina de Javier Milei y Arabia Saudita siga sin firma su plácet de ingreso. El último en pasar a su casa común ha sido Indonesia, desde enero de este año.
Algunos analistas la consideran una obsesión personal, dado el constante ataque geoestratégico del inquilino del Despacho Oval y su cada vez más indisimulado unilateralismo, táctica con la que pretende moldear un nuevo orden mundial donde perpetuar el dominio estadounidense.
De no ser por ello, carecería de todo sentido la cruzada contra los BRICS +, bloque que compite con el G-7 en materia de gobernanza mundial en el seno del G-20, el foro que adquirió galones tras el colapso crediticio de 2008 para restablecer la arquitectura financiera. Demasiada hostilidad para poder impulsar desde el cónclave que reúne a las potencias industrializadas y los mercados emergentes cualquier atisbo de consenso universal. A pesar de que la hoja de servicios del G-20 presenta más luces que sombras desde la óptica multilateral. A raíz del mando en plaza que le otorgó Barack Obama para extirpar los activos tóxicos creados por la banca tras la quiebra de Lehman Brothers.
No solo por sus avances en materia medioambiental, sino en el terreno geopolítico o en el fiscal con su pacto para imponer el gravamen mínimo del 15% sobre los beneficios de las empresas y evitar así la elusión impositiva de las grandes corporaciones con su criterio de alterar sus sedes oficiales para eludir sus obligaciones tributarias y reconducir sus ingresos hacia paraísos fiscales o centros off-shore. Trump ha quebrado el consenso forjado por Joe Biden. Dentro de su política de acabar con cualquier vestigio de administración demócrata como ya demostró en su primer mandato sepultando el MediCare -entre otras iniciativas legislativas- de Obama. O enterrando ahora los subsidios a la industria renovable de su antecesor.
La respuesta a Trump no se hizo esperar. Los BRICS+ con significativas ausencias como las de Xi Jinping y Vladimir Putin se encontraban reunidos en Río de Janeiro. Pero con otros 10 candidatos -entre ellos, Bielorrusia, Nigeria, Tailandia o Vietnam- participando en asuntos con voz, pero sin voto. Quizás la réplica de mayor calado fue la del anfitrión, Luiz Inázio da Silva. El presidente brasileño recordó que los BRICS+ son “soberanos” y no desean “emperador”, en referencia a la amenaza de Trump de imponer un arancel adicional del 10% a las naciones que comercien o comulguen con iniciativas geopolíticas del bloque emergente.
En su opinión, la seña de identidad de romper el sistema de libre comercio resulta una “irresponsabilidad”. La valoración de le debió parecer ofensiva al líder del Grand Old Party (GOP) porque casi sin solución de continuidad avanzó aranceles del 50% a productos brasileños en un mensaje en el que citó los “ataques insidiosos a las elecciones libres”, en alusión al juicio contra Jail Bolsonaro por intento de golpe de estado, lo que propició las caídas de activos y del real. A lo que Lula replicó que no se dejará “tutelar” y que la medida unilateral americana tendrá “cumplida réplica”.
También el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, que en su reciente visita a Washington se topó con otra emboscada dialéctica de Trump a cuenta de la supuesta “persecución de blancos” en el país del , se mostró tajante al tildar de “decepcionante” la permanente búsqueda de “venganza” del mandatario republicano contra unos BRICS + por decidir “profundizar en una mayor cooperación con el Sur Global”, el amplio compendio de países de rentas medias y bajas que, en su mayoría, se siente decepcionado con el abandono de cualquier atisbo de y la doctrina de la o la ayuda al desarrollo por parte de la diplomacia de EEUU.
“Hay que valorar la diversidad de centros de poder en el mundo -recalcó Ramaphosa a Trump- e impulsar la gobernanza global”.
India, la voz más cercana a Washington
El más comedido de la tríada de socios fundadores de los BRICS que acudió a Brasil fue, sin duda, el primer ministro indio Narendra Modi, debido a “la proximidad”, según fuentes conocedoras de las negociaciones, de un acuerdo comercial con la Casa Blanca que podría estar listo para el próximo otoño y a la bonanza que ha registrado en el tumultuoso semestre bursátil de 2025 la National Stock Exchange (NSE) de Mumbai tras certificar en 2024 el bursátil a Hong-Kong y convertir a India en el cuarto centro financiero; solo a rebufo de EEUU, China y Japón.
Los valores indios han atraído a una porción substancial de las fugas de capitales de Wall Street por la “caótica” política económica de la Casa Blanca. Pese a las duras críticas de Modi contra el ataque aéreo americano contra Irán.
Las expectativas rupturistas de los BRICS+ han cobrado credibilidad ante la pérdida de fuelle del dólar. El americano se ha depreciado un 10% desde el retorno de Trump a la Casa Blanca y se ha situado en su nivel más bajo respecto a la cesta de monedas más importantes del mundo desde 1973, casi al final del mandato de Richard Nixon en el que la divisa estadounidense sustituyó al patrón oro. Aún domina las reservas de divisas que los bancos centrales utilizan para mitigar episodios de crisis financieras y, sobre todo, el mercado petrolífero. Pero su peso como moneda refugio y su empleo en los negocios mercantiles internacionales va menguando.
Los BRICS + quieren abrir el melón de la competencia monetaria. O, dicho de otro modo: generar su propia divisa común para acabar con la hegemonía del dólar. Aprovechando, además, la alta convulsión de los mercados ante las andanzas arancelarias de Trump y la “caótica” cascada de órdenes ejecutivas, treguas y presión fiscal sobre materias primas como el aluminio, el acero o el cobre, que acaba de emular a los dos primeros con otro gravamen del 50%. O a sectores como el automovilístico. Así como a la “tortuosa” senda presupuestaria que llevará a EEUU a un déficit superior al 6% el próximo decenio y a tensar al máximo una deuda que rebasa los 36,45 billones de dólares, el 124% de su PIB.
De hecho, algunos analistas empiezan a percibir que el sentimiento inversor, apagado durante las jornadas posteriores al ataque estadounidense contra otro socio de los BRICS + (Irán), deberá salir de este letargo geoestratégico por el impacto de la nueva terna de aranceles y las amenazas a países que no culminen pactos comerciales con Washington. En concreto “si las ganancias de las empresas se resienten”, dice a Christian Mueller-Glissmann, jefe de investigación de asignación de activos de Goldman Sachs, quien pronostica que sucederá “este mes de julio”.
De ser así -aclara- “la relajación de los mercados dejará paso a volatilidades y retrocesos de los activos”.
La calma tensa de los mercados emergentes
Un termómetro claro de que la estrategia de de los BRICS + puede dar resultado es el dólar. Kenneth Rogoff, profesor de Harvard y ex economista jefe del FMI, resalta en que el “lleva mucho tiempo bajo una fuerte presión nacional e internacional” y que, en el futuro inmediato, las iniciativas legislativas “le pasarán factura, porque avivan los temores sobre la salud y la estabilidad de la economía estadounidense”.
También -argumenta- por el deterioro socio-político americano: “socavar [como hace el actual presidente] las instituciones, desmantelar el comercio mundial o quitarle la independencia a la Reserva Federal, podría llegar a impulsar la economía a corto plazo -admite no sin perplejidad-, pero ”en el próximo año y medio, veremos una recesión y otra espiral inflacionista“ y la reacción de Trump ”será instaurar recetas que acaben generando frustración“.
Sobre todo, si, como apuntan voces de Wall Street como la de Ray Dalio, dueño de Bridgewater, la deuda americana y la senda presupuestaria provocan el primer default de la historia de EEUU.
La gran incógnita, sin embargo, es que los socios del BRICS+ sucumben ante su propia amalgama de intereses y sus divisiones internas. Formado por países con regímenes autoritarios y liberales, todos tienen también intereses particulares a la hora de dibujar e interceder en el orden global. De momento, la idea de crear una divisa común que reste influencia al dólar parece una utopía. Aunque alguna de sus monedas, como el renminbi chino -su unidad de cambio en el exterior- hayan ganado peso en el comercio internacional a raíz de las sanciones occidentales contra Rusia y, en concreto, su veto a usar dólares en sus transacciones mercantiles.
En el Council on Foreign Relations (CFR) resumen la actual de los BRICS + de una forma elocuente: buscan un frente unido ante instituciones multilaterales, en especial, el G-20, pese al distinto criterio de varios de socios como China e India, rivales estratégicos, que, aun así, podrían aliarse en torno al “desprecio” que muestra Trump hacia ellos. Aprovechando la fuerza que les confiere en el orden económico y monetario disponer del 45% de la población y del 35% del PIB global y haber cuadruplicado los flujos de inversión extranjera directa entre 2001 y 2021.
Juha Jokela, director del Finnish Institute of International Affairs (FIIA), enfatiza que la creciente rivalidad geopolítica entre los BRICS + y EEUU, de trasladarse el G-7, “dañaría todo el entramado multilateral”. Y, por encima de cualquier institución, el G-20, por mucho que surjan dinámicas que contribuyan a la reconfiguración del tablero de ajedrez internacional. Entre otras -avanza Rogoff- “el declive hegemónico de EEUU”. A su juicio, la pérdida de fuelle del dólar es la mejor demostración de que “hemos entrado en otro orden mundial”.