«Ponlo rápido», dice Greta. «Pero ¿cómo lo pongo rápido?», contesta Ainoa. «Flechita doble». «Pero ¿te gusta que haga tiquipum?«. «Igual no tan extremo». «Pues uno a la derecha y otro a la izquierda y ya». Ese tiquipum es un espacio pequeño en un programa informático. Un diminuto fragmento entre filas y filas de colores en una pantalla panorámica de ordenador que se modifica con precisión quirúrgica para formar parte de una canción de pop.
El estudio de producción está en absoluto silencio: las paredes están aisladas. La luz es tenue salvo por el brillo del monitor y de los dos ordenadores portátiles, situados encima del escritorio bajo el que está el teclado de un piano.
Con dos clics de ratón, ese soniquete puede modificarse ligeramente para que dé lugar a un tiquipum o a otro. Completamente diferente para Ainoa Buitrago, compositora, productora y músico. Apenas perceptible para el gran público.
Buitrago, nacida en Madrid, está acreditada como compositora en temas de cantantes como Ana Guerra, Miki Núñez o David Bisbal. Conoce de buena mano todo el proceso para crear una canción. Desde cero hasta que se sube a Spotify. De hecho, una de sus últimas canciones, Nostalgia, la escribió, compuso y produjo ella sola. «La hice en 15 minutos y no le di más vueltas», explica. «El proceso ha sido más duro en cuanto a la producción: no sabía cómo estructurarla. Sabía que era una muy buena canción, pero no quería cagarla en cuanto a la producción».
Los artistas, actualmente, están mucho más implicados en la composición musical y saben cómo crear una canción de pop perfecta para triunfar (o intentarlo) en las listas con sus propias reglas. Nuevas reglas. En la España de 2001, año del primer Operación Triunfo, era más habitual que los compositores ofrecieran un trabajo ya hecho a un intérprete para que lo cantara. En la España de hoy, los jóvenes intérpretes se implican en la creación de sus propios hits: letra, acordes y melodía.
«Antes era más importante que una canción pudiera tener opción de triunfar en la radio, que sonase potente», manifiesta la madrileña. «Todo estaba mucho más impuesto por la industria», agrega. «Ahora te dan libertad absoluta. Lo que quieren es un temazo para que entre en radio y ya está; de lo demás nos encargamos los artistas«. Aunque no existe una fórmula mágica para que una canción triunfe: «Yo no voy a hacer una canción y le voy a decir a un cantante: ‘Con esto lo revientas’, porque si fuera así, primero la haría para mí».
Esa industria a la que Buitrago hace referencia, de finales de los 90 y principios de los 2000, «todo este fenómeno Vale Music, de triunfitos», Franchejo Blázquez la define como «muy anticuada»: «Aquella gente pedía repertorio y se elegía dentro de lo que había y dejándose aconsejar mucho por su compañía discográfica». Había concursantes de Operación Triunfo a los que desde la discográfica les decían: «Estas son tus 12 canciones, grábalas».
«Ahora, con los conocimientos y las influencias que tiene la gente, la música española está en muy buen momento»
Franchejo Blázquez
La explicación es sencilla, según este manager de artistas, CEO de la empresa Suricato Music y profesor de Fundamentos del Music Business: «Era un momento en el que se vendían tantos discos que el contenido daba un poco igual». Blázquez se muestra rotundo con sus palabras: «Hacían un disco que era un poco de usar y tirar«.
Esa época de bonanza se encontró con que el filón terminó a causa de la piratería y las descargas ilegales. Blázquez comenta que hubo un cambio de reglas en los 2000 debido a este problema, «porque las discográficas vieron que su producto estrella de repente empezaba a caer en picado». «Cuando Alejandro Sanz sacó Más (1997) o El alma al aire (2000), en El Corte Inglés duraban los palets de 200 discos 10 minutos», describe. «Eso no existe ahora».
Según Promusicae, la evolución de la facturación en venta de discos descendió desde los 700 millones de euros en 2001 a los 160 en 2013. Ese fue el año en el que la música grabada vendió menos en España. Y el año en el que las ventas comenzaron a subir ininterrumpidamente. El año pasado se consumieron más de 500 millones de euros en música grabada. Eso sí, el formato digital lleva la voz cantante: le corresponden el 89% de las cifras del año pasado.
Blázquez advierte: «Se hace muy buena música, pero también creo que se hace muy mala música; como hay que hacer mucha música, mucha se hace mala».
Tampoco es de los de cualquier tiempo pasado fue mejor: «Antiguamente se hacían muchos discos malísimos y algún disco bueno, pero ahora con los conocimientos y las influencias que tiene la gente, la música española está en muy buen momento». «Un compositor que siempre reivindico es Antonio Flores», afirma, «y muchos compositores y expertos en la música dicen que De Ley de Rosario es uno de los mejores discos que se han hecho de pop en nuestro país. Pero antiguamente, había más sonias y selenas que De Leyes«.
«Hay mucha diferencia entre los compositores de la vieja escuela y los de ahora»
Yarea Guillén
De la buena salud que goza la música en este momento, propone varios ejemplos: «Maria José Llergo, Dani Fernández, Paula Koops, Valeria Castro, Judeline, Arde Bogotá…». La lista es interminable. «Tenemos a gente buenísima».
Yarea Guillén se suma a este grupo de artistas y compositores jóvenes. Cuenta con créditos en canciones de Dani Fernández, Edurne, Candela Gómez o Charlie USG. Para Guillén, la chispa inicial para crear una canción puede ser algo muy cotidiano: «Esta mañana estaba en el coche, se me ha ocurrido una melodía y me la he grabado parada en un semáforo, con la letra más o menos», dice la joven intérprete y creadora.
Esa idea inicial se trabaja con el productor y se deja una voz provisional grabada. Otro día que estaba «enfadadísima», le mencionó a su productor, Álex Granero: «He discutido con mi pareja, quiero hacer un tema de esto. Tírame una rueda. Entonces Alex me tira unas cuantas ruedas hasta que yo conecto con una y le digo: Esa, vamos por ahí».
Con ruedas, la bilbaína se refiere a progresiones de acordes, y detalla: «Me gusta mucho Re menor, Fa, Do, Sol. Es mi rueda de los hits, suena muy nostálgica». Explica que también hay acordes «súper míticos» del pop: «Do mayor, La menor, Sol, Re mayor».
Yarea está desvelando acordes utilizados en canciones como Hey Jude de los Beatles, Zombie de The Cranberries (La menor), Imagine de John Lennon (Do mayor) o Thinking Out Loud de Ed Sheeran (Re mayor).
Como ejemplo de canción con su «rueda de los hits», la compositora no duda en coger la guitarra y detalla: «La parte C de Me has invitado a bailar, de Dani Fernández, ahora no sé cómo estará porque la movimos de tono para que la cantara. Cuando la compusimos, la creamos como estas partes desgarradoras que dices…». Y directamente empieza a cantar: «No, no sé qué pasará, pero creo que tengo mucho más puesto en juego…».
Los artistas participan y se involucran cada vez más en el proceso creativo, pero antes se trabajaba de manera muy distinta: «Hay mucha diferencia entre los compositores de la vieja escuela y los de ahora», explica Yarea.
Recuerda la ocasión en la que Fernández y ella acudieron a una sesión con un compositor de unos «50 y pico». «Ya había hecho una base entera y tenía una línea de melodía de voz», recuerda. Faltaba la letra solamente y ambos sintieron que no era lo que querían: «Está bien el tema, pero no lo he hecho yo». «Vi un salto generacional«, observa.
De hecho, cuando empezó en la industria de la música, la joven artista pensaba que había grandes compositores que escribían canciones para otros, «como semidioses del Olimpo que estaban ahí escondidos». Y tampoco va tan desencaminada. El gran Manuel Alejandro escribió Yo soy aquel de Raphael o Yo soy rebelde de Jeanette. Ni el jienense ni la británica aparecen acreditados en la composición de la canción.
El paradigma actual es diferente. Paula Koops, joven intérprete con más de 300.000 oyentes mensuales en Spotify, considera crucial estar implicada, no solo en la composición de su música, sino incluso más allá: «Para conectar con la gente, necesito que mis proyectos sean autobiográficos y reflejen mis experiencias. Por eso, participo en todo el proceso creativo, desde la idea y composición hasta el videoclip y los shows. Me gusta estar involucrada en cada detalle».
Ainoa Buitrago explica que a veces «la gente viene sin nada y fluye». «Te los manda la discográfica buscando temas para radio y como compositora haces un gran trabajo de empatía». Y compara ese trabajo con otro oficio: «Yo soy como una traductora, tú me dices algo y buscamos una manera de encontrarlo. Me pasó con Miki Núñez que me empezó a contar una cosa de su abuela que estaba enferma e hicimos una canción súper bonita en 15 minutos, y es de las canciones más chulas que he hecho nunca». La canción en cuestión: Dime que no duele.
Hay una parte del proyecto, eso sí, que se le escapa al que es solo intérprete. Ese momento en el que los reyes son los tiquipum en el ordenador: en el silencio del estudio y frente a una gran pantalla de ordenador se lleva a cabo el proceso de producción.
«El productor te va pide que la maqueta ni la envíes a nadie ni la escuches mil veces que luego te obsesionas y te da ‘maquetitis'»
Ainoa está produciendo una canción suya: letra, música y voz. «He hecho el máster de producción en Warner», aclara. Para terminar otra canción, Nostalgia, incluyó «13 guitarras, un montón de arreglos de guitarra eléctrica, pero sin ser una producción súper densa. Tiene mucho curro, pero es minimalista». Y todas esas guitarras deben ser cuantizadas: «Cuantizar es ajustar la velocidad de ese instrumento, los BPM (beats por minuto). Para hacer ese proceso se utiliza un DAW, el software para dar forma a esa canción: por ejemplo Logic, Abelton o ProTools».
Para producir, lo ideal es contar con la voz definitiva ya grabada y dentro de ese DAW. Pero en este caso, en la canción hubo un pequeño problema a la hora de grabar en forma de catarro: «Estoy trabajando sin la voz definitiva por los plazos de entrega, porque esta voz no es la definitiva, así que grabaré la voz de nuevo». Ainoa parece ignorar que su voz «no definitiva» suena fantástica.
Marta Berlín, cantante emergente de Madrid que ya cuenta con miles de oyentes mensuales en Spotify, considera crucial la función del productor: «A veces me grabo ideas en mi casa y se las envío al productor, porque entiende el sentido en el que vas. Que esté en tu equipo es súper importante». La maqueta grabada en el estudio, el productor «te va a pedir que ni la envíes a nadie, ni la escuches mil veces, que luego te obsesionas y te da maquetitis, que es un término que se utiliza mucho».
Para dejar la canción finalizada quedan aún dos procesos. Lo que tiene Ainoa en el ordenador debe exportarse para llevar a cabo la mezcla ajustando los volúmenes. «Cuando todo el mundo queda contento con esa mezcla se lleva a masterizar, que es básicamente subirle el volumen a la canción sin que distorsione».
La magia ya está hecha. Una canción creada, subida a las plataformas digitales y enviada a la radio. Con suerte, ocurrirá lo que sueña Paula Koops: «Que, de repente, una canción se haga mega viral y te ayude a llenar un Movistar Arena y que pase lo que tú te imaginas en tu cabeza, ¿no?».