Nunca perdió la fe. Nunca dejó de creer que lo podía lograr. Sólo quiso demostrar lo equivocados que estaban quienes pensaron que nunca sería campeón. Esas críticas, de algún modo, le hicieron sonreír aún más. Porque el principal motor de Lando Norris (Bristol, 1999) fue siempre la diversión y el disfrute. Sólo así pudo sostenerse durante estas siete temporadas en la F1: 11 victorias en 152 carreras hasta alcanzar la cima. El undécimo piloto británico que se proclama campeón del mundo ha tenido que esperar a la última carrera y ha llegado a la cima con sólo dos puntos de ventaja. La gloria para quien ni siquiera quería que le pagasen por conducir en McLaren.
Es el hijo de uno de los hombres más ricos de Inglaterra, así que el dinero nunca ocupó un lugar primordial. La fortuna de Adam Norris supera hoy los 200 millones de libras, pero Lando siempre luchó para encontrar su sitio por méritos propios. Desde la Milfield School, un exclusivo centro privado a razón de 20.000 libras anuales (unos 23.000 euros), hasta su aterrizaje en McLaren en 2019, cuando empezó a trabar amistad con Carlos Sainz. El chico quería demostrar que la inversión había merecido la pena. Que no era una pérdida de tiempo. Que todo llegaría con trabajo duro, dedicación, determinación y sacrificio. Y que jamás iba a pagar por un asiento de F1.
Mark Berryman, su agente desde los 12 años, dice conocerle mejor que su propia madre, nacida en Bélgica, por cierto. Fraser Sheader, el otro socio fundador de ADD Management, también le acompañó desde que era niño en aquella autocaravana. Lando poseía un talento natural y la prensa iba pronto a colgarle la fatídica etiqueta. Sería el heredero de Lewis Hamilton. Al chaval le apasionaba vivir así, confraternizando con los mecánicos, recogiendo el garaje, desmontando su kart después de cada carrera… Sin embargo, aun tras su título de campeón mundial de 2014 necesitaba contactos. Los que le podía facilitarle Zak Brown.
Vínculo con los ‘rallies’
El estadounidense se había ganado fama en el paddock por su habilidad para encontrar patrocinadores, así que concertó una reunión con Ron Dennis, propietario de McLaren. A comienzos de 2017 ingresó en la academia de Woking. Apenas 12 meses después tarde compartió asiento con Fernando Alonso en las 24 Horas de Daytona. Su relevo nocturno, bajo la lluvia, dejó boquiabierto al asturiano. Sin experiencia alguna en prototipos, había recuperado 33 segundos en 20 vueltas. Aquella hazaña al volante del Ligier #23 del United Autosports quedaría grabada en la memoria de Alonso. Durante el GP de Gran Bretaña 2021, se intercambiaron los cascos. «Eres una estrella, una estrella de rock», escribió Fernando, poco dado a los cumplidos.
En verdad, su único ídolo durante la niñez había sido Richard Burns, campeón mundial con Subaru (2001). Así que ese vínculo con los rallies le sirvió para ganarse también a la familia Sainz, que presumía del buen rollo en la sociedad Carlando. Tras el salto del madrileño a Ferrari, Norris sufriría un terrible desencanto en el GP de Rusia 2021. Hubiese ganado en Sochi de no ser por su cerrazón a la hora de montar los neumáticos de lluvia. Y aún tuvo que esperar un total de 110 carreras antes de escuchar, al fin, el God save the Queen en el Hard Rock Stadium.
No sólo truncó ese maldito registro de más podios (14) sin victoria, que había arrebatado a Nick Heidfeld, sino que puso fin a la sequía del automovilismo británico, en blanco a lo largo del Mundial 2023. Andrea Stella, team principal de McLaren, subía a lo más alto del podio 12 años después. Se decretó día de fiesta en Miami y Zak tuvo que retrasar el vuelo de regreso. Lando se había presentado el jueves con la nariz hecha un cisco, pero acabaría celebrando con Verstappen a altas horas de la madrugada del lunes. Así funciona esta F1, con los rivales más enconados compartiendo jet privado, reservado y pista de baile.
Dejar atrás a Coulthard
Quería ser el más rápido, pero también el más humano, mostrándose vulnerable frente a las cámaras, hablando con franqueza sobre la presión y priorizando la salud mental. Su modo de acercarse a los fans, con tantos defectos y taras por delante, le han convertido en modelo de conducta para la Generación Z.
Bien que se llamaba a escándalo David Coulthard por ello, antes de que el pasado viernes, Norris le arrebatase su récord de más carreras con McLaren (150). Durante sus nueve temporadas en Woking (1996-2004), el escocés hizo méritos para ser catalogado como uno de los mejores de la historia sin la corona. En 2001 sólo tuvo que rendirse ante Michael Schumacher. Siendo un piloto de la vieja escuela, capaz de sacar el dedo corazón al kaiser en pleno GP de Argentina 1998, su historia guarda curiosos paralelismos con Norris.
Antes de las actuales papaya rules, que tanta polvareda levantaron con Oscar Piastri el año pasado en Bakú o hace dos meses en Monza, Coulthard ya tuvo que ceder el paso para que Mika Hakkinen ganase el GP de España 1997 y el GP de Australia 1998. Los errores con el embrague en las salidas y su complejo de inferioridad frente a Verstappen ya ni siquiera resuenan como ecos del pasado. Norris es campeón por legítimo derecho.
