La inflación repuntó una décima más de lo previsto en junio al 2,3% por la subida de los carburantes, según los datos del IPC publicados este martes por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
El aumento de los precios en las gasolineras se debe al encarecimiento del petróleo en los mercados internacionales, y del gas, por las guerras y las tensiones geopolíticas, sobre todo entre Israel e Irán. En mayo, esta inflación interanual se quedó en el 2%, tres décimas por debajo del nivel de junio.
Con esta aceleración del IPC (Índice de precios de consumo) interanual (respecto al mismo mes del ejercicio anterior) en junio, la inflación vuelve a los ascensos después de haber encadenado tres meses de descensos, aunque “confirma la tendencia a la estabilización en torno al 2%, nivel de referencia para el Banco Central Europeo (BCE)”, según defienden fuentes del Ministerio de Economía.
Estadística explica que el repunte del IPC hasta el 2,3%, desde el 2% de mayo, se debe efectivamente al encarecimiento de las gasolinas, “frente al descenso de precios experimentado en junio de 2024”, y, en menor medida, a la subida de los precios en los supermercados y en las tiendas de alimentos, mayor a la registrada un año antes.
La inflación general acumula desde 2021 un ascenso de algo más del 20%. Es decir, la vida en junio es un 2,3% más cara que hace un año y un 20% más cara que hace cuatro años. De esta manera, se entiende mejor el daño al ‘bolsillo’ de las familias de esta crisis de inflación ‘pegajosa’, en la que la mayor pérdida de poder de compra se sufrió en 2022.
“España continúa con una situación de estabilidad y moderación de precios que, junto a los aumentos salariales, permite que los hogares sigan ganando poder adquisitivo, conjugándose con unas perspectivas de crecimiento económico por encima de las principales economías europeas”, defienden en el Ministerio de Economía, que lidera Carlos Cuerpo.
El aceite de oliva baja casi un 50% desde máximos
Una de las buenas noticias de los últimos meses es la bajada del precio del aceite de oliva. Con los datos de junio, el ‘oro’ líquido acumula un descenso del 48% desde el pico alcanzado en abril de 2024 y se sitúa en niveles de hace más de dos años.
El mes pasado, destacó también la desaceleración de los servicios de alojamiento y la menor contribución de los paquetes turísticos.
De hecho, la inflación subyacente se mantuvo en junio contenida en el 2,2% interanual. Este IPC subyacente excluye de su cálculo los precios de energía y de los alimentos por ser los productos más volátiles de la cesta de la compra de referencia del INE para dar una visión más estructural de la inflación.
La avaricia de las empresas
En el relato de la última crisis de inflación que ha hecho el BCE en la reciente revisión de su estrategia, sin mencionar las consecuencias de la avaricia de las empresas, y de algunos sectores en concreto, sí que reconoce lo evidente. En 2021, en la salida de la pandemia, “las perturbaciones en el sector energético, alimentario y de la cadena de suministro [del comercio global] desempeñaron un papel especialmente importante en el repunte inicial de la inflación”, recoge el informe de la institución de principios de julio,.
“Los factores de oferta, tanto globales como nacionales, fueron los que más contribuyeron a la inflación”, continúa. “Una transmisión inusualmente elevada de los costes de los insumos energéticos a los precios finales […] desempeñaron un papel importante en la transmisión de las perturbaciones”, prosigue el BCE. Finalmente, “los salarios reaccionaron a las subidas de precios con cierto retraso, lo que resultó en un aumento inicial de los beneficios de las empresas, pero a mediados de 2023 estos comenzaron a absorber un mayor crecimiento salarial”.
Es decir, la avaricia de las empresas disparó la inflación desde 2021 y es otra vez, en esta nueva etapa, el mayor riesgo, aunque el BCE directamente no menciona “la inflación de vendedores” o “de beneficios”, que son conceptos que utilizan los economistas más críticos, y están prohibidos para la ortodoxia de la política monetaria.
“El enérgico endurecimiento de la política monetaria en respuesta al repunte inflacionario [las subidas de los tipos de interés, que buscaban ahogar a las familias y a las empresas para rebajar así la inflación y que en los últimos meses la propia institución está revirtiendo por el frenazo del crecimiento económico] fue crucial para mantener ancladas las expectativas de inflación a largo plazo, evitar una espiral de precios y volver a acercar la inflación al objetivo de manera oportuna”, se autofelicita el BCE. Lo que no menciona el regulador financiero es que las subidas de los tipos de interés oficiales —que se trasladan al Euríbor y, por tanto, a las hipotecas— se unen a la inflación y ejecutan un golpe doble que se ceba con las familias más vulnerables.
Doble golpe a las familias: precios y tipos
La última Encuesta de Presupuestos Familias (EPF) del INE corrobora este daño multiplicado por dos (precios y tipos), ya que techo y comida se llevan el 60% del gasto de los hogares más pobres de nuestro país, 20 puntos más que de los que viven más holgadamente. Visto de otra manera. De cada 100 euros, en 2024, tras pagar el alquiler o la hipoteca, la luz, el gas, el agua y llenar la nevera, las familias más pobres solo gastaron cada mes 40 euros para otras partidas, como la factura del teléfono, la cultura o el dentista. O dándole otra vuelta, mientras las subidas de los precios de la vivienda y de los supermercados asfixian a los españoles más pobres, los hogares más ricos pueden permitirse dedicar uno de cada tres euros a ocio, restaurantes, hoteles y transporte. Por el contrario, las familias más vulnerables se dejan solo 16 euros de cada 100 de su gasto total en ir al cine, en cenar fuera de casa, en coger aviones…