La doble vida sin vacaciones de Álvaro Benito: «Entre el fútbol y la música, este año he llegado a mi límite»

Fan número uno, en el parking de una gasolinera: «¡Álvaroooo! Eres el mejor comentarista del Canal Plus. ¿Me puedo hacer una foto contigo?».

Álvaro: «Sí, hombre, cla…».

Fan número dos, por sorpresa desde detrás de un coche: «¡Esperaaa! ¡Termino de mear y voy yo también!».

Álvaro: «Vale, pero no querrás darme la mano ahora, ¿verdad?».

Risas. Clic. Posado. Clic. Despedida sin contacto. Clic.

El día a día de cualquier famoso en España es una película tan surrealista como entrañable. Más todavía si el famoso en cuestión ha alcanzado el estatus de ídolo intergeneracional. Álvaro Benito es, dondequiera que vaya, un imán para los selfis. Por varios motivos. Primero, porque se trata de uno de esos tipos mediáticos y pintones que involuntariamente desprenden familiaridad de colega de toda la vida. Segundo, porque ha convertido (también sin pretenderlo) su historia de superación personal en un espejo XL. Y tercero, porque su exposición pública recuerda a la de un superhéroe con pluriempleo.

Entre septiembre y mayo, Álvaro Benito es el ex futbolista del Real Madrid que analiza los mejores partidos de la Champions con mirada láser y sin bufanda al cuello. Entre junio y agosto, Álvaro Benito es el rockero que se cruza el país de punta a punta y anima a desfogar a quinceañeras y cuarentones con himnos a todo trapo. Antes sólo con Pignoise, la banda que montó cuando una lesión lo retiró prematuramente, y ahora también con su nuevo grupo, Chicle.

«Es algo que llevaba cocinando a fuego lento muchos años, porque empecé a tener inquietudes diferentes a nivel artístico. Me dije: ¿por qué no? Pero sí, también me dijeron: ¿dónde vas, zumbao?», admite.

La doble vida de Álvaro Benito (Salamanca, 48 años) tiene algo de expediente equis en el país de la procrastinación y la verbena. Lo suyo es como si Carlos Alsina, clausurado el curso político, aparcase el micrófono y los auriculares para dar recitales de piano. O como si Ibai Llanos brincara del sillón de streamer a la mesa de mezclas de Amnesia en cuanto arreciasen los calores.

«Este año ha sido especialmente terrorífico. Se me ha juntado que ha habido más fútbol que nunca, la composición y grabación del nuevo disco de Pignoise, los ensayos para el concierto por el 20 aniversario del grupo y la propia actuación en el Palacio de los Deportes, el documental sobre mi carrera deportiva que ha preparado Movistar Plus+, los ensayos con Chicle… Me puse malo de la voz, algo que no me había pasado en la vida», reconoce el fugaz extremo izquierdo madridista. «Soy muy burro y tiro adelante con lo que sea, pero este año he llegado a mi límite«.

Una pequeña muestra. Miércoles, 27 de noviembre de 2024: Liverpool-Real Madrid. Álvaro viajó a la ciudad de los Beatles para comentar para la tele lo que al final fue un batacazo blanco (2-0). Al día siguiente arrancaba en Zaragoza la gira de salas de Pignoise. «Tenía que coger un vuelo Liverpool-Barcelona y, allí, subirme a un AVE. El vuelo se retrasó y perdí el tren. Tuvimos que contratar a un conductor para que me llevara. Si el concierto era a las 21.30, llegué a las 21.00», comenta con alivio retrospectivo. Aunque él, antiestrella hipertatuada en dos universos sobrados de egos, portavoz de la crítica constructiva entre el griterío de los hooligans, tiende a relativizar.

«Ahora las giras no son como las de antes, cuando Pignoise empezaba a tener éxito y donde las actuaciones las organizaban los ayuntamientos. En un verano llegamos a hacer 137 conciertos. Ahí sí que perdías, como digo yo, la loción del tiempo«, bromea. «Terminaba de cantar y me quedaba callado hasta el siguiente bolo. Incluso tenía un pizarra donde escribía ‘Pídeme una ensalada’ o ‘Quiero una manzanilla’ porque, si no, era imposible», añade en el vestíbulo del mejor hotel de Alcañiz (Teruel) apenas unas horas antes de subirse al escenario del Gumma Fest con su banda como cabeza de cartel.

Jorge Valdano fue el entrenador que le dio la oportunidad de debutar en el Santiago Bernabéu hace justo 30 años, recién cumplida la mayoría de edad. Ahora es el amigo con quien comparte plató y que un día le dio un consejo: «No dejes que lo extraordinario se convierta en ordinario«. El antiguo pupilo saca zumo cada día de aquella recomendación. Podría dedicar la pretemporada balompédica -cada vez más corta- a sestear en la hamaca de una playa en el Índico. Sin embargo, él prefiere hacer lo contrario. «Estoy en un momento en el que me siento más músico que nunca, seguramente más que cuando me dedicaba sólo a la música», se sincera. «Si quiero conseguir lo que quiero conseguir, no me queda otra que dedicar el verano a tocar». Rock and roll, se ha escrito con tinta en el dorso de su mano derecha.

Desde el pasado 31 de mayo, cuando se despidió de los espectadores de Movistar Plus+ en el postpartido del PSG-Inter de Milán, ha tocado con Pignoise en Cuenca, Alcorcón (Madrid), Valencia, Alcañiz, San Javier (Murcia), Punta Umbría (Huelva)… En paralelo, el también entrenador, podcáster (No son once) y colaborador de la Fundación Española para el Fomento de la Investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (Fundela) defiende estos días en directo el álbum de debut de Chicle (La belleza). En un tirabuzón tremebundo, las dos formaciones coincidirán en la segunda jornada (jueves 7 de agosto) del festival Sonorama Ribera.

«¡Espero que pasemos un buen rato juntos y revueltos!», alentaba en los primeros instantes sobre la tarima de Alcañiz, donde Álvaro y sus compinches Pablo Alonso (bajo), Héctor Polo (batería) y Sergio Santabárbara (guitarra) consiguieron casi un milagro: que alrededor de 5.000 jóvenes pasasen de acompañar el Quédateeeee de Quevedo que sonaba en los altavoces a desgañitarse con Todo me da igual, Cama vacía o Quiero.

Un golazo en campo contrario.

¿Qué te resulta más gratificante y más sacrificado de tu doble vida?
Lo peor es no tener tiempo para mi vida social. Hay muchos procesos que la gente no ve que son necesarios para hacer un disco nuevo o para dar un concierto. Si sólo fuera coger la guitarra y subir al escenario… Pero he elegido este camino y lo hago encantado. Mis trabajos me hacen muy feliz. Vivo cosas increíbles gracias a ellos.
¿Cómo te cuidas?
No salgo nunca. Nunca es nunca. Duermo mucho y bien. Como muy sano y no bebo apenas alcohol. Antes, todavía me tomaba una cervecita. Ahora ni eso.
¿Cuál es tu perfecta postal de verano?
Una con muchos conciertos en la que no haya Eurocopa ni Mundial y que me permita hacer un viaje lejos. Hace varios años que no puedo y me encantaría, por ejemplo, conocer la Costa Oeste de EEUU, Argentina o Islandia. Ah, y que me permita ir a las fiestas del pueblo de mi padre, en Salamanca. Este agosto, como ningún equipo español juega la Supercopa de Europa y no tengo que viajar, puedo comentarla desde el locutorio en Tres Cantos y luego volverme y pasar en el pueblo otros cuantos días más.
¿Los veranos de no hacer nada están sobrevalorados?
No recuerdo lo que es eso… Eso sí, cuando tengo algún día libre necesito recluirme en casa, aburrirme un poco y seguir una rutina: hacer deporte, estudiar con la guitarra, darme un paseo, ver un documental o una serie, leer… Leo mucha biografía. Me inspira.
¿Llevas la cuenta de los trenes y aviones a los que te subes cada temporada o eso sería masoquismo?
No, no… Un año, cuando todavía comentaba La Liga y al mismo tiempo hacíamos el programa de la Champions desde Barcelona, fui allí 37 veces. Aprovecho los viajes en el AVE para escribir las letras de las canciones… Siempre voy con mi cuadernito.
¿Cómo reaccionas si alguien te llama trabajólico?
Puede ser… La vida va un poco decidiendo por ti. Hace unos años yo estaba focalizado en ser entrenador [fue despedido como responsable del juvenil B del Real Madrid en 2019 por criticar al equipo tras un Clásico en la Copa del Rey]. No veía las colaboraciones con los medios de comunicación como algo prioritario. De repente, dejo de entrenar, vuelvo a la música, el grupo empieza a crecer como nunca [Pignoise estuvo en pausa entre 2015 y 2021] y yo también empiezo a crecer en Movistar [se incorporó a las retransmisiones como analista habitual en 2020 tras la muerte de Michael Robinson]. Me veo en un lugar en el que hace cinco o seis años no esperaba estar… Mi vida ha sido inexplicable.

Álvaro Benito lleva dos décadas combatiendo prejuicios como compositor, cantante y guitarrista. A finales de los 90 era visto como una joven promesa escacharrada y sin repajolera idea que pretendía hacer punk-rock, como si para dedicarse a la música hubiera que presentar ya de entrada el título del conservatorio. «No nos querían ni muertos en ningún sitio«, recuerda sin trauma. Luego, a mediados de los 2000, cuando Nada que perder arrasó como sintonía de Los hombres de Paco y Pignoise aparecía/sonaba con cierta frecuencia en la serie, impulsada por el gusto popular, Álvaro pasó de ser un bulto sospechoso a una rareza tolerada. Sin más. Porque, con los años, el hecho de no tener discográfica tras un par de experiencias insatisfactorias le penalizó promocionalmente. Y porque una banda que miraba con admiración a Green Day resultó invisible para la radiofórmula del latineo y el flamenquito. Ni siquiera en las emisoras alternativas le dieron cancha entre tanto indie.

Paradojas: los hijos millennials de aquella camada -de Carolina Durante a Alcalá Norte, pasando por Cala Vento– parecen haber bebido del rock directo reivindicado por el zurdo que irrumpió junto a Raúl y Guti. El impacto de su trayectoria musical puede comprobarse en la nómina de colaboradores de su álbum-efeméride y el superconcierto que Pignoise dio a principios de marzo en Madrid: Calamaro, Loquillo, Hombres G, Los Secretos, Rulo y la Contrabanda… Incluso una conocida marca de cerveza le pidió en el último San Isidro a Álvaro Benito y su tropa que reinterpretasen un chotis.

¿Estar permanente activo es una necesidad vital para ti?
Siempre digo que lo más interesante de la vida sucede cuando te mueves, en tu casa no te va a pasar nada interesante. La pereza es un enemigo que todos tenemos comiéndonos la oreja, diciendo: ‘¿Para qué vas a seguir currando? Túmbate y deja la guitarra…’. Si me hubiera quedado deprimido en el sofá, nadie nos habría querido grabar un disco. Yo soy mucho de hacer cosas.
Eso de que la inspiración te pille trabajando…
¡Siempre! Mis parejas se suelen quejar de que me paso todo el día en el zulo…
¿Y si contactan contigo para volver a entrenar?
Soy muy claro: tendría que ser algo irrechazable.
¿Qué es irrechazable?
Un equipo de Primera División. Si uno me llama, ¿cómo no voy a ir? A la música siempre puedo volver. Y a la tele puedo volver… o no. Una oferta de un Primera es un tren que pasa una vez en la vida. Pero vamos, que eso no va a suceder.

El próximo álbum de Pignoise se titulará Las ganas y aparecerá en septiembre. En el primer sencillo, Atardecer, el chaval que comenzó la carrera de Derecho en la Complutense con intención de llegar a notario, el prometedor dorsal 24 que no pudo triunfar con botas de tacos, el obrero de la composición a pesar del ninguneo, el estudioso de la táctica que departe a ras de césped con su ex compañero Luis Enrique, el rockero infatigable, advierte: «Cada vez cuesta más resucitar…».

La noche siguiente tocaba en Villajoyosa.