La dibujante que transforma el duelo en una fábula emo: «Solo quería llorar a todo pulmón»

Hay quién piensa que todo está dicho y hecho en el universo del cómic, que no hay por dónde explorar, que los márgenes ya se han tentado lo suficiente. Luego llega Natalia Velarde con Encías Quemadas (Reservoir Books), su ópera prima, y te expele del marco, literalmente. Velarde debuta en la novela gráfica con una fábula autobiográfica que nace de la experimentación pura. Su tebeo se desentiende de la casilla tradicional del cómic, con un trazo casi desbocado que establece sus propias reglas. Es lúgubre, es sugestivo, es osado; y como lo llama ella sin ningún tipo de pudor ni prejuicio: «Es muy emo«.

El cómic surgió de la necesidad de explorar con distintas formas, explica la autora. «Empezó con la idea de indagar en el diario gráfico, la ficción, la poesía, lo abstracto… quería ver cómo podía mezclar todo eso con una narrativa más clásica. También con las historias mitológicas con las que ya había trabajado antes, y los sueños».

El carácter onírico es esencial en el universo de la novela gráfica de Velarde, y la naturaleza autobiográfica de la historia va mucho, muchísimo más allá: todos los sueños que se dejan ver en la historia son suyos. Para la ilustradora, dentro del propio relato «lo más real son esos sueños». A partir de ahí, lo único que le quedaba era fusionarlo con su «yo más íntimo».

La ilustradora hace de sus miedos más arraigados un camino que recorrer (y también disfrutar) y los convierte en sus aliados. «Es flipante cómo a veces trabajas con ideas que llevan contigo desde hace años sin darte cuenta», asegura. Perder a su perro, Tapón, siempre había sido su mayor temor; así que con Encías Quemadas buscaba plasmar ese miedo: «En el fondo es una huida hacia adelante, un intento de evadirse de las emociones que trae la muerte de alguien muy querido. Pero también es un reflejo del miedo a hacerse adulto».

Para ella, la muerte de su fiel Tapón representa «una señal que marca un antes y un después»; una forma de asimilar que el mundo que conoció en su infancia se había quedado atrás. «Perder ese pequeño ecosistema da mucho miedo. Eso para mí es hacerse adulta: perder esa tribu que te acompañó desde niña. Y Tapón fue el inicio de esa conciencia». Su respuesta fue la esperada: «Quería llorar a todo pulmón y ya está». Pero de dramatismo aséptico no se trata la vida y la obra final debía mantener esa dualidad. «Quería mostrar que la vida es una mezcla de cosas muy duras y cosas muy bellas», mantiene Velarde.

De su yo más personal surge la historia de Piel de Perro, una criatura extraña, parte animal y parte humana. En un mundo apocalíptico donde los monstruos desbordan de los márgenes, la protagonista se dispone a encontrar al Autor para que reescriba un final mejor para este mismo relato.

El duelo y la superación empapan el trazo de cada ilustración de Velarde. Ella suele trabajar en papel, pero no reniega de lo digital. De hecho, creó su cómic debut casi completamente en este formato: «Para mí no hay una diferencia entre lo manual y lo digital, por lo menos en mi forma de trabajar. El tratamiento de las páginas es muy similar. Creo muchas veces de forma pictórica». A pesar de ser un cómic creado esencialmente vía software, las páginas de Encías Quemadas siguen siendo plásticas, continúan gritando artesanía a todo pulmón: «Cuando siento que algo ha quedado demasiado digital o poco texturizado, escaneo texturas tradicionales y se las añado. También trabajo con pinceles digitales que son bastante fieles a los reales». Crear cada página le llevó entre 15 y 19 horas de trabajo. Si se le atascaba alguna, cuenta, podía pasarse una semana dándole vueltas. El resultado: un proceso creativo de tres años completos. «En teoría, debería haber tardado uno», ríe. Pero la vida pasa, y no parece importarle en absoluto.

En gran parte, el motivo de un tratamiento tan sumamente dilatado fue el dejarse llevar. Velarde partió de conceptos abstractos, sin rumbo alguno; y eso… le apasiona. Porque cuando todo es juego, las cosas van muchísimo mejor. «Se disfruta mil veces más cuando no sabes a dónde vas», dice.

Todo artista encuentra refugio en su obra, y Encías Quemadas es su espacio, su burbuja. «Es un sitio en el que soy muy egoísta. Pero oye, yo necesito ese egoísmo para ser feliz», confiesa. Si es una decisión inteligente o deja de serlo… ya pasa a ser otro tema. Ser devoto a tu arte conlleva su parte de riesgo: «Exige muchísimo tiempo, pero a la par, te encuentras en unas condiciones muy precarias, y siendo realistas, ¿cuánto tiempo puedes permitirte hacer esto? Conozco a gente que literalmente prefiere sepultar esa parte de sí misma porque el mundo real se impone».