Entre 1983 y 1986, con la reconversión industrial de fondo, Asturias ardía casi a diario: huelgas en pozos mineros, talleres, astilleros y siderurgia; presencia policial constante, cargas contra los manifestantes y batallas campales; la muerte del estudiante Raúl Losa en una de las protestas que pudo acabar en el estallido definitivo de Gijón… Y, en mitad de todo, la voz de Jorge Martínez, que ayer se apagó a los 70 años por un cáncer: «En la calle hay coches ardiendo / los parados están limpiando/ el norte está lleno de frío / Y siempre llueve en domingo / La policía está en peligro / Y siempre hay detenidos».
Aunque el cantante de Ilegales nunca aceptó que le dijeran que su grupo y sus letras eran puramente políticas, pocos retrataron la caída industrial de Asturias y todas las consecuencias sociales, económicas y hasta psicológicas que arrastró la región de aquellos años con la precisión con la que él lo hizo. El norte está lleno de frío –la canción a la que pertenecen los versos anteriores– es el ejemplo más evidente por sus referencias a lo que vivía la Asturias obrera en 1985.
Pero, entre incalculabes dosis de chulería y provocación, la realidad social que pisaba en su día a día –y de la que alguna que otra vez también participó a golpes– estuvo en sus letras desde los inicios de Ilegales. La primera canción de su primer álbum, Ilegales, es Tiempos nuevos, tiempos salvajes, de 1982. En su letra ya había una declaración de intenciones del bando que Martínez había elegido: «No hay nada sin lucha / Ni aire que respirar / No eres un juguete / Levántate y lucha ya».
Mientras ese estallido a mediados de los 80 recorría la geografía y la sociedad asturianas y las industrias se empezaban a cerrar –Ensidesa, Talleres Moreda, Cantábrico y Riera–, Ilegales canalizaba lo que sentía gran parte de una sociedad que veía irse su pujanza industrial, sus aspiraciones de futuro y también en muchos casos sus vidas con la epidemia de heroína que se instaló en zonas como las cuencas mineras. Aquel supuesto macarra, con camperas de caña baja, les gritaba lo que estaba por venirles a ellos y otros muchos.
Sin remedio, Delincuente habitual, Harto de ser el malo del lugar, Que mal huelen los muertos, No me gusta el trabajo… hablan de todos los líos y los problemas en los que Jorge Martínez se embarcó con su grupo, pero todas venían cargadas con algo que decirles a los trabajadores que estaban perdiendo sus trabajos con el cierre de su industria. «El trabajo es una gran putada / me echaron del curro por ser un vago / estoy muy contento de estar en el paro», decían Ilegales en No me gusta el trabajo. «El chico malo no tiene trabajo / lleva los bolsillos llenos de nada», cantaban en Harto de ser el malo del lugar. Y en Yo soy quien espía a los niños: «Diez mil obreros en paro esperan / en la plataforma de suicidio colectivo».
Y, cuando acabaron los 80, a medida que la crisis se agravaba en Asturias hasta que su industria acabó en extinción, Jorge Martínez seguía cantando sobre lo que allí pasaba. Hasta en los discos de los 90 que exploraron mayormente la sexualidad y la lujuria se filtraba la realidad social. De 1995 es Lo único que consigo hacer bien es el mal, incluida en El corazón es un animal extraño. Y en ella se dicen cosas como «En mi barrio hay ley; la ley del más fuerte / Vivimos esperando la muerte» o «Miro el futuro y lo veo muy negro». De 2003 son Vuelven los problemas y el disco Si la muerte me mira de frente, me pongo de lao. En ese tema un verso dice: «Vuelven las litronas y el paro juvenil».
En esa exploración de la realidad que rodeaba a la región también estuvo el consumo de pastillas y los elevados índices de suicidio –el mayor de España está en Asturias y Galicia–. Ya en algunas canciones de los 80 como Ella saltó por la ventana empezaba a verse: «Unos tragos de lejía / un salto desde la ventana / no estaba loca simplemente estaba rota». Y en su último disco, el que sirve como último legado, Joven y arrogante, hay una canción completa dedicada al asunto, Orfanato minero. Escuchen: «Con su ropita de luto / Triste y callado va el niño En casa falta el dinero/ Bienvenido compañero al orfanato minero».
Pero ni con esas. Él no hacía música política.
«Yo vivía y veía lo que tenía a mi alrededor. Hacía música para que todo el mundo se lo pasara de puta madre. Bueno, para decir algo a algún hijo de puta también«, reconocía el pasado mes de febrero, en una mesa de la terraza del club de golf en Las Caldas, con una copa de vino tinto y unas costillas por degustar, al preguntarle por el tema.
Lo que Jorge diga.
