Hace ahora algo más de una semana, John Cena (West Newbury, Massachusetts, 1977) hacía volar por los aires a Charles Robinson, uno de los árbitros de la empresa de lucha libre WWE, para retener el cinturón de campeón mundial de la marca durante el evento Night of Champions. Este pasado miércoles, el luchador estrenaba la comedia de acción Jefes de Estado, que protagoniza junto a Idris Elba y que en sus primeros días en el catálogo de Prime Video se ha convertido en el contenido más consumido de la plataforma en este momento. Porque en esa dualidad de popularidad es en la que anda ahora sumergido él.
Cena es el personaje más laureado que haya tenido nunca la empresa líder de lucha libre en todo el mundo, suyos son 17 campeonatos mundiales -el último recientemente conseguido gracias a la ayuda del rapero Travis Scott y que establecía un nuevo récord de cinturones- y también la responsabilidad de haber sido la cara del negocio durante algo más de una década. Ese John Cena se encuentra ahora en una gira de despedida por los rings de todo Estados Unidos. Los que le han convertido en una estrella y los que le abrieron la puerta al mundo del cine comercial. Aún no está establecida la fecha exacta, pero él ya ha advertido que será este mismo año cuando se produzca su renuncia a la lucha libre para volcarse únicamente en su carrera como actor, dispuesto para las comedias de acción que le reclamen.
Aunque ya desde 2016, coincidiendo con una menor presencia en la WWE, su filmografía ha ido engordando en el registro de la comedia, mayormente de acción. Ahora la intención de Cena es que, al margen de alguna puntual presencial fuera del ring en la lucha libre, su faceta de actor vaya ganando terreno. Y Jefes de Estado, en la que se transforma en un presidente de Estados Unidos con pulsiones de tiktoker, es el primer paso. «Me lo he pasado muy bien. Sinceramente, siempre que tenga la oportunidad de trabajar con este equipo voy a aprovecharla. Yo no puedo tomar decisiones en el mundo del cine, eso está por encima de mi nivel salarial. Pero cuando surgió esta oportunidad, fue sin duda una gran excusa para volver a reunir al grupo», afirma en un encuentro online con algunos medios internacionales sobre volver a coincidir con Idris Elba, que encarna al primer ministro británico, cuatro años después de El escuadrón suicida.
Nuevamente ambos unidos por la acción, por las explosiones en aviones, naves industriales, edificios institucionales… Y, para todo eso, la lucha libre también ha servido como entrenamiento a John Cena. Allí ya había traspasado con su cuerpo mesas, focos de iluminación y lunas delanteras y traseras de coches. También se había precipitado desde escaleras y jaulas de metal a varios metros de altura. «De todo se puede aprender algo en la vida», indica el actor. Y sigue: «Pero creo que hay algo especial que puedo sacar de actuar en directo ante decenas de miles de personas muy emocionadas durante 25 años. He aprendido lo que es emocionante y lo que es humillante. Espero que algún día le pueda hacer saber a ese público lo agradecido que estoy por todas las cosas que me han enseñado».
Uno de esos aprendizajes es reponerse de movimientos que no salen como deberían cuando hay miles de personas mirando y gritando a unos metros de distancia -y otros varios millones a través de la pantalla-. Una situación que en el cine no se produce. «La coreografía aquí es difícil también y cada uno la entiende a su nivel. Pero la gran diferencia entre el cine y la lucha libre es que aquí solo se muestra lo bueno», detalla John Cena, que recurre a una anécdota que contaba Jackie Chan cuando le preguntaron con una acrobacia que había hecho lanzando un abanico para que este volviera a su mano. «Él dijo que solo se veía la que había salido bien y no en todas las que había fallado. Hay muchas cosas que cambian, pero lo haces por partes. Es mucha memorización y tú simplemente entras en ti, consigues una y ya está bien».
Además, según reconocen los protagonistas de Jefes de Estado, aunque en la película de Ilya Naishuller hay una constante acción, enlazando escenas de explosiones con conducción temeraria y artes marciales, ninguno de los participantes resultó herido durante el rodaje. «Me alegra mucho poder decir que hicimos una película de acción enorme y nadie salió herido. Eso es tener un buen día en la oficina», remarca Cena, que incide en «el riesgo» que existe a la hora de afrontar ese tipo de filmaciones. «Cuando ves la película es grandiosa, con muchas cosas explotando y muchos choques. Pero nadie tuvo problemas ni resultó herido».
Y para que eso fuera así, sus compañeros sitúan como elemento central al propio Cena. «Cuando ves a alguien como John, que obviamente tiene mucha experiencia en peleas, hace que todos mejoremos», reconoce Idris Elba. Y su colega le da la réplica de inmediato: «Tío, si puedo ser un vehículo para la eficiencia, lo haré cualquier día de la semana. Además estoy pensando que en el Air Force One [el avión del presidente de Estados Unidos] no hay mucha lucha y hacer todas esas cosas destructivas que hicimos en ese avión fue bastante desafiante».
Porque esa aeronave, ya al principio de la película, salta por los aires cuando un grupo de mafiosos lo ataca con misiles mientras el presidente estadounidense y el primer ministro británico vuelan en su interior. El argumento base de Jefes de Estado no es otro que durante dos horas poner en peligro la vida de ambos y que estos se vayan convirtiendo en algún tipo de superhombres que sobreviven a cualquier circunstancia por desafiante que esta sea. Y, en mitad de ese caos, no es difícil encontrar algunos paralelismos, ciertas similitudes entre la actitud de Will Derringer -el dirigente que representa John Cena- y el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump. «Esa es una cuestión increíblemente difícil que voy a esquivar. Somos actores que interpretamos papeles en una película para entretener. Y si hay conclusiones que puedan aplicar a la vida real o perspectivas sobre el gobierno o la política, son personales de cada uno. Nosotros solo intentamos dar un pequeño y agradable escalofrío», despeja el actor ante cualquier referencia política.
Porque para quien ha dedicado gran parte de su vida a la lucha libre, lo que importa es el lenguaje que surge de la acción. «La acción es un lenguaje universal que se habla en todo el mundo, independientemente de si entiendes o no un chiste. Cuando se hace en el ámbito de la comedia de acción, eso significa que más público puede entenderlo y gente de todo el mundo lo puede apreciar».