Historias de los españoles, el Imperio y la libertad: «La vida se volvió peligrosa y la gente aprendió a vivir en la intolerancia, a adaptarse»

¿Existe una idea de inconformismo individualista que hile la historia de los españoles en los dos lados del Atlántico durante los siglos de los virreinatos y las batallas en Italia y Holanda? ¿Existe una noción de libertad moderna que prosperase en medio de la contarreforma, la guerra continua y la leyes de sangre? ¿Cómo se entiende que el arte español en los siglos del barroco esté lleno de poetas místicos, enanos orgullosos y santos transidos que elegían la soledad porque preferían la libertad?

La libertad entre los españoles es la idea que une a las figuras retratadas en el ciclo Biografías e Historia, un programa de cuatro ponencias organizado por la Fundación Banco Santander y la Fundación Cultural de la Nobleza, (todos los martes de mayo en la Universidad Camilo José Cela de Madrid) que ilustra las vidas de «personajes del Imperio español que arriesgaron sus vidas por defender su libertad de acción». El escritor Fernando Iwasaki, la historiadora Elvira Roca y el filólogo Jaime Olmedo hablarán sobre media docena de españoles así. En su selección aparecen Beatriz Clara Coya, la última descendiente de los Incas del Cusco, y el Inca Garcilaso de la Vega. Los dos fueron figuras incómodas en su mundo porque lo cuestionaron desde su condición mestiza. También aparecen Juan de Mendoza y Mate de Luna, un contrabandista sevillano que viajó a las Indias como como criado y acabó como gobernador en Bolivia, y la limeña Luisa Melgarejo, que fue santa después de ser procesada por la Inquisición. Está el padre Juan de Mariana, un jesuita empeñado en chocar contra el mundo y contra sus propios intereses…

Y, junto a ellos, Miguel de Cervantes, la figura a la que Carmen Iglesias, la directora de la Real Academia de la Historia, dedicó la sesión inaugural del ciclo. «En el Quijote hay episodios de crueldad pero el personaje no pierde nunca su dignidad. Y como Quijote, muchos personajes que están a su alrededor. Todos participan de un sentido de la dignidad humana en la que reconocemos al hombre moderno. Quijote habla de igualdad, dice que todos nacemos iguales. Dice que son nuestras acciones y no nuestra cuna las que nos juzgan como personas. Y habla del riesgo de la libertad, asume que la libertad puede ser dolorosa. Quijote dice que la vida es azar, es necesidad, es determinismo… pero que también es libertad«.

El Quijote, explica Iglesias, dice que «el individuo cree que puede hacer algo ante el mundo. Cervantes no pudo hacer mucho por sus intereses, pero pudo hacer sus libros. El personaje de Marcela [del Quijote] dice ‘yo nací libre’ antes que nada. La gran Marcela. En el Quijote hay mujeres así, mujeres que aparecen vestidas de hombres, mujeres que se rebelan contra la sumisión… Qué palabras tan impresionantes. Se dice muchas veces, se dice que la libertad es lo más importante que hay que mantener».

Y eso hay que casarlo con el hecho de que a Cervantes le fue mal todo, al menos hasta que publicó el Quijote, ¿verdad? Que fue lo contrario a un héroe triunfador. «Le fue todo fatal pero transformó esa experiencia desastrosa en literatura soberbia. No pudo meterse en el teatro que era donde se ganaba dinero y en el teatro estaba Lope de Vega. A los 22 años estaba en Italia, huido. En los años anteriores había intentado hacerse un puesto en la corte. Se había formado muy bien, sabía latín, leía francés, se había educado con López de Hoyos… Pero no consiguió nada. Tuvo un duelo con un hombre llamado Antonio Sicura y terminó con una sentencia en su contra. La condena era que le cortaran la mano derecha. Por eso se fue a Italia, porque había perdido en su pelea por entrar en la carrera de la corte, en un mundo oscuro y lleno de trampas».

¿Iba Cervantes por delante de su tiempo en esa manera de escribir sobre la libertad?
Está anticipando esos valores porque en su sociedad no se podía vivir así. Y Don Quijote decide hacerlo, vivir en una idea nueva de bondad. Todo lo que hace Don Quijote es locura pero todo lo que dice es magnífico.

Hay una pregunta que está rondando al fondo: ¿esa anticipación ética que representan Cervantes, Juan de Mariana y Luisa Melgarejo dice algo de las españas del Imperio? ¿Algo que sólo se puede decir de esas españas?

«Cervantes usaba la palabra España», aclara Iglesias. «No existía España como nación pero sí que había un sentido de unidad. Fue a Italia a hacer la guerra y volvió mutilado y descreído pero nunca renegó de ese mundo. Eso se ve en el Quijote. La sociedad española era de órdenes, era muy rígida, en teoría, pero se empezaba a descomponer con la entrada de la riqueza de América. En el siglo XVIII empezó el mundo moderno, pero en el XVII ya empezamos a ver al hombre moderno. En el Quijote lo vemos y en su éxito tremendo también. ¿Por qué aparecen esos valores escritos en España? Es difícil hacer un juicio. Sí creo que la reina Isabel significó algo. Fue una gran estadista. Era una persona inteligente que creía en sus posibilidades. Y fijó un marco moral. Dijo que los indios eran igual que los españoles. Había un sentido moral que quedó en el paisaje. Después, en 1547 apareció el Índice de libros prohibidos, empezó la paranoia de los conversos y los estatutos de limpieza de sangre… La vida se volvió peligrosa y los españoles aprendieron a vivir en la intolerancia, a adaptarse. En Sevilla aparecieron agencias que limpiaban los expedientes».

Los retratados en el ciclo «son personas que tienen que buscar su espacio en un mundo que parece rígido pero en el que hay que vivir. A veces hacen trampas, a veces tienen que acoplarse a la realidad pero lo hacen para salvaguardar su libertad. Iwasaki hablará de América y ése es un matiz importante. La intolerancia en América tuvo otro cariz, fue otra cosa. Los virreyes tenían que rendir cuentas por sus actos. Los que fueron corruptos aparecieron como corruptos. Y los indios fueron protegidos desde el principio. Hubo combates, hubo algún loco, pero no hubo matanzas de Estado. Los indios fueron protegidos por la reina como personas con la misma dignidad que los europeos desde el principio», termina la directora de la Academia.