El USS John F. Kennedy se construyó para impresionar. Cuenta con más de 330 metros de eslora, pesa más de 100.000 toneladas, funciona con dos reactores nucleares y está diseñado para lanzar hasta 160 aviones al día. Estados Unidos lo presentó como el futuro de su flota, como el buque que marcaría una nueva etapa en su poderío naval. Pero tres años después de la fecha prevista para su entrega, el barco sigue parado en el muelle, sin acabar y sin saber cuándo podrá zarpar.
Según informa Forum Militaire, el portaaviones no estará listo antes de 2026. Inicialmente iba a entrar en servicio en 2022. El retraso no es un caso aislado: los otros buques de esta misma clase también van tarde. El USS Enterprise, previsto para 2027, no estará listo antes de 2029. El USS Doris Miller, que debería estar operativo en 2032, ni siquiera tiene fecha definitiva de entrega. Por ahora, solo el primero de toda la serie, el Gerald R. Ford, ha conseguido entrar en servicio, aunque también lo hizo con varios años de retraso.
El sistema funciona… en condicional
Uno de los principales problemas está en las nuevas tecnologías que incorpora el Kennedy. Por ejemplo, el sistema de catapultas electromagnéticas, que debía sustituir al viejo sistema de vapor para lanzar los aviones, sigue dando fallos. También hay retrasos con el sistema que frena a los aviones al aterrizar. Ambos ya causaron problemas en el Gerald R. Ford y todavía no se han solucionado del todo. Como resume Forum Militaire, el Kennedy está lleno de sistemas que “funcionan en condicional”.
A todo eso se suman muchos otros obstáculos: faltan piezas, se han bloqueado entregas de materiales, no hay suficiente personal técnico y las pruebas se alargan sin que lleguen resultados. El propio secretario de la Marina, Carlos Del Toro, encargó un informe interno que detectó una gestión desordenada y falta de personal cualificado. Los responsables del programa lo admitieron hace unos meses ante el Senado: la Marina lleva varios años de retraso en casi todos sus grandes proyectos.
El Kennedy ha costado unos 14.000 millones de euros. Pero mientras no se eche al mar, todo el peso de la estrategia naval de EE.UU. recae en un único portaaviones, el Ford. El Pentágono quiere tener once buques como este en activo para poder patrullar todos los océanos del mundo. Cada año de retraso complica ese objetivo y obliga a estirar la vida útil de barcos más antiguos.
Mientras tanto, China construye destructores a toda velocidad y lanza uno nuevo cada seis meses. Rusia moderniza su flota de submarinos. Estados Unidos, en cambio, espera a que su buque insignia despierte. El Kennedy debía liderar una nueva era. Por ahora, es solo una mole de acero parada en el muelle.