Elon Musk se ha enfadado tanto con Donald Trump que hasta quiere hacerle la competencia. El hombre más rico del mundo ha pasado de ser un poderoso verso suelto dentro del Gobierno de Estados Unidos a irse dando un portazo, criticando la «abominación repugnante» que supone, a su juicio, la reforma fiscal del republicano. Ahora ha dado un paso más allá y ha anunciado la creación de su propio partido político, el America Party, para dar respuestas a los votantes independientes que, como él, no comulgan con lo que están haciendo los conservadores.
Aún está por ver si se trata de una bravata o va en serio. Si va a por todas, tiene que partir en esta carrera sabiendo de los obstáculos, enormes, que tendrá que afrontar. Aún no ha registrado su formación ante las autoridades electorales ni hay redes sociales o correos electrónicos o webs en los que saber más sobre su ideario, sus intenciones y planes. Es una promesa en el aire que sale más de las tripas que de la cabeza, de un cabreo monumental, de una encuesta masiva hecha en X (su propia red social) y de una corte de internautas que le dicen que lo llevarían en volandas a la Casa Blanca.
Ante todo, mucha calma, porque ya otros lo intentaron antes y no pudieron. El suyo no es ni será el primer intento de hacer cristalizar un gran tercer partido político en EEUU, que compita con los republicanos y los demócratas. Musk tiene algo que no es común, mucho dinero, y también tiene motivación, pero le falta todo lo demás, empezando por un conocimiento serio del sistema electoral en el que tiene que encontrar su espacio. Y también hay una cosa que le sobra: sus propios excesos, que repelen al electorado. Puede que le sea más fácil poner un humano en Marte que colocar sus papeletas en un colegio electoral de Ohio.
Los primeros pasos…
Hasta ahora, se sabe poco de lo que Musk quiere hacer con esta formación de nuevo cuño. Ha desvelado su nombre y ha explicado que busca derrotar a los republicanos por un proyecto que va a añadir 3,4 billones de dólares más a la deuda patria. Ante quienes quieren «arruinar al país con despilfarro y corrupción», planea «devolverles la libertad» a los ciudadanos.
Apenas con un par de pinceladas en redes sociales, ha dicho que quiere que esté centrado en cuestiones tecnológicas, en una mayor conciencia presupuestaria, que sea proenergía y centrista, unas líneas maestras con las que quiere romper el sistema porque, dice, hay el 80% de los votantes que no están satisfechos con los demócratas de izquierdas ni con los republicanos de derechas.
Según prensa estadounidense como The New York Times, Musk está llevando a cabo reuniones con asesores cercanos y expertos en política estadounidense para poner su idea en marcha. Hay filtraciones contradictorias: unas fuentes dicen que no se está entrando en debates «conceptuales» y otras, que ya se están redactando las «grandes ideas» de futuro.
Sí hay coincidencia en que estos consejeros -cuyas identidades no han trascendido- buscan usar un súper PAC (siglas de Comité de Acción Política, en inglés) para reunir el apoyo necesario para el nuevo partido, antes de que se establezca de forma oficial. ¿Y qué es un súper PAC? La herramienta oficial con la que puede recaudar fondos ilimitados de personas u organizaciones para publicidad de campañas políticas, aunque no puede contribuir directamente a los partidos políticos.
Pese a que el Depacho Oval es el techo, según las pistas dejadas en redes, con los días Musk ha comenzado a hacer comentarios más realistas, diciendo que en una primera fase quizá podría centrarse en lograr dos o tres escaños en el Senado y entre ocho y diez en la Cámara de Representantes, de forma que podría convertirse en una fuerza decisiva, clave para sacar adelante legislaciones controvertidas. La verdad es que en estos EEUU tan polarizados, son frecuentes en estos tiempos las votaciones in extremis, en las que el voto de calidad del vicepresidente o vicepresidenta ha acabado inclinando la balanza. Cualquier voto cuenta, pues.
También han aclarado una duda de partida: en estos días se ha especulado con que Musk tendría el camino vedado para empezar por no ser originario de EEUU, sino nacido en Sudáfrica, pero como ciudadano legal tiene el derecho de formar o apoyar un partido político a nivel estatal y federal. Lo que no puede es ser candidato para elecciones presidenciales, si se diera el caso, pues es un proceso sólo permitido para ciudadanos nacidos en el país.
Desde el actual Gobierno se le ha criticado por «haber perdido el rumbo», «no ser realista», «poner en peligro» las ayudas a sus empresas con esta propuesta y «servir al juego de los demócratas», según diversos portavoces de Trump. Que se vuelva a sus empresas, le recomiendan.
… y los primeros retos
Parir un nuevo partido en EEUU requiere de un esfuerzo titánico. Ni se logra en un segundo ni dura para siempre. Cada vez que una formación quiere presentarse a unos comicios, de la naturaleza que sea, necesita de nuevo el dinero y las firmas para presentarse, no es automático una vez formalizada la inscripción, con lo cual la pelea es permanente, lo mismo que el gasto y el desgaste. O se sostiene o no se llega a nada.
Es un círculo vicioso: si no se tiene dinero no se impulsa la campaña, si no se impulsa la campaña nunca se logra una presencia local; si no se tiene presencia local, en cada territorio, no se logra una trayectoria institucional que avale al partido. El proceso formal requiere una amplia organización y juntar las firmas de miles votantes en un Estado únicamente para poder aparecer en las papeletas del mismo. Sin embargo, Musk tiene el poder financiero para conseguir esta meta, por más que eso ahora inquiete a sus accionistas. Lo tiene y lo puede mover, algo que no pueden decir la mayoría de los que lo intentaron antes.
Los cálculos que se manejan estos días son mareantes. David Jolly, un excongresista republicano de Florida que abandonó el partido debido a Trump, ha explicado a la agencia Reuters que esto va «mucho más allá de presentar la solicitud ante la Comisión Federal Electoral (CFE)», porque se necesita «crear 50 partidos estatales» y para eso hacen falta 100 millones de dólares sólo para burocracia inicial. En diez años, dice, lograría Musk los mil millones necesarios para hacer una fuerza «viable»: con infraestructuras de partido, voluntarios bien organizados, todos los requisitos en regla y la maquinaria engrasada. Lo que ya tienen republicanos y demócratas.
Como expone Jolly, lo primero son los estados, donde el acceso a las urnas está regulado por ley, un modelo descentralizado. Si bien cada uno tiene requisitos diferentes, la mayoría generalmente busca un fuerte apoyo de los votantes para llegar a las urnas. Según la citada comisión, la constancia de votos ayuda a que el partido siga siendo elegible. La mayoría de los estados permiten que los partidos tengan un reconocimiento limitado «al ser nombrados como la organización representada por el candidato en su petición de nominación», según la FEC.
Si Musk decide ir paso a paso, empezando por unos territorios y no yendo a por los 50, probablemente se centraría en estados con elecciones indecisas, donde las contiendas suelen ser reñidas, como Carolina del Norte y Georgia. Por ejemplo, en el primero de ellos, las directrices actuales de Carolina del Norte exigen que los nuevos partidos recopilen firmas de los votantes que ejercieron su derecho en las últimas elecciones generales para gobernador del estado y de tres distritos electorales diferentes del estado. En total, son poco menos de 14.000 firmas, según la hoja informativa de requisitos del estado. Más llevadero que las 81.000 de Texas o las 145.000 de Florida, por comparar. También hay que cumplir requisitos de residencia de los aspirantes, pero esto suele ser más sencillo de superar.
Para convertirse en un partido político nacional, la FEC deberá aprobar una solicitud de opinión consultiva. Este organismo cuenta con directrices específicas para organizaciones o partidos que deseen participar en las elecciones nacionales y tener control nacional sobre su partido. Los partidos potenciales deben cumplir con las leyes y regulaciones federales de financiamiento de campañas, registrarse en la FEC y presentar informes financieros con regularidad.
Al centrarse en los estados, el partido de Musk podría evitar registrarse en la FEC, lo que permitiría que su partido fuera reconocido como una organización política de la Sección 527, que no tiene limitaciones de dólares ni de fuentes, indica Axios.
Además de los requisitos legales, Musk, que ya es una figura polarizadora, necesitaría movilizar a los medios de comunicación y una campaña de base para recordar a los votantes del America Party. No vale con disparar la bala de que el empresario más poderoso del planeta es el que quiere el cambio. Hay que sostener la apuesta. Es en lo que suelen fallar los terceros en discordia que hasta ahora han peleado en EEUU y que han usado a una cara conocida como reclamo.
De momento, puede tener asuntos que aclarar hasta con el nombre elegido, porque el estado de Nueva York prohíbe los partidos que tengan la palabra «estadounidense» en el nombre, mientras que en California el nombre puede ser demasiado similar al ya registrado American Independent Party, indica el Election Law Blog.
Los coqueteos y los antecesores
Musk ha recibido ya apoyo por parte de otros partidos políticos, como el Forward Party y el Partido Libertario. Andrew Yang, otro empresario que consiguió crear el Forward Party en 2021, ha dicho que ha estado en contacto con el jefe de Tesla y su equipo: «Les dije, ‘cualquiera que quiera retar al duopolio es mi amigo», afirmó también a Axios. Yang también ha indicado que podría ayudar a Musk a conseguir candidatos en los distritos donde el exlíder del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) quiere retar a los representantes actualmente electos. Forward se fusionó con algunos partidos estatales, pero no ha tenido un impacto significativo en las elecciones en ningún partido. Musk y Yang han estado en contacto en los últimos días, según dos personas con conocimiento de las conversaciones.
Por otra parte, el Partido Libertario -que suele tener candidatos para todos los niveles del Gobierno- busca atraer la atención de Musk para que se una a sus filas debido a que comparten intereses sobre responsabilidad fiscal y preocupación por el déficit. El Libertario es el más grande de los partidos políticos menores. Su presidente, Steven Nekhalila, ha expresado que, junto a Musk, la formación podría presentar candidatos “pro libertad”, conservadores en el sentido fiscal, que compitan contra los Republicanos, quienes, a su juicio, “han demostrado que no se puede confiar en ellos”.
Aparte de partidos minoritarios como los Libertarios y los Verdes, que han tenido éxito en presentarse a las elecciones y, en ocasiones, en determinar elecciones generales, los partidos estadounidenses de tercer nivel generalmente han tenido una corta trayectoria en EEUU. Destaca el Partido Reformista, creado por Ross Perot para su campaña presidencial en 1992, que se desvaneció después de que Jesse Ventura fuera elegido gobernador de Minnesota siguiendo sus principios en 1998 y el propio Trump se negara a postularse a la presidencia siguiendo sus principios en 2000. Perot obtuvo 19 millones de votos en 1992 con una plataforma populista que, en cierto modo, precedió al ascenso de Trump.
Por eso ahora el actual mandatario le dice a Musk que «los terceros nunca han funcionado». «Puede divertirse con esto, pero creo que es ridículo», dijo el domingo tras conocer las intenciones de su antiguo colaborador. Sabe de lo que habla, porque vivió en sus carnes la intentona de ir con los reformismas y fracasar en el intento. Luego le ha ido muy bien con el cambio de chaqueta y el alineamiento con los republicanos, dicho sea de paso.
«No es Ross Perot, ¿sabe?», dice al NYT Ralph Nader, candidato presidencial del Partido Verde en 2000, quien fue ampliamente considerado como el responsable de anular esas elecciones para el vicepresidente demócrata Al Gore. Le restó voto progresista.
También ha sido destacado en estos años Unite America, un proyecto de la década de 2010 para presentar candidatos centristas, que dejó de nominarlos después de las elecciones de 2018 y se centró en impulsar cambios en las leyes electorales que facilitarían el éxito de candidatos independientes y de terceros partidos.
El sistema a batir
El centro de investigaciones Fair Vote, que promueve una reforma electoral más representativa, explica que si estas formaciones no han prosperado es porque siempre han sido vistas como las «saboteadoras» del sistema, nacidas para hacer daño al partido al que más se asemejan (en el caso de Musk, al republicano), porque suelen restarle votos al más cercano ideológicamente. Una especie de castigo. No se llega casi, lamenta, a juzgarlos por sus ideas y propuestas, sino por el riesgo que suponen para otros.
El verdadero problema, explica, radica en cómo se celebran las elecciones en el país. EEUU utiliza distritos electorales con un único ganador. Y con un único ganador, se desperdician los votos de los partidos minoritarios. Así que toda la energía, el dinero y la atención se concentran en los dos partidos principales, los que pueden ganar. Los terceros partidos se convierten en molestos y, en su mayoría, en refugios de excéntricos y bichos raros, en este caso, de broligarcas. Es lo que los politólogos llaman la Ley de Duverger.
Mientras se mantenga el sistema actual de elecciones pluralistas con un vencedor, los terceros partidos no tendrán ninguna posibilidad significativa de hacer nada más que aparecer como esos saboteadores ocasionales que desquician y poco más. Pero es que la alternativa es complicada y no conviene a los grandes, por eso nadie le hinca el diente. Habría que construir un sistema multipartidista a partir de dos reformas electorales más rentables: el voto fusionado y la representación proporcional, defiende Fair Vote. En conjunto, estas reformas abrirían espacio para el surgimiento de nuevos partidos.
El voto fusionado fue en su día universal en todo Estados Unidos y sigue teniendo un papel destacado en varios estados: más de un partido político nomina al mismo candidato en la papeleta, lo que permite a los votantes apoyar a su candidato preferido sin tener que apoyar a uno de los dos partidos mayoritarios. Normalmente, esto significa que un partido minoritario y uno mayoritario se «fusionan» para nominar y apoyar al mismo candidato. Una línea de votación significa poder real para un partido minoritario. Esto se debe a que, con el voto fusionado, los votos se cuentan por separado para cada partido y luego se suman para obtener el total, de modo que los candidatos ganadores saben de dónde provienen sus votos. Un partido minoritario cuyos votos marcan la diferencia entre ganar y perder obtiene una enorme influencia.
La representación proporcional, por su parte, es un sistema electoral que elige a múltiples representantes en cada distrito en proporción al número de personas que votan por ellos. Si un tercio de los votantes respalda a un partido político, los candidatos de ese partido ganan aproximadamente un tercio de los escaños del distrito; los distritos se amplían para que tengan más de un representante. Hoy en día, la representación proporcional es el sistema electoral más común en las democracias del mundo, como la española.
Se opte por la opción por que se opte, hablamos de caminos a largo plazo. Musk habla con la urgencia del cortoplacismo. No casa. No al menos ahora. Todavía. Su iniciativa, por eso, «revela una incomprensión fundamental de la mecánica política de EEUU», a juicio de uno de los más críticos con sus novedades, Nicholas Creel, profesor asociado de Derecho Empresarial en Georgia College & State University, que lo ha puesto colorado en una viral tribuna en Newsweek. Le dice que su «frustración» puede estar justificada, pero no su «ignorancia» y le recuerda que, dado el sistema, no se enfrenta sólo a un problema de dinero o de preferencias electorales, sino de la «inevitabilidad matemática inherente a la estructura actual», que beneficia a demócratas y republicanos.
Lee Drutman, autor de Breaking the Two-Party Doom Loop: The Case for Multiparty Democracy in America (Rompiendo el círculo vicioso del bipartidismo: el argumento a favor de la democracia multipartidista en Estados Unidos), lo resume bien en POLITICO, al hablar de un cambio de modelo electoral: «Quizás seas el pirómano que quemará la yesca seca necesaria para el nuevo crecimiento solo para verla arder. Esperemos que sea una quema controlada. O quizás ya esté todo en llamas. En ese caso… ¿quién sabe? Seré sincero, Elon. No eres el héroe que querríamos. Pero podrías ser el héroe que necesitamos. No cuento con ello. Pero han sucedido cosas más extrañas».
La tercera vía
Por eso, a lo mejor Musk sacaría más rendimiento decide arrimarse a siglas ya creadas, llevándose a su ascua la sardina programática de los demás, o buscando un resquicio en el Partido Republicano por el que introducir sus ideas y proyectos y que funcionen. Es la vía más inteligente para Creel, de hecho.
La frustración de Musk, expone, refleja una verdadera crisis dentro del partido de Trump, que «crea oportunidades extraordinarias para la disrupción interna». La aprobación de la Ley «One Big Beautiful», la de presupuestos y fiscalidad, representa una traición sistemática a la coalición de la clase trabajadora que llevó a los republicanos al pode u eso hace que los republicanos tradicionales en el cargo sean especialmente vulnerables a los desafíos en las primarias por parte de candidatos que ofrecen un auténtico populismo económico.
«El momento para una toma de control hostil del Partido Republicano es inmejorable», insiste. La incapacidad constitucional de Trump para buscar otro mandato presidencial –sólo puede gozar de dos, por más que él insista en violar lo fijado- «crea un inminente vacío de liderazgo dentro del partido justo cuando su legislación emblemática empieza a perjudicar a muchos de sus votantes más leales». Sin la singular lealtad personal de Trump entre los simpatizantes de la clase trabajadora, otros republicanos tendrán dificultades para mantener una coalición construida sobre las contradicciones entre el mensaje populista y el gobierno plutocrático. Se avecina crisis, en resumen, y lo que diga el mayor financiador de la campaña electoral de noviembre pasado, con casi 300 millones de dólares sobre la mesa, puede cambiar las cosas.
«La historia demuestra que la transformación exitosa de un partido se produce mediante la disrupción interna, no la competencia externa». Se vio con el movimiento Tea Party, el que comenzó con el populismo más ultra en el seno de la derecha de siempre, que con el tiempo puso la alfombra roja a un personaje como Trump. De aquellos polvos, estos lodos. Musk también puede encontrar a republicanos descontentos, más moderados o desplazados por Trump, a los que les queda acomodarse, retirarse o probar, quizá, algo nuevo.
«Este enfoque tiene éxito porque las elecciones primarias operan bajo una dinámica diferente a la de las elecciones generales. Una menor participación electoral implica que los activistas motivados pueden tener una influencia desproporcionada. En este caso, las ventajas de los candidatos en el poder también son menores. Además, los votantes dispuestos a participar en las primarias suelen tener un mayor compromiso ideológico que los votantes de las elecciones generales. Una operación bien financiada dirigida a los republicanos en el poder que apoyaron la irresponsabilidad fiscal podría lograr resultados drásticos con inversiones relativamente modestas», indica el autor.
Frente a eso, la tarea de crear un tercer partido parece, a sus ojos, poco práctica, como lo fue su entrada en el Gobierno federal, como un elefante en una cacharrería. Ya está teniendo consecuencias también en su bolsillo, con las acciones de Tesla cayendo un 7% en un día por temor a que sus fondos acaben al servicio de esta aventura. Y sin contar con la necesidad que tiene un proyecto así de paciencia y disciplina, que es lo que Musk no ha demostrado, marchándose en cuanto los choques con Trump ya le han parecido insoportables.
Las encuestas
Insoportable es también Musk para buena parte del electorado, así que el America Party juega entre el apoyo de la opinión pública a un tercer partido, que lo hay, y el rechazo a un líder como él, que también lo hay. Según Reuters, sólo un 36% de los norteamericanos tiene una opinión favorable del magnate, cuando lo rechaza un 59%. En el caso de Trump, el porcentaje es de 42/55%. El 78% de los apoyos que tiene Musk son hoy de votantes de Trump, por lo que sus dos atractivos se solapan, van de la mano. Otro factor a tener en cuenta si quiere volar en solitario.
Y cae en picado: una encuesta de Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research de mayo encontró que la oposición a Musk aumentó alrededor de 20 puntos porcentuales entre los independientes desde diciembre. Eran las semanas en que estalló la pelea con el presidente Trump. El sondeo lo dejaba claro: si los ciudadanos tenían que elegir entre uno y otro, estaban con el mandatario.
Aún así, a primera vista, la idea en sí de un partido alternativo tendría apoyo. La consultora Gallup lleva encuestando a estadounidenses desde 2003 sobre la necesidad de un tercer partido político importante y ha descubierto que, en promedio, el 56 % apoya la idea. El índice máximo se registró en 2023, con un 63 %, seguido de cerca por los de 2017 y 2021, ya que el sentimiento parece intensificarse en años no electorales. El Pew Research Center ha planteado preguntas similares a lo largo de los años y, en una encuesta de 2023, desveló que casi la mitad de los encuestados de entre 18 y 49 años deseaban tener más opciones de fiesta. La tasa se desplomó, eso sí, entre los grupos de mayor edad, ya que sólo una quinta parte de los encuestados de 65 años o más consideraba deseable tener más fuerzas.
Sin embargo, hay algunas salvedades que hacer. El porcentaje de encuestados que se identifican como independientes ha sido comparable o mayor que el de los que se identifican como demócratas o republicanos desde fines de la década de 1980. Pero a pesar de los considerables esfuerzos del Partido Verde y el Partido Libertario, por ejemplo, sólo hay dos partidos en la boleta en cada estado, año tras año. Pesa la idea de que se puede desperdiciar el voto en un sistema donde no hay representación proporcional. Esta tendencia sólo parece haberse fortalecido recientemente: el 5,6% de los estadounidenses votó por candidatos presidenciales que no eran demócratas ni republicanos en 2016, pero menos del 2% lo hizo en las últimas dos elecciones presidenciales.
Aunque Musk hable mucho del centro, lo cierto es que eso tampoco le va especialmente bien, porque las alternativas suelen surgir en los extremos y ahora, justo, se ha producido un lento realineamiento entre republicanos y demócratas. El Carnegie Endowment for International Peace hizo un megaestudio en 2018, basándose en datos de décadas de datos, que concluyó: «Muchos estadounidenses que desean un nuevo partido no son centristas descontentos, sino votantes que buscan algo más izquierdista, derechista o populista que lo que existe actualmente». Musk no ofrece nada concreto que vaya por esa senda, aparte de la fiscalidad. Le gusta el MAGA de Trump, le gusta su populismo.
Parece que, en realidad, lo que necesita es otro Trump con el que compartir proyectos, más que un nuevo partido, pero eso hoy no se ve en el horizonte.