El nazi atractivo

No hace falta ser ni experto en historia ni pitoniso para saber con qué imágenes Núremberg hundirá al espectador en la miseria. Tampoco hace falta haber visto la película. Puede que Núremberg quiera ser muchas películas a la vez y no consiga ser del todo ninguna, pero sí que hace una cosa muy bien: mostrar que algunos monstruos tienen mucho carisma y que es necesario reconocerlo para no caer en sus redes.

El monstruo de la película de James Vanderbilt es Hermann Göring, uno de los jefes nazis juzgados en Núremberg entre 1945 y 1946, en un proceso tan histórico como simbólico. Como comandante en jefe de la Luftwaffe, Göring era el segundo mando de mayor importancia en ser procesado. En la película lo interpreta Russell Crowe desplegando todo su tamaño, presencia y magnetismo.

Normal que Vanderbilt quiera en un momento dado recordarnos que ese señor imponente y seductor es un monstruo. Su historia, no demasiado conocida, daría para una una buena película de combate dialéctico o para una superproducción bélica. Núremberg no es ninguna de esas dos películas, pero como reflexión sobre la fascinación por los supervillanos funciona de sobra. Russell Crowe sabe hacer muchas cosas en una pantalla y acaparar atención es una de ellas.

El Göring de Crowe recuerda poderosamente al Hannibal Lecter de Anthony Hopkins en El silencio de los corderos. Detalle curioso: Crowe rodó Núremberg con 60 años; Anthony Hopkins tenía 53 en El silencio de los corderos. Inesperadas diferencias de edad aparte, la energía de ambos personajes es muy similar. Los dos están enjaulados y los dos se enfrentan por un lado, a la justicia, y por otro, a profesionales de la psicología.

Estos últimos, a su vez, usan su conocimiento de la psique humana como escudo contra el hechizo de sus sujetos de estudio: un nazi y un caníbal. Otros no tenemos esas herramientas y, como pardillos, somos seducidos por monstruos como Göring, Lecter o Rosa Peral. En su versión televisiva, Hannibal Lecter fue interpretado por Mads Mikkelsen, un actor de rostro inquietante y portentoso capaz de convencerte de cualquier cosa. En una miniserie del año 2000, Hermann Göring era Brian Cox, el patriarca de Succession. Tipos carismáticos en personajes monstruosos.

Paradójicamente, ni Franco ni Hitler funcionan cuando son ficcionados en series y películas. Su autoritario encanto, que lo tenían (porque no podían no tenerlo), en la pantalla no existe. Quizá por eso, como personajes ficcionables, el Caudillo y el Führer nunca han dado de sí. Eran indudablemente operativos (ay, esa expresión podrían haberla usado ellos para describir atrocidades) pero nada estrellas. Que fuese Göring y no Hitler la estrella del proceso de Núremberg sirvió para que Núremberg, la película, sea emocionante. Estén tranquilos: no van a encariñarse con él. Sólo faltaría.