El ‘método Tomé’ que ha cosido la selección española: exigencia, mano izquierda y meritocracia

España va escribiendo líneas en su historia en esta Eurocopa de Suiza. Fase de grupos invictas, goleadas cómodas, derribada la barrera de cuartos por primera vez en 28 años y la posibilidad de llegar a la final tumbando a Alemania, algo inédito. Todas las miradas se han dirigido al césped, a la mejor versión de Alexia Putellas, la incombustible Patri Guijarro, el gol de Esther, el desparpajo de Vicky López o el regreso de Aitana Bonmatí. La clave de eso está en el banquillo. Montse Tomé ha conseguido que España mire al campo y quite el foco de otros asuntos que, si bien no han afectado al rendimiento, han enturbiado.

La seleccionadora tiene ante sí su propio reto, del que no habla, pero que es el elefante en la habitación. Quiere un título enorme, más que una Nations League, que ponga en valor su trabajo y le abra las puertas de su continuidad en la RFEF. El 30 de agosto finaliza el contrato que, en plena tormenta, le firmó Pedro Rocha. Se lo ganó con la Liga de Naciones, la clasificación para los Juegos de París y para la Eurocopa. La estructura federativa era tan inestable que nadie quería sacudirla con cambios en el banquillo. Ahora es distinto. Rafael Louzán está al mando y, junto a las directivas María Suárez y Ruth García, la directora de Fútbol Femenino, Reyes Bellver, y la directora deportiva, María Pry, -que no ha pisado Suiza hasta ahora- tendrán que tomar una decisión sobre el futuro de la seleccionadora que, a día de hoy, aseguran fuentes federativas que está por definir. Nadie desvía el foco del objetivo.

En el análisis, Montse Tomé está más fuerte que hace un año, cuando renovó, y lejos de aquel septiembre de 2023 cuando cogió el relevo de Jorge Vilda y se enfrentó a aquella madrugada en Oliva. Allí pareció que sus días estaban contados. Sin sacudirse nunca las preguntas sobre Jenni Hermoso, ha ido moldeando con mucha mano izquierda un grupo que hoy es una piña y tiene una relación sana con el cuerpo técnico. Devolvió orden natural a la capitanía, con Irene Paredes y Alexia, sumó a quienes empujan, como Aitana, Mariona y Olga Carmona, y ha abierto las puertas a la nueva generación que encabeza Vicky López sin dejar a un lado la meritocracia que ejemplifica la llamada de Martín-Prieto o las guardametas Nanclares y Sullastres. Ha puesto en marcha el relevo generacional, no sin críticas externas pero apoyándose siempre en los resultados, que son incontestables salvo el lunar de los Juegos de París. De eso también aprendió.

Tomé, que heredó buena parte del cuerpo técnico de Jorge Vilda, ha ido fortaleciendo su propio equipo. En octubre incorporó a Nacho Fernández como segundo entrenador, un hombre sin experiencia en el fútbol femenino pero que durante años ha arropado a José Bordalás o Marcelino en sus cuerpos técnicos.

Exigencia constante

Analiza y perfila con ella los partidos -juntos viajaron a Basilea a ver el Francia-Alemania en directo-, y se encarga de diseñar las jugadas a balón parado. Junto a ellos Irene del Río, Carlos Sánchez con las porteras y Víctor Cervera, que ha cogido el mando de la preparación física.

Si hay un detalle que destaca todo el entorno de trabajo de Tomé es su exigencia constante. La seleccionadora es consciente de que tiene a las mejores jugadoras del mundo y quiere que su equipo de trabajo responda a ese nivel. En esta Euro, se ha reforzado con un analista más, todos los entrenamientos son grabados desde las alturas del Juan Antonio Samarach de Lausana y todos los rivales han sido seguidos en directo. No hay detalle que se deje al azar, como ha ocurrido en otros momentos de su etapa en el banquillo.

Esta Eurocopa ha puesto a la asturiana en un grupo de élite. De las siete mujeres que empezaron en los banquillos, solo ella y la doble campeona Sarina Wiegman al frente de Inglaterra, han peleado por llegar a la final. En el caso de la neerlandesa, su nombre llegó a estar en la lista de sustitutos de Gareth Southgate, lo que hubiera supuesto recorrer el camino inverso al que han hecho los dos hombres que aparecen junto a ellas. El italiano Andrea Soncin, que llegó al fútbol femenino sin experiencia, y Christian Wück, que creció en las categorías inferiores de Alemania con éxitos como el Mundial sub’17 masculino, y a quien pusieron al frente de la Mannschaft tras los Juegos.