«Todo va bien, respeto para el pelotón, respeto para todos. Muchas gracias». Recibido como siempre por el masajista Joseba Elguezabal, repartiendo saludos de alivio a compañeros y rivales, con el culotte magullado a la altura de la cadera y rozaduras en su brazo izquierdo, Tadej Pogacar era, cómo no, el centro de atención en la meta de Toulouse. Apenas seis kilómetros atrás, en el atribulado descenso de la última cota del día, donde tanto Jonas Vingegaard como Matteo Jorgenson volvieron a enseñar las garras con sus ataques, el esloveno se había ido alarmantemente al suelo por la imprudencia de Tobias Johannesen.
Se levantó rápido, recompuso el manillar y la cadena de su bicicleta con ayuda de un asistente de Shimano y emprendió la marcha. Había caído a gran velocidad, justo tras un ataque de Vauquelin, y no muy lejos tanto de la acera como de unos bolardos. El sofoco iba en el cuerpo: «Me asusté cuando vi la acera. Iba directo con la cabeza hacia ella. Por suerte, tengo la piel dura». El reconocimiento posterior del doctor Adrian Rotunno descartó fracturas o lesiones serias, según informó el UAE.
Al ritmo que viajaba ese pelotón ya escuálido, hubiera perdido un tiempo precioso con sus rivales, justo antes de la llegada de los Pirineos. Sólo hubieran tenido que mantener la inercia los cuatro Visma, pero se hizo el parón. Las reglas no escritas del ciclismo. La deportividad, cuando sólo unos metros atrás se lanzaban demoledores ataques, cuando cada día se cruzan dardos mediáticos en la guerra psicológica que mantienen los dos mejores equipos del mundo. «Fue mala suerte, no es que tomara mal una curva o algo así, simplemente tocó una rueda. Creo que hicimos lo que había que hacer», se sinceró Vingegaard.
«Estoy bien, un poco raspado. Le doy las gracias al pelotón. Podría haber perdido tiempo, no mucho. Gran respeto a todos. Gracias por vuestro apoyo», manifiesta después Pogacar, que explicó la caída, a gran velocidad y todavía fuera de la zona de protección. «Bajando de la cima, los ataques de Matteo y Jonas pusieron a todos al limite. Un corredor decidió seguir uno de los ataque desde la parte derecha, no me vio y chocó con mi rueda», valoraba, sin querer todavía sacar conclusiones de sus dolores: «Normalmente el día después de una caída no es el mejor. Pero daré lo mejor de mí. Creo que estamos listos como equipo para lo que venga».
El respeto cobra aún más valor cuando la batalla está desatada. En la aparentemente etapa sin historia de Toulouse, Vingegaard había atacado hasta en los alocados kilómetros iniciales, cuando se formaban las escapadas. Al danés le secundó el líder y gozaron de unos metros. «En un momento dado, Tadej se quedó cortado y se me presentó la oportunidad de atacar junto a Jonas. Lo hice porque me apetecía apretar y ver qué pasaba», explicaba después Ben Healy, que también aclaró esos instantes de tensión y dudas que se vivieron en cabeza tras el percance de Pogacar. «Es simplemente respeto entre corredores. Es una parte de la etapa en la que no esperábamos crear diferencias de tiempo. Habría agradecido lo mismo a cambio, y creo que habría ocurrido si me hubiera caído. Cuando nos enteramos, fui a hablar con Jonas, quien me dijo: ‘Lo estamos esperando’. Hubo consenso», detalló el irlandés.
«No vi nada sobre el accidente. Honestamente, no sabía que Tadej se había caído, pero Remco [Evenepoel] gritó: ‘¡Alto, alto, alto!'», desveló también Ilan Van Wilder, compañero del belga en el Soudal. «Ha sido una cuestión de respeto, nadie quiere coger ventaja por una caída o avería. En el ciclismo estas cosas pasan, pero no me gusta aprovecharlas», contó el español Carlos Rodríguez, que también viajaba en ese pelotón, a más de tres minutos del ganador Abrahamsen y el resto de escapados.
A Pogacar le toca asumir el susto y valorar las heridas con rapidez. Porque el día después es una de las etapas más dura de todo el Tour, sin duda la más exigente de lo que llevamos. Entre Auch y Hautacam, cuatro puertos, especialmente selectivos Soulor (casi 12 kilómetros al 7,6%) y el propio Hautacam (13,5 al 7,9), donde Vingegaard le derrotó en 2022. Sin tiempo para el descanso, el viernes, la cronoescalada de 11 kilómetros de Peyragudes. Y el sábado, más madera, un encadenado con el Tourmalet, Aspin, Peyresourde y la meta en Superbagneres.