Conviene mostrar las cartas de golpe: colaboré 14 años en RNE, siempre en espacios vinculados a la Cultura (en mayúscula). La radio pública, como todo lo que implica el espacio público, es un bien que cuidar, que manejar con delicadeza, que mantener con entusiasmo, que adaptar al tiempo. Más aún cuando la visibilidad y promoción de la Cultura forma parte del mandato marco de RNE. Como todo el mundo sabe, la dirección de la cadena propone/impone desplazar de Radio 1 (el nicho de prestigio de la casa) un programa necesario, principal, estimulante: El Ojo Crítico. Aún recuerdo cuando celebramos junto a la periodista Laura Barrachina el 40º aniversario en el Círculo de Bellas Artes: un 14 de febrero. Era 2023. Compartimos recuerdos y entusiasmos y gratitudes en directo. Estaban Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Luis Antonio de Villena, Juan Mayorga. Nadie decía que no a estar en El Ojo Crítico. Un programazo así, con 42 años de historia, con casi toda la democracia encima, merecía lo que pidiese. Qué bien lo pasamos aquel día.
Ahora parece que lo van a jibarizar lentamente. Lo envían a Radio 5. La dirección de RNE, al timón Roberto Santamaría, perpetrará el trasvase. Es una decisión macerada despacio. Un error cocinado a baja temperatura, durante meses, en silencio, aunque alguna gente enterada adviertía (en los cafés, en los bares, en los WhatsApp y en otros rincones de referencia) de este derrape descontrolado, de la demolición. ¿Por qué en la pública no puede seguir tropezando un oyente con la Cultura igual que se estrella tantas horas al día con la política? ¿Por qué restarle la posibilidad de estar al alcance de la mano en la cadena de más alcance de RNE? Una cosa es competir (bien está), pero en lo público también importa compartir.
El Consejos de Informativos de la radio informó hace un par de días en asamblea a los trabajadores: El Ojo Crítico cae. Y aquello prendió en los ánimos del respetable como prenden las cosas que no tienen mucho sentido. No dieron cuenta de la alternativa, pero dicen por ahí que podría ser Clásicos Populares, el formidable programa que impulsó Fernando Argenta (ya no vive Fernando Argenta) de 1976 a 2008. Regresó en 2024 presentado por Fernando Blázquez y Ana Cortijo. Al parecer no caben dos programas de cultura, de divulgación, de exigencia, en un mismo dial.
El Ojo Crítico nació en Radio 3. Lo echó a rodar un tipo excepcional, valiente, periodista, canario, poeta, generoso: Fernando Delgado. Insisto: Fernando Delgado, para quienes lo recordamos con gratitud, cerraba los telediarios de fin de semana de TVE leyendo un poema o el párrafo de una novela. Cómo no iba ese hombre a inventar El Ojo Crítico. Al programa, poco después, le hicieron sitio en la cadena generalista de la pública. ¡Así 42 años! En el 10º aniversario, Delgado decía esto: «Queríamos ofrecer una nueva programación, alternativa, moderna, que venía a defender la relación Cultura/vida. Algo que en aquel momento resultaba tan difícil». Y ahora, querido Fernando, y ahora. Si pudieras verlo, si vivieras quizá, te arrancarías los ojos. «En los 80 empezar un programa cultural con una sintonía que no fuese música clásica parecía una aberración, y nosotros lo hicimos. En aquel momento, proponer que la cultura no sólo interesaba a las élites sino que sumaba a oyentes de todo tipo era un reto. Pero lo más importante en esta Casa ha sido mentener en el tiempo propuestas como estas, porque dan resultados importantes». Los ha dado, claro que sí.
Puede que este sea el peor momento para depositar la cultura en el jardín de atrás. No porque El Ojo Crítico pierda oyentes en Radio 5 (nadie lo sabe), sino porque El Ojo Crítico pierde su condición de emblema defendido por más de cuatro décadas en la zona fuerte de RNE. En Radio 5 la actualidad dicta las normas y eso concilia mal con el reposo, con el rato de escucha demorado, con la posibilidad del tiempo que exige la información cultural. Pero decía que es el peor momento para echarle encima a la cultura el trapo de callar al jilguero, ahora que los bárbaros rugen y ondean una ignorancia peligrosa como salvoconducto, como abono, como estética violenta. Basta con mirar alrededor para sospechar que cuando la Cultura pierde espacios los gana la ignorancia. Y ésta sale muy cara. Buscar rendimiento de EGM a cualquier precio siempre es a perder.
La misión de El Ojo Crítico no está cumplida, porque al programa le quedan (o le quedaban) miles de horas de radio por delante como altavocía cultural, como plataforma de lanzamiento de nuevas y nuevos creadores, como escaparate de realidades, como servicio público donde uno encuentra críticas de teatro, de poesía, entrevistas, reportajes, atención a un sector principal en cualquier país dispuesto a seguir dando pasos adelante. En El Ojo Crítico he escuchado a algunos de los creadores y creadoras que admiro. Y he descubierto tantas cosas. Y he sabido de aventuras que echaba de menos sin saber que estaban ahí, que ya existían.
En 1990 llegaron los Premios Ojo Crítico: artes plásticas, narrativa, cine, poesía, teatro, música clásica, música moderna, poesía… Los primeros en ganarlos fueron Jaume Plensa, Javier García Sánchez, Agustí Villaronga, Verónica Forqué y Kiti Manver, Víctor Pablo Pérez, Luz Casal… Y de ahí en adelante, cuatro décadas y Ana María Matute, y Alfredo Kraus, y Rosalía, y C. Tangana… No sé.
La decisión de Roberto Santamaría tendrá sus razones, aunque en este asunto casi nadie las entiende ni las comparte. Cuentan desde dentro que podrían tantear una alternativa de fin de semana, en vez de lunes a viernes. Arrojar a Radio 5 el programa es acabar con una estela de servicio público en favor de la Cultura. Irá agonizando, estrechándose, callando hasta morir. No mola nada ser quien fumigó un día de 2025 el mejor programa cultural de la radio en España.