El Arzobispado denuncia que el Ayuntamiento de Barcelona «ridiculiza» a la virgen de la Mercè en el cartel de la fiesta mayor

Irreverente y con la intención de ridiculizar a la virgen. Así ve el Arzobispado de Barcelona el cartel de la fiesta mayor de la Mercè (o de la Merced), que se celebra el 24 de septiembre. ¿El problema? La imagen cabaretera y circense que se ofrece de la patrona de Barcelona, qua aparece como la reina de una suerte de carro de feria. Apenas una semana después de que el Ayuntamiento diera a conocer el cartel oficial y el vídeo de las fiestas, diseñado por el director teatral Lluís Danés, el Arzobispado ha emitido un comunicado en el que lamenta que se «utilice de manera irreverente diferentes formas religiosas con la intención de ridiculizar la imagen de la Virgen».

El reconocido escenógrafo y director Lluís Danés quiso darle un toque teatral a la campaña de esta edición. Pero su propuesta, basada en la estética del circo y los teatrines ambulantes, no ha sentado bien en la Iglesia, tal y como manifiesta en su escrito: «Aunque acepta que el Ayuntamiento quiera dar un tono exclusivamente laico a la fiesta mayor, desea expresar su sorpresa por el hecho de que cada año el cartel introduzca el uso de elementos religiosos; este año ha sido la referencia a un retablo y a una corona que alude a la Virgen».

En la presentación del cartel, su autor lo defiende así: «Pensé que este año el cartel tenía que ser algo más… más vivo, más tangible, más real. Una pieza que no solo se mirara, sino que se pudiera sentir, habitar y compartir. Por eso, en 2025, el cartel de la Mercè no es virtual. Es físico. Es materia. Es un carro de verdad, construido con madera, con metal, con magia. Una obra de escenografía que sale a la calle para llevar la fiesta al corazón de la ciudad». El retablo se convierte en un carro de compañía circense, «inspirado en los teatrines ambulantes de otros tiempos», en palabras de Danés. «Pero mira decididamente hacia el furuo. Es moderno, radical y emotivo«, añade.

Sin embargo, el uso de simbología religiosa, desde el retablo convertido en carro de feria hasta la corona de una virgen cual reina circense o cabaretera (que casi parece un homenaje a Nicole Kidman en Moulin Rouge), no ha sentado bien en el seno de la diócesis barcelonesa. En los últimos lustros, la fiesta de la Mercè se ha ido despojando de su carácter religioso para potenciar el de ocio. De hecho, la tradicional misa en la Basílica de la Mercè ya ni siquiera forma parte del programa oficial de las fiestas, algo que el Arzobispado también afea al Consistorio y pide que este año sí se incluya.

La semana pasada, en el Saló de Cent del Ayuntamiento, el alcalde Collboni destacó que las fiestas estarán dedicadas al «teatro, artes de calle, cultura popular, una música que también quiere representarse en el cartel de Lluís Danés, vivo y muy festivo, que por primera vez en la historia de la Mercè se hará realidad, se materializará».

En su breve y contundente comunicado, el Arzobispado pide respeto a la comunidad cristiana: «En democracia deben respetarse los sentimientos del prójimo, y en este cartel de fiesta mayor se vulneran los sentimientos de quienes veneran y respetan lo que significa la patrona de esta noble ciudad y su historia construida en torno a ella». Casi como lección de historia, desde la Iglesia se recuerda el fuerte vínculo entre la Mercè y Barcelona: «Esta fiesta y la historia de la Orden de la Merced nacieron en nuestra ciudad, el 10 de agosto del año 1218, en un acto celebrado en la catedral, que contó con el apoyo del rey Jaime I y del obispo Berenguer de Palou».

En año pasado, el cartel de la Mercè también levantó cierta polvareda y dejó a los barceloneses, cuanto menos, contrariados. El titular de resumen en redes sociales y bares fue: «Parece un póster de una película de terror». El cartel oficial se extraía de un vídeo de CANADA, una de las mejores productoras del país, que ha trabajado con Rosalía, C. Tangana, Dua Lipa o Travis Scott. Pero por sí solo no se acababa de entender. Faltaba el concepto del formato audiovisual: un bebé que no dejaba de llorar hasta que veía por la ventana a una geganta bailando y se quedaba dormido mientras oía los fuegos artificiales.