No cabe duda de que Ursula von der Leyen estaba sometida a una intensa presión el domingo, cuando se sentó junto a Donald Trump en el salón de baile de su campo de golf de Turnberry, antes de lo que los funcionarios de la UE sabían que sería una extenuante ronda de negociaciones comerciales.
Cuando la presidenta de la Comisión Europea salió menos de una hora después para anunciar que se había evitado lo peor de las amenazas arancelarias del presidente de Estados Unidos, las recriminaciones desde dentro de la UE comenzaron casi de inmediato.
Con el acuerdo alcanzado en Escocia, se ha evitado una guerra comercial con consecuencias devastadoras para la economía del bloque. Sin embargo, los líderes europeos están calculando el coste que supondrá para los 27 el hecho de verse obligados a aplicar aranceles del 15% a la mayoría de las exportaciones de la UE a Estados Unidos, cuando antes la media era del 4,8 %.
Los líderes franceses y alemanes, siguiendo los pasos del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se han centrado en este resultado, en lugar de valorar el daño potencial que podría haber infligido un presidente estadounidense que muestra una intensa aversión hacia la UE.
El primer ministro francés, François Bayrou, fue uno de los líderes que pensó que la amenaza de Trump de aplicar un arancel del 30% podría al menos reducirse para igualar el acuerdo del 10% conseguido por el Reino Unido. No ha dudado en afirmar que la UE ha capitulado y ha descrito el domingo como “un día negro”.
La ironía de que un líder acosado por luchas internas reprochara a otro no haber mostrado un frente unido ante Estados Unidos pasó inadvertida para Bayrou. En Bruselas, muchos pensaban que podría haber adoptado un tono más conciliador, teniendo en cuenta que las disputas parlamentarias en Francia le han impedido aprobar un proyecto de presupuesto que se ha ido postergando. Y más aún cuando París es a menudo la causa de fricciones dentro de la sede de la UE en Bruselas. En esta ocasión, Bayrou se opuso a la amenaza de la UE de imponer aranceles al bourbon estadounidense, por temor a que los productores franceses de vino y brandy se vieran atrapados en el fuego cruzado.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su análisis del curso político, señaló su descontento con el acuerdo: “Valoro el esfuerzo de la Comisión Europea. Valoro la actitud constructiva de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von de Leyen. Respaldo este acuerdo comercial, pero lo hago sin ningún entusiasmo”.
Algunos expertos se preguntan qué otra salida tenía Von der Leyen para plantear un pulso a Trump cuando la UE estaba, y sigue estando, dividida, con los Estados miembros buscando excepciones para sus sectores industriales que están más expuestos.
Von der Leyen también puede decir que la mayoría de las concesiones comerciales, incluido el compromiso de comprar una gran cantidad de gas a los productores estadounidenses, importan poco, ya que se trata de transacciones que seguramente se habrían hecho sin el acuerdo alcanzado el domingo.
También confía en que el acuerdo pueda sortear la obsesión de Trump con la industria farmacéutica estadounidense. Este sector ha quedado fuera de todos los acuerdos comerciales hasta ahora, lo que significa que todavía nadie sabe cuáles serán los aranceles de EEUU a las importaciones farmacéuticas. Irlanda teme especialmente el impacto, después de haber concentrado gran parte de la industria farmacéutica estadounidense en el condado de Cork.
Bruselas espera que el 15% sea también el arancel aplicado a las exportaciones farmacéuticas de la UE a EEUU.
David Henig, director del proyecto de política comercial del Reino Unido en el Centro Europeo de Economía Política Internacional, ha señalado que el resultado de las medidas de Trump probablemente afectaría al comercio y al crecimiento económico a ambos lados del Atlántico, pero solo de forma marginal. Según él “nadie gana, es poco probable que se produzcan grandes cambios comerciales, pero el mundo sigue girando”.
Los economistas de HSBC han señalado que el arancel del 15% se verá compensado por una reducción de la incertidumbre que afecta a las empresas y que ha lastrado el comercio, por lo que la UE se enfrentaría a “un impacto bastante marginal”.
También queda mucho por negociar en un acuerdo que, en estos momentos, se parece más a un cuadro impresionista que a una fotografía nítida.
Con el paso del verano al otoño, Von de Leyen confía en que el canciller alemán, Friedrich Merz, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, se abstengan de unirse a Bayrou en sus críticas al acuerdo, para no dar a Trump aún más poder de negociación en la fase de bajada al detalle.
La evidente debilidad de la posición negociadora de la UE podría tener el efecto contrario y animar a más líderes a considerar los cambios propuestos por el ex primer ministro italiano y presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quien estimó que las barreras comerciales internas del bloque ascienden a casi el 50% en bienes y al 110% en servicios.
El llamamiento de Draghi a un esfuerzo colectivo tanto en materia de inversión como de regulación es el mejor modelo para los líderes que saben que perseguir intereses nacionales sectoriales es de una total ignorancia económica y social.
El problema es que la tirita comercial de Von der Leyen, con el objetivo de minimizar a corto plazo el impacto de las amenazas de Trump, permitirá a la UE seguir tirando como pueda y dejará que el informe de Draghi siga acumulando polvo en un cajón.