En apenas un par de minutos, a eso de las 17.15 horas de este martes en Buenos Aires, un fallo de la Corte Suprema de Justicia argentina sacudió la política del país ahora presidido por Javier Milei con consecuencias todavía difíciles de prever. Los tres jueces del máximo tribunal de la República de Argentina confirmaron la sentencia a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargo público contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. «La verdad es que esta Argentina que hoy estamos viviendo no deja de sorprendernos, porque al cepo al salario que ha puesto el desgobierno de Javier Milei ahora le agregan el cepo al voto popular«, dijo Kirchner a las puertas de la sede del Partido Judicialista tras conocer el veredicto. «Este cepo al voto popular — añadió — no lo pone este triunvirato de impresentables [en referencia a los magistrados del Supremo]. No, no se confundan, son tres monigotes que responden a mandos naturales muy por arriba de ellos”. “¡La vida por vos, Cristina!«, se escuchó entre las miles de voces que abucheaban un fallo ya histórico en Argentina. En X, y desde Israel, el presidente, Javier Milei, escribió: «Justicia. Fin».
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Lo que hicieron los magistrados de la Corte Suprema fue ratificar una sentencia de diciembre de 2022. Entonces, un tribunal condenó a la en aquel momento vicepresidenta argentina por el llamado caso Vialidad. Los jueces dieron por demostrado que, durante su etapa presidencial, entre 2007 y 2015, Kirchner había defraudado a las arcas estatales mediante la adjudicación de 51 contratos de obra pública en la provincia de Santa Cruz, cuna del kirchnerismo, a un amigo de la familia, el empresario Lázaro Báez. Según sus opositores, sobre todo el expresidente Mauricio Macri, se trataba de un claro caso de corrupción. Según Kirchner, de un claro caso de lawfare o persecución judicial para eliminarla políticamente.
El periodista argentino Sebastián Lacunza conoce bien el caso Vialidad, un asunto que se remonta muchos años atrás. Así resume, vía telefónica, el inicio de todo: «Lázaro Báez era un directivo bancario de Santa Cruz, de donde son originarios los Kirchner, una provincia al sur de la Patagonia, alejada de Buenos Aires como Madrid de Moscú. Cuando Néstor Kirchner asume la Presidencia, Báez crea una empresa de construcción y empieza a crecer como empresario de obra pública, logrando muchas licitaciones para obras viales. En Argentina es muy común que en cada provincia, que gestionan las licitaciones, haya un empresario local que se sirve mucho de la obra pública. Cada provincia suele tener su propio Lázaro Báez, y ocurre con gobiernos de derecha, peronistas, etc. Ahora, ¿cuál era el vínculo de Báez con los Kirchner? Era amigo, pero también cliente. Los Kirchner tenían hoteles, y Lázaro Báez les contrataba habitaciones en hoteles para sus operarios o ejecutivos que estaban en ruta en medio de la nada. Lo que dicen es que Báez pagaba a los Kirchner a través de subcontratación de plazas en hoteles, pero no se ha visto ninguna fortuna incalculable, tampoco sobreprecios en la reserva de habitaciones». Según recordaba el propio Lacunza en 2022, ese vínculo comercial entre Báez y los Kirchner «ya fue objeto de otro proceso que afectó a Cristina y acabó sobreseído».
Las causas judiciales contra Kirchner tienen similitudes con España. ¿En qué sentido? «Hace más de diez años, organizaciones turbias, como Manos Limpias o Hazte Oír en España, pero también partidos de derechas, abogados de derechas o el propio Mauricio Macri empezaron a sembrar los tribunales federales [parecidos a la Audiencia Nacional española] de causas impulsadas por el Grupo Clarín contra los Kirchner». «Iniciaban causas en varios tribunales para ver en cuál funcionaba alguna. Y si acá no va bien, pues meto una parecida en otro juzgado, y a ver en cuál crece. Eso fue lo que ocurrió, y una de las causas que siguió adelante fue la de Vialidad». Este es uno de los motivos que esgrime Fernández de Kirchner para hablar de «guerra judicial».
Pero hay más. El proceso Vialidad ha estado plagado de irregularidades. «Un juicio de estas características tiene primero un juez federal, luego de apelación, después el tribunal de casación, que es la apelación de la apelación, y al final la Corte Suprema. Pues si haces un recorrido, desde el primer juez que tomó el caso hasta los jueces de la Corte Suprema, casi todos los magistrados tienen detrás cuestiones que hace que sea imposible verlos como imparciales», opina Lacunza. A lo largo del proceso se supo, gracias a las informaciones de algunos medios, que muchos de los magistrados que han participado en el caso eran colegas cercanos de Mauricio Macri. No solo jugaban al fútbol, al pádel o al tenis con el expresidente, sino que también se reunían con él, «y esos encuentros a veces se producían semanas o días antes de que tomaran decisiones importantes sobre Kirchner». «Si en total intervinieron 16 jueces, 11 o más son amigos de Macri, Macri los puso a dedo o están vinculados al Grupo Clarín», explica el periodista argentino.
Para Lacunza, es difícil defender la limpieza del proceso. Según dice, los jueces de la Corte Suprema, que además están «peleados entre sí», acarrean en su mochila «mil irregularidades tanto en su vida institucional como pública». Es vox populi, además, su «enemistad con Kirchner». «Todo es demasiado explícito, muy burdo», comenta Lacunza, quien además compara la celeridad para condenar a Kirchner con la indiferencia en causas «más serias como la criptoestafa de Javier Milei o las cuentas de la familia Macri en Luxemburgo o Panamá». «Todo lo de Macri, por ejemplo, no avanza un centímetro en los tribunales, y son los mismos jueces que han participado en el caso de Kirchner. Ahí, con Cristina, lo ven todo, y en otras causas son justicia ciega, no ven nada, no saben nada, no encuentran ninguna prueba», asevera Lacunza.
Pese a las sospechas que anegan el proceso, y a pesar de la condena, el sector peronista liderado por Kirchner atisba un beneficio político de todo esto, por ilógico que pueda parecer. La base electoral de Kirchner, que siempre ha estado muy conectada con los sectores más pobres, se ha reducido en la última década. «Su poder se ha ido concentrando cada vez más en su núcleo más cerrado. Para la derecha, eso no era algo malo, porque les permitía polarizar con Cristina y luego ganarle en elecciones. De hecho, le ganaron tanto Macri como Milei. Les convenía mantener viva esa disputa, sobre todo en un momento en el que Cristina comenzaba a tener una fuerte disidencia interna impulsada por Axel Kicillof, el gobernador de la provincia de Buenos Aires», considera Lacunza. Pero toda esta debilidad se ha transformado en fortaleza en los últimos días. «Los dirigentes peronistas, incluso de centro derecha, ya han dicho que este juicio no fue justo», explica el periodista, que ve viable una nueva unión en un espectro político que ha liderado Argentina durante años. Para el periodista, es difícil averiguar quién saldrá mejor parado de esta situación, más allá de un Macri que siempre ha hecho público su odio acérrimo al kirchnerismo. A Milei no le conviene que Kirchner pueda recuperar cierta «centralidad» con las elecciones legislativas cerca. «La cosa ya no es tan previsible como podía parecer antes de la condena. Muchos peronistas tienen ganas de revuelta. Al principio, puede que digan que es injusto, pero quizás en una semana puedan ver que les conviene», sentencia.
En otro de sus discursos frente a la sede de su formación política, Kirchner terminó con una arenga a sus seguidores. «Acá, en la puerta del Partido Judicialista, como una militante peronista, les digo: volvamos a ser militantes políticos, que eso siempre nos hizo grandes y nos permitió construir grandes victorias». Durante todos estos años, Kirchner ha comparado su caso con el que sufrió Lula da Silva en Brasil. Lula pasó 580 días en prisión después de que un tribunal lo declarara culpable por corrupción. Al final, la Corte Suprema Federal brasileña anuló su condena y, tres años después de salir de la cárcel, Lula ganó las elecciones. Tras conocer el veredicto contra Kirchner, el presidente brasileño se puso en contacto con ella. «Le hablé de la importancia de que se mantenga fuerte en estos momentos difíciles. Observé con satisfacción la serenidad y determinación con la que Cristina enfrenta esta situación adversa y su determinación a seguir luchando», escribió después en X.