¿Cómo lidia Israel con los ataques de Irán? Un blindaje férreo pero con algunas grietas

Toda armadura tiene una rendija que impide la perfección, que deja espacio al riesgo, por la que se cuela el peligro. Así, también hay grietas en el blindaje de los cielos de Israel, que cuenta con el escudo antiaéreo más aplaudido del mundo (se oye a Ucrania suspirando de fondo), pero donde los misiles y drones de Irán están entrando desde que comenzó el nuevo choque entre estos adversarios totales, el pasado viernes. 

Las autoridades locales insisten en que su protección funciona, que apenas están entrando entre un 5 y un 10% de los proyectiles lanzados por el régimen de Teherán, pero que es difícil hacer frente a una andanada como nunca se ha visto en el país. Israel empezó a pertrecharse por miedo ataques aéreos en plena Guerra del Golfo (1990-1991), pero con los años su amenaza real ha sido la de los cohetes y morteros lanzados por Hamás o Hizbulá, no los sofisticados inventos del Estado que ocupa el puesto 14 del mundo en cuanto a poderío militar (Israel está en el 17).  

Ha habido impactos que han provocado preocupación, como los de Haifa, Bat Yam o Petah Tikva. En total, han muerto 24 nacionales y hay unos 200 heridos en esta crisis, aparte de los 232 muertos que reconocen las autoridades iraníes en su territorio (que varias ONG críticas elevan a más de 500) y más de 1.800 heridos. El mayor miedo para el Gobierno que comanda Benjamin Netanyahu es a que Irán acometa ataques múltiples, multidimensionales (con drones suicidas, misiles de todos los alcances y cargas explosivas, incluso hipersónicos, como el de la pasada noche) y desde distintos focos, lo que les puede llevar a un mayor éxito por saturación de sus capas de abrigo. 

Capa sobre capa

Actualmente, Israel cuenta con una triple capa de protección aérea, que se está ampliando con una cuarta. En la inferior, la más próxima al terreno, se halla la Cúpula de Hierro, que funciona desde 2011 en la interceptación de cohetes de corto alcance y artillería como los que, sobre todo, Hamás y la Yihad Islámica disparan con frecuencia desde Gaza o Hizbulá desde el sur de Líbano.

El sistema se compone, para empezar, de un radar, el EL/M-2084, de Israel Aerospace Industries, que detecta los primeros movimientos. Luego entran en juego una serie de unidades móviles remolcadas por camiones y repartidas por todo el país en lugares estratégicos. Cuando se detecta una amenaza, el personal militar la analiza en un «centro de gestión de batalla» atendido las 24 horas del día. Entonces deciden qué lanzador utilizar para interceptarla y el orden de prioridad con el que hay que atender cada lanzamiento. 

Se disparan misiles secundarios, entonces, para neutralizar adecuadamente la amenaza. Israel afirma que tiene una tasa de éxito superior al 90%, destruyendo proyectiles a una distancia de entre cuatro y 70 kilómetros. ¿Los tiempos de respuesta?: apenas segundos.

Israel desarrolló el Iron Dome con el respaldo de Estados Unidos. Washington aportó 1.600 millones de dólares (1.500 millones de euros) para crear el sistema entre 2011 y 2021, mientras que el Congreso estadounidense aprobó otros 1.000 millones de dólares (940 millones de euros) en 2022. Se calcula que cada una de las baterías que hoy se usan cuesta cien millones de euros y cada proyectil interceptador Tamir, unos 50.000, de ahí que en algunos casos prefieran no gastarlos, si tienen claro que el impacto va a tener lugar en una zona abierta, sin consecuencias personales.  

Ese es uno de los puntos débiles del sistema Cúpula de Hierro, el precio y el agotamiento de las reservas. Otro es que no puede proteger más de 100 ó 150 kilómetros cuadrados, lo que limita su eficacia para los países más grandes. Incluso en Israel, un país relativamente pequeño (22.145 kilómetros cuadrados), las baterías deben desplazarse en función del riesgo de ataque percibido. Tel Aviv ha exportado la tecnología a algunos países de todo el mundo, entre ellos Estados Unidos, Rumanía, India y Azerbaiyán. Washington también la utiliza para proteger sus bases militares en el extranjero. 

A nivel intermedio, se encuentra el conocido como sistema David’s Sling (la honda de David), operativo desde 2017 y destinado a detener misiles balísticos y de crucero, así como cohetes de mediano y largo alcance. En ese punto también entran en juego los misiles Patriot, el componente más antiguo de las defensas del país, procedente de EEUU. Los Patriot se utilizaron por primera vez durante la Primera Guerra del Golfo, en 1991, para interceptar los misiles Scud disparados por el entonces líder de Irak, Sadam Husein, y son justo los que acaba de otorgar Alemania a Israel.

El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) calcula que cada batería Patriot cuesta unos 1.100 millones de dólares (1.000 millones de euros): 400 millones de dólares (375 millones de euros) el sistema, 690 millones de dólares (647 millones de euros) los misiles; el coste de un solo misil se estima en 4,1 millones de dólares (3,8 millones de euros). En la actualidad, los Patriots se utilizan principalmente para derribar aviones, incluidos drones. El ejército ucraniano lo utiliza con un fin similar contra la invasión rusa, también. 

Por último, en la capa superior, se encuentra en funcionamiento también desde 2017 el sistema Arrow (Flecha), para interceptar misiles que vuelan fuera de la atmósfera. Israel utiliza el Arrow, que ya tiene su versión II y III activas, para interceptar misiles de largo alcance, incluidos los que Irán lanzó en abril y en octubre del año pasado y los de esta oleada. Es, realmente, la verdadera capa que puede entrar en juego con semejante armamento. El Arrow, que opera fuera de la atmósfera y también fue desarrollado con el apoyo de Estados Unidos, ha sido puesto a prueba también con los misiles de los hutíes de Yemen.

Estos lanzadores móviles terrestres disparan ojivas de fragmentación cargadas con explosivos que explotan cerca de los misiles. El Arrow II puede interceptar objetivos en la atmósfera, a una altitud de unos 48 kilómetros y con un alcance de unos 96 kilómetros. El Arrow III, por su parte, puede traspasar la atmósfera y alcanzar el espacio, con un alcance de hasta 2.400 kilómetros. Es, realmente, una de las defensas más avanzadas de Israel. Y aún así se le calcula, igualmente, una eficiencia del 90%, no del 100%. 

El diario Yedioth Ahronoth sostiene que la Cúpula de Hierro, de hecho, está parando hasta un 30% de los misiles balísticos recibidos, pese a que no está diseñada para eso, porque los Arrow se ven sobrepasados por los lanzamientos masivos. Es el último recurso, pero está ayudando, con un «éxito inesperado». Aún así, desde las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se ha insistido en estos días en que se están haciendo mejoras de software en el sistema Arrow para amplificar su protección. 

Ademas, Israel está desarrollando un nuevo sistema conocido como Iron Beam (Rayo de Hierro) para interceptar amenazas entrantes. Este láser de alta potencia fue desarrollado para interceptar cohetes, drones y misiles antitanque; de nuevo, no misiles de semejante tamaño, carga y velocidad. Se desplegó por primera vez sobre el terreno tras el ataque de Hamás en octubre de 2023 contra el sur de Israel, pero no está plenamente operativo.  Funcionarios israelíes afirman que este sistema cambiará las reglas del juego cuando trabaje al 100%, porque su funcionamiento es mucho más barato que el de los sistemas existentes. Y es made in Israel de principio a fin. 

Daños que inquietan

El coronel español retirado Manuel Gutiérrez explica que es «natural» que haya decenas de impactos en suelo israelí porque «nada es infalible». «La Cúpula de Hierro fue tan nueva y tan exitosa respecto a las milicias palestinas y libanesas que se ha generado la idea de que vale para todo, y no es así. Hay mucho armamento y mucho material en manos de Irán y cada amenaza necesita una respuesta», indica. Hasta ahora, Israel no se ha visto azotado por proyectiles «tan potentes» y de ahí los daños que se ven en estos días, en número de muertos y en daños en edificios, estampas nada frecuentes. Reconoce que se han apreciado «fallos», como en un vídeo que arrasa en redes sociales en el que un interceptador sube al cielo, se pasea sin dar en diana alguna y vuelve a caer. Un gasto para nada. «Se fallan tiros, se fallan interceptaciones», asume. 

La clave está, remarca, en la diferencia del tipo de lanzamientos y también en el número, han sido ya más de 400 los misiles y drones con los que se ha atacado al país, que han llegado incluso a puntos con altos niveles de seguridad, como la refinería del puerto de Haifa. «Puede que lleguen pocos misiles balísticos, con su carga explosiva de gran poder, pero generan un daño llamativo», insiste, «y a eso se une el nivel de saturación, esos enjambres de los que ahora se habla mucho en Ucrania». Tel Aviv, claro, no desvela cuál es el punto de saturación de sus cielos, pero hay analistas que lo sitúan en 150 a 300 lanzamientos simultáneos.  

«Hemos pasado de defender al país exitosamente frente a unos proyectiles precarios a intentar hacerlo ante armas de primer orden. Es normal que bajen las interceptaciones, más aún cuando Irán ha diseñado unas trayectorias complejas, menos previsibles y más cambiante. No existe el daño cero», abunda. «Una cosa es estar preparado y otra lidiar con nuevos actores y nuevas armas». 

Gutiérrez da detalles. Los misiles de Irán pueden llevar ojivas de 500 a mil kilos de explosivos, con enorme velocidad (llegan a Israel en 10 o 12 minutos) y precisión. Los fundamentales son el Shahab-3, el Emad, el Qassem Basir y elKheibar Shekan, con características comunes como superar la velocidad del sonido, recorrer distancias largas en minutos o dibujar una trayectoria curva que complica su deteccción y multiplica su poder destructor. 

A ellos se suma el Fattah usado esta noche, «el único misil capaz de penetrar todos los escudos de defensa», como lo vende Teherań. Con un alcance de 1.400 kilómetros y una velocidad máxima estimada de 17.000 kilómetros por hora, es veloz y más difícil aún de interceptar que los anteriores. El año pasado se presentó su versión mejorada, el Fattah 2, que puede cambiar de trayectoria durante el vuelo, realizar maniobras en la atmósfera y esquivar las defensas antimisiles. También llega más lejos: a 1.500 kilómetros. 

Gutiérrez recuerda que en octubre pasado, el Instituto Middlebury de Estudios Internacionales de Monterrey (California), concluyeron que Israel se había quedado sin interceptores, después de que unos 30 misiles balísticos iraníes cayeran cerca de una base militar en el sur de Israel, en el que fue el segundo cruce de fuego directo de las dos potencias en la historia. El mes pasado, un misil hutí lanzado desde Yemen evadió también los sistemas de defensa aérea israelíes y estadounidenses y golpeó cerca del Aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv. Así que no es algo nuevo, sino un problema con el que se lidia desde tiempo atrás. Puede llevar años producir suficientes interceptores de misiles para mantener un inventario fiable, pero ahora la urgencia es mayor. 

«Irán confía en su fuerza aérea a la desesperada porque no puede hacer nada más. Tiene un potentísimo Ejército de tierra, que es inservible cuando no tienes el enemigo en la frontera. Tampoco le aporta mucho su valiosa flota, como no sea para aplicar represalias en el estrecho de Ormuz o atacar bienes de EEUU (bases, barcos) en la zona, pero no para dañar a Israel. Queda esperar que sigan los ataques, hasta que se negocie algo o las provisiones se agoten», concluye. 

Los ciudadanos tratan de seguir con su día en mitad de la locura, rutina mezclada con ese ambiente de calma tensa que en cualquier momento te manda al refugio. Por ley, desde 1992, todas las viviendas deben tener una habitación blindada y donde no lo haya por antigüedad, tiene que haber refugios seguros comunales a una distancia alcanzable desde que suena la alarma. Lo mismo pasa en los edificios públicos, de escuelas a oficinas funcionariales. Incluso en ellos ha habido víctimas esta ves, lo que obliga a repensar el modelo, a insistir en actualizaciones y a mejorar los protocolos. El martes mismo se cambiaron, tras varios fallos en las alertas sonoras y a los teléfonos móviles y app en la zona de Jerusalén. De dos avisos espaciados se pasa a uno, 10 minutos antes del supuesto inpacto. 

Ayuda exterior

Israel no esta sólo en su defensa. EEUU aún no ha decidido si se suma directamente a la guerra pero ya está interviniendo, ayudando a defender el espacio aéreo de Israel. Días después de que Irán lanzara una andanada de unos 180 misiles balísticos contra Israel en octubre, Washington envió un sistema de defensa de área de gran altitud (THAAD) para reforzar las defensas israelíes. El THAAD es un interceptor tierra-aire móvil diseñado para derribar misiles balísticos entrantes, que su radar puede detectar a más de 2900 kilómetros de distancia. Puede atacar objetivos entrantes tanto dentro como fuera de la atmósfera terrestre, además. 

La Administración Trump envió a Israel una segunda batería del THAAD a principios de esta primavera, según Yehoshua Kalisky, experto en tecnología militar del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv, citado por el New York Times

Mientras tanto, la Armada estadounidense ha desplegado el portaaviones Carl Vinson en el Mar Arábigo; hay más de 60 aviones a bordo, incluyendo cazas furtivos F-35 de última generación. El Ejército estadounidense también tiene varias docenas de aviones de ataque y cazas desplegados en Oriente Medio, que se utilizaron ampliamente para defender a Israel de los ataques iraníes el año pasado.

Jordania, vecina de Israel y país árabe clave, ha afirmado que continúa interceptando misiles y aeronaves hostiles que entran en su espacio aéreo, protegiendo no sólo su propio territorio, sino también sirviendo de facto como una barrera de seguridad para Israel.

También puede haber ayuda externa para Irán, con sus milicias regionales en Líbano, Irak y Yemen. El viernes, se activaron las sirenas en Israel tras detectarse un misil balístico procedente de Yemen, precisamente, cayó en una zona deshabitada de Cisjordania (Palestina). Dependerá de la debilidad que manifieste y de la apuesta por una guerra total, igual que se espera desde el flanco occidental.

Unos y otros, encomendados a la armadura y a los aliados. Porque la diplomacia, en este caso, al menos ahora, está lejos de funcionar.