A unos metros de la cima esperan en fila india aquellos que ansían su momento de gloria, la culminación, una foto para el recuerdo, pero el Himalaya queda a muchísimos kilómetros de distancia. No es el Everest, es el Aneto, o el Pedraforca, o la Pica d’Estats, es decir, una de las montañas emblemáticas de los Pirineos, pero también asombran las colas, cada vez más largas, cada vez más peligrosas. Según los datos de la Guardia Civil y de los Bombers de la Generalitat este 2025 se están batiendo un año más récords de rescates en los picos más conocidos de España y, aunque se repiten las llamadas a la precaución, no se observan soluciones reales.
«Cada verano viene más gente a la montaña, pero ése no es el problema. La montaña es un espacio de libertad, no pertenece a nadie, no creo en restricciones o permisos, pero no se le puede perder el respeto» explica Miquel Sánchez, guarda del refugio de Ventosa i Calvell, en el Pirineo de Lleida y montañero de los que ya estaban cuando no había nadie: «Fui al Everest en 1983 y en 1985 y recuerdo estar solo con mi compañero en el campo base. Ahora todo es muy diferente».
«Aventureros sin conocimiento»
«Antes había montañeros expertos y montañeros menos expertos. Ahora hay algunos que no son montañeros, son aventureros sin conocimiento que se descargan una ruta en el móvil y empiezan a subir, a subir y a subir sin entender los riesgos. El peligro no es que haya gente, es que haya gente que no tiene ni idea», define Sánchez mientras cada día se lamentan nuevos ejemplos de lo que expone.
El pasado domingo 6 de julio, el Grup de Recolzament d’Actuacions Especials (GRAE) de los Bomberos de la Generalitat en el Pirineo leridano tuvo que utilizar hasta cuatro veces su helicóptero en sólo cinco horas. Una monitora que se había desorientado junto a cinco niños, una excursionista con el típico esguince de tobillo, otro senderista lesionado y nuevamente un grupo que se había perdido, esta vez compuesto por cinco adultos. El Grupo de Rescate Especial e Intervención en Montaña (GREIM) de la Guardia Civil en Jaca también narra jornadas de ese tipo, como el pasado sábado 27 de junio, con nueve rescates en 11 horas.
No hay un recuento conjunto de incidencias en las distintas comunidades autónomas pirenaicas, pero los datos igualmente espantan. El año pasado el GREIM aragonés batió su récord de rescates al superar los 600 y este curso va camino de los 700. «El 2022 fue la primera vez que superamos los 500 accidentes, pero ya hemos llegado a los 609», explicaba el pasado enero Javier Blanco, coronel jefe de la Guardia Civil en Aragón, que lamentaba los 25 fallecidos en su zona.
El efecto de las redes sociales
Su grupo ha iniciado la campaña Montaña Segura junto al Gobierno de Aragón, Aramón y la Federación Aragonesa de Montañismo, pero las tendencias juegan en su contra. Desde la pandemia se han multiplicado los amantes de la montaña y cada vez hay más perseguidores de retos impulsados por Youtube o Instagram. El pasado otoño, Ines Benazzouz, un youtuber francés con ocho millones de seguidores conocido como Inoxtag, alcanzó la cima del Everest vanagloriándose de que no tenía experiencia alguna en las alturas.
«Ahora hay quien cree que por estar en forma ya está preparado. Piensan que si pueden correr un maratón ya pueden subir al Aneto. Pero eso no es así. Hay que tener nociones de orientación, dominar los movimientos en terreno técnico…», comenta el guardia Sánchez, muy crítico con quienes abarrotan los picos españoles en esta época del año: «Sinceramente es imposible que les guste la montaña. Si te gusta la montaña no vas a hacer cola un domingo de verano. Quien va busca hacerse la foto, busca reconocimiento, busca otra cosa».
Pagar por los rescates… ¿Solución?
«Antes los aficionados a la montaña nos apuntábamos en clubes de montañismo e íbamos poco a poco. Ahora esa progresión no existe. Sé que es muy difícil y que a veces la sociedad va hacia otro lado, pero la única solución es la concienciación», finaliza Sánchez.
Hace unos años, cuando empezaron las colas, desde entidades como el Ayuntamiento de Benasque se habló de una regulación de las ascensiones al Aneto o al Pedraforca, pero nunca se llegó a concretar nada. En realidad un remedio así parece inconcebible en Europa. La única medida posible es cobrar los rescates que sean resultado de una imprudencia, aunque en la práctica también es muy difícil probar esa temeridad ante la Justicia.
Desde el 2009, el Departament de Justícia de la Generalitat pasa la factura a los excursionistas rescatados cuando se considera que ha sido su culpa y con esa máxima sólo ha hecho 11 reclamaciones, muchas de ellas mínimas. En una ocasión, dos aficionados tuvieron que pagar 2.600 euros por haber sido rescatados en el refugio Coma de Vaca sin equipamiento y en plena pandemia. En otra, dos senderistas abonaron 800 euros después de pedir ayuda cerca de Queralbs, en la subida a Núria, y movilizar a siete bomberos. Los estuvieron buscando, no los encontraban y resulta que habían conseguido alcanzar su vehículo y ya estaban en casa.