Carmen Thyssen presenta su futuro museo en Barcelona entre lemas juveniles y visitantes VIP: «Es mi legado para mi ciudad»

El Comèdia, el que fuera uno de los cines emblemáticos de Barcelona, parecía el escenario de una manifestación estudiantil. Más de 90 alumnos de arte y diseño de las mejores escuelas de Barcelona -de la Massana a La Llotja- habían pintado su patio de 500 butacas azules como si estas fueran lienzos de Mondrian, Pollock o Miró, y sobre todo, las llenaron de pancartas de protesta con lemas como «Se alquila» o, bordado en hilo dorado y con los reposabrazos llenos de alfileres, «Ojalá un museo más no expulse de la ciudad». Había cartones en forma de buitre -una fina ironía contra los fondos buitre- y cruces de cementerio por la defunción del cine que decoran el último acto del Comèdia antes de que empiecen las obras para transformarlo en el futuro Museo Carmen Thyssen de Barcelona en 2028.

«Que maravillosa sorpresa», dijo la baronesa este jueves, al entrar en la sala, acompañada por su hija Carmen Cervera, futura sucesora de su legado artistico. «Este es mi legado para Barcelona, quiero muchísimo a mi ciudad«. El suyo «será un museo internacional y abierto. Todos los museos de Barcelona están ayudándonos. Estamos unidos y será un éxito».

La performance del Comèdia, que es sirve como primera piedra del futuro museo, sólo se ha visto algo empañada por una filtración de ayer al digital Vanitatis según la cual Carmen Thyssen ha renunciado a su ciudadanía y pasaporte suizo, con lo que, automáticamente, habría perdido el derecho documental a utilizar el apellido Thyssen-Bornemisza y el título de baronesa que se le asocia. «No he perdido nada», recalcó la viuda de Heinrich von Thyssen-Bornemisza en el Comèdia. «Son cosas que se inventan. Me he llamado siempre Carmen Thyssen», se reafirmó, como ya hizo el miércoles en LOC.

La baronesa Thyssen y el fondo de inversiones Stoneweg han impulsado esta intervención artística efímera para apoyar al arte emergente, aunque la performance se parezca más a un caballo de Troya contra la especulación. Les han dado carta blanca a los estudiantes y se nota. «Apoyo totalmente a los jóvenes. Este será un museo del siglo XXI», dijo Carmen Thyssen, que en 2007 ya se encadenó junto a jóvenes ecologistas en el Paseo del Prado de Madrid para evitar que talaran los árboles delante de su museo. Su hija Carmen apuntó algo parecido: «Será un espacio para que los jóvenes talentos puedan expresarse».

Va un ejemplo de una butaca, intervenida por alumnos del IDEP: «Te acuerdas del paraíso? Lo derriban mañana», reza un manifiesto inspirado en el mítico filme Cinema Paradiso. Y continúa así: «Esta instalación es un homenaje a lo que fue esta sala, un paraíso del cine, y lo que será, un contenedor de arte en todas sus formas». No es que el Comèdia vaya a derribarse (el edificio histórico está protegido), sino a remodelarse para convertirse en un museo con espacios comerciales, previa inversión de más de 100 millones de euros por parte de Stoneweg.

Desfile de artistas y ‘socialités’

A esta suerte de première han acudido artistas como Javier Mariscal, Samuel Salcedo, el grafitero TVBoy, el chileno Guillermo Roca o el ilustrador Jordi Labanda, aplaudidos por los estudiantes mientras iban desfilando por el pasillo central del cine observando las obras. También la modelo Judit Mascó, el diseñador de moda Pablo Erroz, el bailarín Julio Bocca y los chefs Carme Ruscalleda y Raül Balam.

Aunque la baronesa Thyssen ya firmó un acuerdo de intenciones con el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat -cuando Xavier Trias era alcalde y Artur Mas president- para impulsar un museo en los pabellones feriales en desuso en plaza Espanya, el proyecto quedó solo sobre papel. Barcelona ya podría tener inaugurado su propio Museo Thyssen de titularidad pública o con un consorcio público-privado.

Pero ante la desidia política, los duros años del procés y toda una sucesión de partidos en Ayuntamiento y Generalitat, Carmen Thyssen ha optado por la vía privada, con Stoneweg como socio, un grupo global de inversión con sede en Ginebra y oficinas en 17 países de Europa, Estados Unidos y Singapur. Fundado en 2015 por los empresarios catalanes Jaume Sabater (su CEO) y Joaquín Castellví (su director de inversiones), sus millonarias inversiones se producen en el sector de la hotelería de lujo, pero el grupo ha creado una división cultural para impulsar en Barcelona el Palau Martorell como centro de exposiciones o la experiencia interactiva de la controvertida America’s Cup Experience en el Port Vell. Entre sus proyectos fallidos, destaca la sucursal del Hermitage en la capital catalana.

Ningún responsable de Stoneweg quiso responder al manifiesto de la Federación de las Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona que denuncia el proyecto arquitectónico del futuro museo por «mutilar totalmente el antiguo palacete» al aumentar su volumetría. Los vecinos lo califican de «operación inmobiliaria especulativa». Pero desde Stoneweg solo querían hablar del «precioso acto» con los estudiantes.