Brian Eno: «La inteligencia artificial es aburrida, es como una muñeca hinchable. No se parece nada a una mujer, pero a algunos les vale para masturbarse»

«No lo hagas. De verdad, no lo hagas».

La advertencia llega desde el otro lado de la pantalla y la hace la artista visual Bette Adriaanse (Ámsterdam, 1984). A su lado, Brian Eno (Suffolk, 1948) estalla en una enorme carcajada. El mito de la producción musical, del glam rock, del ambient, de la new wave, del synthpop; el hombre al que hay que apuntarle la trilogía de Berlín de David Bowie; el arquitecto tras buena parte de los éxitos de U2, y el que construyó el sonido de Remain in Light, cumbre de Talking Heads, se ríe porque precisamente no quiere hablar de nada de eso.

De ahí la advertencia.

En 2016, el periodista de The Guardian Simon Hattenstone fue a entrevistar a Eno a su estudio, este se revolvió porque la entrevista se centraba demasiado en su pasado y ese momento marcó un antes y un después. Quedó demostrado que al productor no le gustaba mirar por el retrovisor. Y, sin embargo, con todo lo que atesora, cómo no intentarlo.

Brian Eno aparece en la pantalla junto a Bette Adriaanse porque ambos son los autores de Qué hace el arte (Cúpula), un librito de 128 páginas que pretende ser un tratado de ideas sobre qué es el arte, lo que cabe en ese cajón y la utilidad que puede tener en la sociedad contemporánea. En realidad se trata de un manifiesto de activismo artístico de principio a fin. Uno que estudia el arte como palanca política frente al totalitarismo y el populismo o la relegación de las letras en favor de las ciencias en los sistemas educativos. Que aborda el arte como juego adulto y el consumo de productos culturales superficiales frente a los profundos. De todo eso sí hablará –y mucho– Eno… y quizás lo acabe haciendo también del pasado.

Pero ya llegaremos.

«Muchas personas, cuando les preguntas qué significa el arte para ellas, dirá que les relaja, que les conecta con sus recuerdos, que es un lugar para expresarse o que simplemente les encanta bailar. Hay tantas cosas que la gente obtiene del arte. Y todas esas experiencias tienen lo sentimientos en común. Y eso es lo que decimos en el libro que es el arte, una forma de hacer que surjan los sentimientos», explica a modo de resumen inicial Bette Adriaanse.

Y Brian Eno lo completa con experiencia: «He vivido los últimos 70 años de esto y quiero ayudar a la gente a entender que el arte existe. He visto cómo los presupuestos para arte constantemente se recortaban, cómo se decía a los estudiantes que, si eran inteligentes debían estudiar ciencia y no algo trivial como esto. Yo quiero cambiar esa conversación. Y Bette también quiere. Así que hemos escrito este libro».

¿Están a tiempo de hacerlo? «Es importante que los artistas reflexionen sobre esto porque Brian y yo coincidimos en que no han explicado bien la importancia del arte. Por supuesto que la ciencia, las medicinas y la producción de alimentos son importantes, pero el arte también lo es y es el momento de decirlo», apunta la artista visual. Y vuelve a apostillar el productor: «Cualquier cosa que los humanos hacen con la pasión y la dedicación con que se hace el arte debe ser importante para la supervivencia humana. Solo que no es obvio, no es buscar comida, cazar animales o crear refugios cálidos. Pero es que no solo sobrevivimos físicamente, también lo hacemos mentalmente. Somos los seres supremos de la imaginación, los únicos que conocemos en el universo que pueden imaginar futuros. Por qué no usar eso».

PREGUNTA. ¿Es más difícil asumir esa idea de la supervivencia mental en un momento como el actual con mucha gente que no tiene garantizada siquiera la física?

BRIAN ENO. Las cosas se ven tan mal que dan ganas de decir que debemos dejar de jugar y divertirnos, pero así descubrimos nuevas ideas. No decimos que los niños pierden el tiempo jugando y juegan todo el rato. Porque sabemos que están comprendiendo el mundo. Parece que al ser adultos lo olvidamos con nuestro juego que es el arte.

P. Lo olvidamos los adultos y, según la teoría de su libro, los sistemas educativos también que han relegado la educación humanista y artística frente a la científica.

B.E. Pensemos en las recompensas de crear o experimentar con arte. Sin duda, la única es el placer. No hacemos arte para aprender cómo funcionan los sistemas en la nube, cómo se extrae carbón o cómo funciona una computadora. Para la gente, el arte es como una galleta, solo placer, y hay una idea cultural de que algo serio no puede ser placentero ni divertido. Vuelvo a los niños, ellos aprenden con el juego, pero les inculcamos que aprender tiene que ser difícil. Desearía que, por fin, comprendiéramos que el placer es una de las herramientas que nos ayudan a orientarnos, igual que el dolor. Y no digo que todo el placer es arte, es más complejo.

P. ¿Eso lleva también a que el arte sea uno de los artefactos que los gobiernos autoritarios quieran cercenar?

B.E. La gente de los gobiernos no entiende muchas cosas, una de ellas la relación entre cómo surgen las ideas y cómo las implementamos. Los gobiernos solo están interesados en mantener la rueda del capitalismo en marcha porque si se detiene ahora moriremos en el caos y la confusión, somos unos adictos al crecimiento económico. La experiencia de un artista no tiene nada que ver con ese tipo de crecimiento. Pero intentar reemplazar el arte en ese contexto por la rueda del capitalismo no da buenos resultados.

P. Usted ha vinculado siempre su arte a lo político, ha sido activista de muchas causas como la palestina, ¿eso se está dejando a un lado?

B.E. El problema actual es que la gente no confía en una idea a menos que pueda vincularla con alguna postura política. Y eso es incluso peor que no tener ninguna postura política. Ocasionalmente doy clases en escuelas de arte y he notado que la gente está muy ansiosa por defender su trabajo no en términos de sentimientos, sino en términos de si es correcto.

P. Eso es lo que se ha acuñado como pensamiento woke.

B.E. He visto estudiantes romper a llorar porque sentían que habían cometido un error ideológico, una equivocación, una frase donde dijeron humanidad en lugar de género humano o en lugar de mujeres. Eso es una locura. Estoy de acuerdo con ellos en que queremos decir género humano e incluir a las mujeres. Pero, ¡por Dios!, solo es un error… y no es el peor que puedes cometer en tu vida.

Y, desde ahí, a zancadas por razonamientos sobre lo político, la emoción y la creatividad, Brian Eno acaba zambullido en las profundidades de su pasado. «Tengo un archivo de 12.000 piezas musicales que he compuesto a lo largo de mi vida. Algunas son una mierda, otras muy cortas, pero ahora, 30 o 40 años después, empiezo a comprender el significado de algunas y puedo expresar con palabras lo que creo que representan. Han tenido un impacto en el mundo, las hemos escuchado y han transformado algo. No sé el qué, pero algo sí. Se necesita mucho tiempo para comprender qué las hizo funcionar y cuál es su significado. Ahora las escuelas de arte quieren que conozcas el resultado antes de empezar», expone el productor.

P. Sé que no le gusta hablar del pasado, pero lo ha traído usted. Entre esas 12.000 piezas está toda su época de Roxy Music y también cuando produjo para Bowie, U2 o Talking Heads. ¿Qué ha comprendido al mirarlas? ¿Y qué le hacen sentir al revisitarlas?

BE. [Aquí encaja la advertencia de Adriaanse y la risotada de Eno] Creo que era música que hacía otra persona, no recuerdo cómo llegué ahí y no creo que haya podido hacerlo yo. A veces pienso: «¡Qué genial! ¿Cómo llegué ahí?». Y, de verdad, no lo sé. Recuerdo que grabé esa canción un verano y el estudio en el que estaba, pero no el proceso. Hacer música, para mí, es un proceso onírico en el que simplemente haces cosas, sigues el trabajo y a menudo no lo plasmas en palabras en tu cabeza. Siempre pensamos que pensamos en palabras, pero no es así. La mayor parte del tiempo lo hacemos con sensaciones. Y, ahora, tantos años después, digo: «¿Cómo pude yo pensar eso?». También tengo la sensación contraria, la de pensar: «¿Cómo pude creer que eso era bueno si es una completa basura?». Aunque no suele pasar, soy bastante amable con todos esos cerebros que tuve antes del actual.

P. ¿Es capaz de entender a esos cerebros anteriores?

B.E. Después de cinco años uno se olvida de todo, del proceso, todo te parece que está bien. Una de las cosas que he notado es que gran parte del tiempo que pasas dando vueltas a una obra no se centra en lo importante. Dedicamos muchísimo trabajo a las mezclas y luego apenas se notan los diferentes resultados. Pero volvamos aquí.

P. Volvamos al libro entonces y enlacemos esto con la distinción que establecen entre el arte superficial, en el que meten la influencia de las redes sociales y la publicidad, y el profundo. ¿El primero va devorando al segundo?

B.E. Estamos más inmersos en los mensajes que nunca. Vemos 5.000 o 6.000 anuncios al día, escuchamos opiniones de miles de personas, los políticos transmiten sus discursos 24 horas al día y las grandes corporaciones nos presionan más para que compremos sus productos. Se gastan millones de dólares a diario para influir en nuestra opinión. Porque hay dos niveles de persuasión: uno es en qué pensamos y otro es cómo lo pensamos. Nunca antes en la historia la gente había estado tan profundamente inmersa en esto y el arte nos da la oportunidad de descubrir qué nos gusta de verdad. A mí, en mitad de ese caos, hay una voz interior que me dice cuál es el camino a seguir. En un momento en que la industria más grande del mundo, donde se gasta todo el dinero, es la publicidad, el arte se vuelve de repente muy importante porque es el lugar donde la gente recuerda sensaciones y también dónde quiere estar. Eso amenaza el sistema porque ya no formas parte de él, tú atención no está donde el sistema y el dinero quieren.

P. La cultural al final es también una industria, sujeta a esas cuestiones, no parece muy fácil que pueda o quiera salir de ahí tampoco.

B.E. Claro que existe una industria y es difícil escapar de ahí, pero cualquiera puede encender la radio y escuchar música gratis. Es muy fácil elegir algo que nadie te ha impuesto. Alguien puede leer este libro porque lo ha comprado en el maldito Amazon y luego leer otra cosa que no tiene nada que ver. Es hora de darnos cuenta de que esa gente nos está explotando y de tener una actitud firme.

P. Me sorprendió que, en el momento en el que estamos, no hablaran apenas nada de la tecnología. Sobre todo usted, Brian, que ha construido su carrera sobre una constante innovación tecnológica en la música.

B.E. Lo que suele ocurrir con las nuevas tecnologías es que los artistas encuentran aplicaciones que sus creadores no habían previsto. La mayoría de las tecnologías surgen con la idea de ser versiones más baratas, prácticas, portátiles o rápidas de algo que ya existía. Pero los artistas piensan: «¡Ah, ahora se puede hacer algo que a nadie se le había ocurrido antes!». Pasó con la grabadora de cinta, que se creó para grabar sonidos, nada más complejo, y alguien descubrió que se puede grabar una guitarra, tocar otra encima y luego otra más. Ese es el resultado de que una tecnología se libere y pasará con la IA, que era por lo que me querías preguntar. Ahora mismo es bastante aburrida, es como una muñeca hinchable. Es como una de esas cosas que se llevan a las habitaciones de hotel, no se parecen en nada a una mujer, pero al menos a algunos les sirve para masturbarse. La IA es ahora mismo un pobre sustituto de la creatividad. Pero estoy seguro de que los artistas pronto la entenderán de nuevas maneras y crearán nuevas cosas.