Beatriz Corredor, la ‘pacificadora’ de Sánchez para Red Eléctrica atrapada en el apagón

A Beatriz Corredor (Madrid, 1968) le sonó el teléfono en mitad de una comida que tuvo que abandonar en un céntrico y concurrido restaurante de Madrid. Corrían los últimos días de febrero de 2020 y, unas semanas antes, Jordi Sevilla había presentado su dimisión como presidente de Red Eléctrica por un choque frontal con Teresa Ribera, entonces vicepresidenta del Gobierno y ministra competente en Energía. La llamada volvería a sacar a esta registradora de la propiedad del ostracismo del que ha ido y venido varias veces a lo largo de su trayectoria política, que empezó oficialmente en 2003 cuando se afilió al Partido Socialista. 

El día de aquella comida aún nadie imaginaba a esas alturas que el mundo se encontraba a las puertas de una pandemia global por culpa de un coronavirus cuyos contagios ya se extendían como una mancha de aceite por el mapa, pero que, en Europa, no se convirtieron en un problema grave hasta bien entrado el mes de marzo. La perspectiva del paso del tiempo, y ante la dimensión de una emergencia sanitaria que, según registros oficiales, le costó la vida a más de 160.000 personas en España, dibujan hoy como una nimiedad que una de las preocupaciones que mantenía enredada aquellos días a la Moncloa fuese taponar la crisis que azotaba a la dirección de la compañía semipública que gestiona el transporte de la red eléctrica. En aquel momento, la crisis se había convertido en un quebradero de cabeza para Pedro Sánchez. 

Jordi Sevilla, economista y exministro de José Luis Rodríguez Zapatero, había accedido a la presidencia de Red Eléctrica cuando el PSOE ganó la moción de censura a Mariano Rajoy. Y se había pasado meses contándole a todo el que lo quisiera oír que no soportaba las injerencias de Teresa Ribera, con quien chocó desde el primer minuto, según quienes trabajaron entonces cerca de ambos. Algo que no sorprendió a los que conocen de primera mano el carácter temperamental y la poca facilidad de ambos para dar su brazo a torcer. 

Una de las personas a las que Sevilla recurrió como desahogo en aquellos tiempos cuenta que incluso verbalizó informalmente un órdago que prometía trasladar al presidente: “O Ribera o yo, pero así no sigo”. No se sabe a ciencia cierta si llegó a cumplir su ultimátum en la Moncloa, pero el final de la historia es esclarecedor: el presidente de Red Eléctrica dimitió y Teresa Ribera se consolidó como una de las personas de referencia para Pedro Sánchez en su Consejo de Ministros hasta que salió del Gobierno para ser vicepresidenta de la Comisión Europea, tal vez la española con más poder en un organismo internacional. 

Sánchez buscó entonces para la máxima responsabilidad de la compañía eléctrica participada a un perfil que fuese visto con buenos ojos en el ministerio de Transición Ecológica y que también contara con su propia confianza personal. Una persona que aunara capacidad de gestión y lealtad. Que solucionara problemas y no los creara. Una especie de ‘pacificadora’ entre Red Eléctrica y el Gobierno. Y el casting, si es que lo hubo, lo ganó Beatriz Corredor. 

Corredor y Sánchez fueron compañeros en el ayuntamiento de Madrid en tiempos de Miguel Sebastián como candidato del PSOE, justo en la época en la que, en los corrillos periodísticos, se aludía al hoy presidente del Gobierno como “el concejal de guardia”. Esto es, el que atendía a los medios de comunicación en navidad, en verano, en Semana Santa o en San Isidro, mientras los compañeros de más rango disfrutaban de vacaciones. Pero no coincidieron mucho tiempo porque ella, poco arraigada a los papeles secundarios, fue nombrada ministra de Vivienda por José Luis Rodríguez Zapatero. Su salto a la política nacional conllevó un movimiento inédito: de concejala de la oposición a ministra, primero, para luego recalar en la secretaria de estado cuando la gran crisis se llevó por delante tantas cosas, incluidas la mayoría de promesas de aquel Gobierno socialista, incluidos dos sus ministerios estrella: Vivienda e Igualdad. 

El terremoto interno que asoló al PSOE cuando perdió el poder y la travesía del desierto posterior los vivió Beatriz Corredor del lado triunfador de la historia. Es decir, cerca de Pedro Sánchez, al que apoyó cuando casi nadie creía en él para volver a la secretaría general de Ferraz después de ser desahuciado por sus propios compañeros. Esa lealtad tuvo premio. Primero, el líder socialista la puso al frente de la Fundación Pablo Iglesias. Y luego la incluyó en las listas al Congreso en las segundas elecciones generales de 2019. 

Después de esa cita de noviembre, Corredor salió elegida diputada y, al segundo intento, Sánchez consiguió ser investido presidente tras un acuerdo de coalición con Unidas Podemos. Nadie en el PSOE se atreve a asegurar al cien por cien que ella tuviera expectativas de entrar a formar parte de ese primer Gobierno de coalición, pero lo cierto es que en cuanto se presentó y se quedó fuera del mismo, volvió a rehuir un papel secundario, entregó su acta y dejó de ser diputada rasa. 

Quienes la conocen aseguran que se fue “bien” y que tuvo la oportunidad incluso de explicarle sus motivos personalmente al presidente. Y que éste le prometió que no la dejaría de tener en cuenta para un futuro que no tardaría en llegar. Su renuncia en el Congreso fue oficial el 13 de enero de 2020. Dos semanas después, dimitió Jordi Sevilla. Y el 21 de febrero fue nombrada como nueva presidenta de Red Eléctrica. 

Aunque soñó con ser neurocirujana, se decantó finalmente por estudiar Derecho. Cuenta que descartó el quirófano porque “no podría soportar convivir de forma permanente con el sufrimiento humano, y menos aún no ser capaz de aliviarlo”. La carrera jurídica, asegura, le ha dado “la satisfacción de servir a la sociedad desde diferentes posiciones”. Las más relevantes las alcanzó de la mano del PSOE. Pero mucho antes de afiliarse se había sacado una plaza como registradora de la propiedad tras estudiar las oposiciones en casa de Inés, su abuela por parte de padre, portera de finca y de quien adquirió, afirma, “su dignidad y sus valores”.

A la nieta de Inés la pilló el mayor apagón de la historia de España al frente de la compañía con más responsabilidad en el sistema eléctrico del país. 

Su gestión de la crisis ha causado desasosiego en el seno del mismo Gobierno que la nombró. Tras tardar 48 horas en salir públicamente a dar explicaciones, sostener que en Red Eléctrica no se produjo fallo alguno y descartar su dimisión de un puesto remunerado con 546.000 euros anuales, desde el Ejecutivo critican en privado su “connivencia” con los operadores privados y su falta de liderazgo.

Sánchez, su compañero de corporación en el Ayuntamiento de Madrid y la persona que la propuso para el puesto, ha dicho en los últimos días que se enteró de la conclusión de Red Eléctrica (en la que negaba la posibilidad de un ciberataque) por la prensa, y dijo que le parecía muy bien, pero que el Gobierno llevará a cabo su propia investigación. Cuando se preguntó el pasado miércoles en el Consejo de Ministros, si Corredor contaba con el apoyo del Gobierno, la respuesta fue gélida.

Para colmo, se ha hecho viral un antiguo vídeo suyo junto a Susana Grisso en el que descartaba que una situación como la del lunes pudiera darse en España, mientras repetía grandes elogios al sistema eléctrico español.

Desde aquella pandemia que asoló España justo a continuación de que Corredor pusiera un pie en su actual puesto, en el PSOE y en el Gobierno se convirtió en paradigmática la figura de Salvador Illa como muestra de una certeza: que las grandes crisis son siempre una amenaza para la reputación de quienes se ponen al frente de su gestión, pero también una oportunidad de encumbrar liderazgos de referencia. La resaca del “cero absoluto” que colapsó el sistema eléctrico el pasado lunes no parece acercar a Beatriz Corredor a este segundo grupo.