Arde Bogotá en Mad Cool: un viaje épico para un baño de masas

La épica es el concepto que da sentido a Arde Bogotá. El grupo muestra la ambición de convertir cada canción en un viaje trascendental, en un proceso transformador del que el oyente salga diferente de como entró. Es una apuesta de riesgo porque la mayoría de los grupos de rock que intentan ser un vehículo para los sentimientos heroicos y las sacudidas de adrenalina suelen caer en el ridículo. Desde ahí arriba la hostia es más grande, etcétera. Ese era el peligro al que se enfrentaba Arde Bogotá y por eso su triunfo es aún más, sí, heroico: el año pasado se confirmaron como el gran grupo español de rock épico de su generación, con un fabuloso éxito de público, y este 2025 alargan el idilio con algunos conciertos multitudinarios como el que han ofrecido este sábado en el festival Mad Cool de Madrid, donde se reúnen 50.000 personas diarias desde el pasado jueves.

Arde Bogotá siempre han querido darle una trama conceptual a sus discos y también lo han hecho con sus nuevos conciertos, que están planteados como un viaje redentor desde la oscuridad a la luz, desde el veneno a la salvación, desde ‘abajo’ hasta el ‘cariño’. Aquí están presentes tanto la iconografía de carretera que vertebraba su exitoso segundo álbum, Cowboys de la A3, como los ambientes nocturnos del primero, La noche.

Una muchedumbre de decenas de miles de personas ha coreado sus canciones y ha convertido su actuación en el mayor triunfo de esta tercera jornada de Mad Cool, que al cierre de esta edición aún no había terminado. Más tarde se esperaba a la gran estrella del día, Olivia Rodrigo. Este sábado también han actuado en el recinto del distrito de Villaverde 30 Seconds to Mars, St Vincent, Finneas y Girl In Red, entre otros, todavía con el recuerdo del fabuloso (y épico) concierto del viernes por la noche de Nine Inch Nails.

Como sucedió con Vetusta Morla hace una década y, sobre todo, como sucedió con Héroes del Silencio el siglo pasado (grupo del que son herederos naturales), Arde Bogotá han conectado con la gente de una manera profunda e intensa gracias a sus conciertos. En directo suenan duros y dinámicos como necesita su rock, que es riguroso aunque intenta transmitir una sensación de desplazamiento constante (Exoplaneta o La torre Picasso han sido buenos ejemplos). Pero la cualidad diferencial que ha convertido a los de Cartagena en ídolos es su cantante, Antonio García, cuya voz grave y sensual de barítono literalmente arrebata a sus seguidores. Es fascinación la que despierta con sus contoneos ambiguos, su melena ondulada por el viento nocturno, sus manos trémulas en busca de consuelo y sus miradas penetrantes. El vocalista, ungido con la capa del carisma, canta cada verso de cada letra como una verdad esencial y se lanza en los estribillos como si estuviera en la torre de un castillo en llamas, en concreto las llamas en su garganta.

Muy, muy épico.

En el repertorio del concierto han combinado las canciones de sus dos álbumes con las de su primer EP y han interpretado algunas de las piezas que han ido sacando desde que saliera Cowboys de la A3, hace ya más de dos años. Y se comprende que gusten tanto, porque en España hay un público de rock que demanda justo lo que ellos ofrecen: canciones vehementes con potencia, sin complejos y, bueno, un poco macarras.

Thirty Seconds To Mars: ¿En serio?

La épica es también el norte en la brújula de Thirty Seconds To Mars, con resultados grotescos. Desde el mismo escenario en el que dos días había despegado el cohete de Muse a la estratosfera, el inefable Jared Leto ha luchado por convencernos de que su petardo de rock rimbombante era un prodigio aeroespacial. La vergüenza ajena ha sido tan grande que resultaba imposible apartar la mirada. Es que pensadlo bien: qué canciones, por el amor de dios. Las explosiones de confeti, las columnas de fuego y el comportamiento ‘flipao’ del actor, que saltaba por el escenario como un mesías emo, han servido para hacer al menos entretenido el show (el chou).

Finneas, el hermanísimo

Hay algo raro en el caso de Finneas. Al muy famoso hermano de Billie Eilish se le supone un papel de cerebro en la sombra de la megaestrella como arquitecto de su sonido distintivo, pero la música que hace en solitario es un salvapantallas sonoro que ni arrebata ni molesta. El sándwich mixto del pop: así son sus grabaciones y así han sonado esta tarde sus canciones en directo, composiciones ‘feel good’ sin gracia tocadas con guitarras amables y tecladitos con la estética de sonido de los años 70. Solo hay dos conclusiones posibles: o Finneas usa su música en solitario como vía de escape al estrés con canciones relajadas sin ambiciones, o Billie Eilish es un talento aún más descomunal de lo que pensamos. O quizá sea una combinación de ambas cosas.

Girl In Red: orgullo pop

A media tarde y frente a un sol de injusticia, la valiente Girl In Red no se ha quitado la americana y no ha parado de menearse durante su actuación, la primera que ha ofrecido en Madrid. La noruega ha contagiado su entusiasmo a un numeroso público (el de Olivia Rodrigo), que ha saltado sus canciones de pop guitarrero. La cantante también ha ejercido su estatus de icono LGTBI con varias canciones sobre ser lesbiana, que ha presentado con orgullo. Es una artista muy completa, tiene buenas canciones y las presenta de manera vibrante: solo puede crecer.