Andrés Feliz acaba en la prórroga con el resucitado Valencia y el Madrid acaricia el título

Acarició el Valencia Basket un triunfo con el que elevar la temperatura de la final ACB, con el que buscar repetir el guion de 2017. Lo tuvo tan cerca que escoció el doble, pues sólo la habitual capacidad de obrar milagros, de llevar a la prórroga (y ahí, un desatado Andrés Feliz) un partido en el que se vio siete abajo a falta de menos de cuatro minutos, rescató a un Real Madrid que ya paladea la Liga de camino a La Fonteta. [102-96: Narración y estadísticas]

Nadie fue capaz nunca de levantar un 2-0. Bien lo sabían todos, bien lo sufrieron en la agonía de un desenlace en el que todo tuvo cabida. La genialidad (Montero, Llull, Feliz, Campazzo…), los errores clamorosos y también la polémica. Más allá de las quejas por el doble rasero que llevaron a Pedro Martínez a perseguir a gritos a los árbitros hasta el túnel de vestuarios, hubo una acción que no pasó el filtro de la tecnología. Un barrido ilegal de Tavares a Montero que los árbitros no vieron (no era revisable) con poco más de un minuto por jugar.

Hubiera sido la única canasta taronja en los últimos cuatro minutos, pues tras el triple de Costello con el que se sintieron poderosos, todo se apagó para ellos cuando Llull llevó la tarde a la prórroga. Peor todavía ahí, a remolque y arruinados por la capacidad blanca de ir a por el rebote ofensivo, ya sea con el omnipresente Andrés Feliz (siete) o con el gigante Tavares, que sentenció con un palmeo.

El choque resultó vibrante. El temido Valencia, el equipo que practica el baloncesto más frenético de Europa, el que juega cada posesión como si en vez de 24 segundos tuviera 10, al fin apareció en la final. Lo hizo de la única forma que podía despertar, con una sucesión asombrosa de triples, su seña de identidad. Lo hizo cuando el segundo round parecía una extensión del primero en el amanecer, pura frustración por una defensa del Madrid tan bien ajustada que apenas dejaba resquicio.

Lo hizo cuando marchaba ya 11 abajo (16-5), en un rompecabezas. Un despegue como cuando un boxeador acorralado sale de las cuerdas a base de golpes. Sestina, Costello, Jovic (la novedad) y… un desatado López-Aróstegui, que enhebró tres triples seguidos, 11 puntos de carrerilla cual Larry Bird. Acumulaba ya el Valencia ocho por apenas una de canastas de dos. Había asestado un parcial de 6-23 a todo correr. Y en ese preciso momento Pedro Martínez decidió que el alero vasco necesitaba un descanso.

Coincidencia o no, después de otro par de triples más para la máxima visitante (29-38), el Madrid se sacudió la paliza. Lo hizo con Campazzo abusando de un De Larrea superado por la final, por un Garuba eléctrico y por los puntos de Musa y Hezonja. Lo hizo volviendo a su normalidad para marcharse al descanso de nuevo con ventaja (48-45), la misma que en el primer duelo.

El tercer acto resultó un estupendo toma y daca, con la diferencia de que esta vez el Valencia no se arredraba. Respondía con su descaro habitual, con canastas de muchísimo mérito y con la suficiente confianza en sí mismo para al menos plantar cara en toda un final. Con Reuvers golpeando a un Bruno Fernando mejor en ataque que en defensa, al fin Jean Montero y otro triple de Costello, los de Pedro Martínez se comprobaron incluso lanzados en el acto final (73-82). Más cerquita cuando el propio Costello atinó con su cuarto sin fallo y ya quedaban menos de cuatro minutos (81-88).

Sin embargo, ya sólo iba a anotar un punto más hasta el final, un tiro libre de Aróstegui. Hubo un barrido ilegal de Tavares que los árbitros no vieron y tres acciones maravillosas de Campazzo. Fue Llull, quién si no, el que llevó el partido a la prórroga en la que era su primera canasta del partido. Montero, sacando de fondo por elección del entrenador a falta de ocho segundos, no acertó con el forzadísimo tiro final.

En el tiempo extra pesó la experiencia y la facilidad del Madrid en esos abismos. También su acierto, tres triples seguidos, dos de Feliz (asumió la responsabilidad por encima de Campazzo, Hezonja…) y uno de Garuba, los tipos que desequilibran desde la segunda unidad. La diferencia.