And Just Like That…: la Carrie viuda, rica, mayor y llena de errores que queríamos ha vuelto

Carrie Bradshaw ya es uno de los personajes más longevos de la historia de la televisión. Sarah Jessica Parker tenía 32 años cuando grabó el episodio piloto de Sexo en Nueva York. El estreno de la última temporada, la tercera, de And just like that…, su tardía secuela, le pilla con unos estupendos 60 recién cumplidos. También, con un patrimonio estimado en varios cientos de millones de dólares, casi todos conseguidos, directa o indirectamente, gracias a Carrie.

La misma Carrie Bradshaw es en 2025 una mujer rica. La casa que habita ahora costaría unos cinco millones. Lo sabemos porque es fácil ver el precio del metro cuadrado en Gramercy Park, el cotizado barrio de Manhattan al que la nuevamente soltera Carrie se mudó tras heredar de aquel Mister Big que vimos (y sufrimos) durante las seis temporadas de Sexo en Nueva York. Cumplido su sueño de ser esposa (y rica), Carrie empezó el primer episodio de And just like that… casada… y lo terminó viuda. Así sigue.

La muerte de Big (¿perdón por el spoiler?) es tan historia de la televisión como todos y cada uno de los episodios de Sexo en Nueva York. La serie original no tiene capítulo malo. And just like that…, sí, pero como herramienta para analizar el paso del tiempo la ya no tan nueva ficción de Sarah Jessica Parker es fabulosa. En su tercera temporada no desiste de abundar en el extravío de Carrie, Miranda (Cynthia Nixon) y Charlotte (Kristin Davis) en una ciudad y un mundo que ya no las consideran protagonistas. La serie sigue teniéndolas en su centro y eso es más que suficiente.

Sería fácil plantear una «nueva generación» de amigas treintañeras viviendo en la vibrante Nueva York de hoy, pero: a) ¿cuántas series así hemos visto y de cuántas nos acordamos? y b) no queremos otras amigas, queremos a estas. Incluso, si Samanta (Kim Cattrall) ya no es parte de la pandilla. Su sustituta, Seema (Sarita Choudhury), cumple con creces.

Seema satisface una petición de diversidad racial que, aunque HBO (perdón: HBO Max, perdón: Max, perdón: HBO Max otra vez) no haya pedido, Parker le habrá dado. Seema y Lisa (Nicole Ari Parker) oscurecen un poco la blanquísima paleta cromática de la pandilla original. La lésbica y no binaria Che (Sara Ramírez) hacía un servicio parecido, pero su personaje caía tan mal que en la tercera entrega de And just like that… sale, digamos, poco. Che fue.

Bastante tenemos con que Aidan (John Corbett), uno de los personajes más cuestionados de Sexo en Nueva York, vuelva como renovado interés romántico de Carrie. Lo hace con su pecado original latente: querer cambiarla. Pero ahora ella lo sabe y su serie, también. Ahí And just like that… acierta: tropezar dos veces con la misma piedra es un error tan humano como pocas veces tratado en la ficción.

Claro, que si la segunda vez vives en un casoplón con derecho a un parque privado en Manhattan, la cosa es menos dramática. Cuando And just like that… quiso ser original, acertó unas veces y falló otras. Ahora que por momentos es repetitiva, recupera parte del encanto y la chispa de su serie madre. Ya no habla tanto de querer cosas como de tenerlas y perderlas: la juventud, el marido, el protagonismo.

Igual que los culebrones de lujo y estilo clásicos, And just like that… combina pasiones reconocibles y escenarios envidiables. Pero lo bueno de verdad quedó atrás. Y no pasa nada por reconocerlo. Y admitir de paso que el dinero no da la felicidad pero sí compra muchos zapatos, y los zapatos, en el mundo de Carrie (y en el mío), son un buen sucedáneo.