Alumnas del Real Conservatorio de Música de Madrid denuncian tocamientos y acoso en redes de un catedrático de clarinete: «Ten cuidado, que se me empina»

«Dejé de asistir a sus clases porque me hacía sentir súper incómoda su forma de tocarme». «Medía el tempo golpeando su mano contra mi pecho. Decía que sentía mejor el ritmo». «Me preguntó mi signo del zodíaco y dijo que tendríamos una relación muy turbulenta».

«¡Fuera abusadores del conservatorio!». El grito estalló nada más escucharse el nombre del profesor. El Acto Académico con motivo de la festividad de Santa Cecilia, patrona de la música, en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (RCSMM), se convirtió este miércoles en una suerte de Me Too. Un grupo de alumnos, capitaneado por el Grupo Feminista adscrito a la Asociación de Alumnos del centro, desplegó una pancarta e irrumpió en un grito unánime contra el catedrático de clarinete Pedro Garbajosa, miembro del Cuadro de Honor de profesores que recibían una insignia como reconocimiento por sus más de 20 años de servicio al centro.

Él desoyó los gritos y, después de recoger su insignia, saludó al público con una larga reverencia y lanzó un beso.

Tocamientos, acoso en redes sociales y una actitud autoritaria impropia de un profesor conforman la base de las quejas que se suceden día tras día y desde hace años en los pasillos del Conservatorio. EL MUNDO ha tenido acceso a numerosos testimonios de estudiantes que se dicen hartos de una situación que se prolonga en el tiempo. «Todo el mundo sabe lo que pasa aquí, pero nadie hace nada», denuncia un profesor.

«Me abrazó por detrás y metió las manos bajo mis costillas. Dijo que era para controlar mi respiración, nunca antes un profesor me había tocado de esa manera», asegura una de las alumnas de clarinete que solicitó el cambio de profesor. Una más de los muchos que lo solicita curso tras curso. «Estás sola con él en clase, imagínate, es muy violento. La primera vez que pasó le dije que no me gustaba que me tocara, pero después de mantenerse un tiempo más distanciado volvió a hacerlo. Fue ahí cuando ya no pude más».

«El ambiente era muy violento, no sólo por sus comentarios de tipo sexual sino también por su forma de humillarte. Cuando hacía algo bien, me decía: ‘Ten cuidado, que se me empina’. Cuando hacía algo mal, me espetaba que no valía para nada, que era una mierda», afirma otra alumna. «Se puso muy agresivo cuando le dije que iba a solicitar el cambio de profesor. Pensé en denunciarlo, claro, pero no lo hice por miedo».

Sobre el catedrático Pedro Garbajosa, profesor también de yogaterapia en el Conservatorio, pesa una única denuncia ante la inspección educativa por acoso e insulto en redes sociales. El resto son quejas verbales que, alega el centro, impiden una actuación más contundente. «Hay un procedimiento de expediente disciplinario abierto contra él a petición del centro por falta grave o muy grave tras la denuncia de dos alumnos», confirma a EL MUNDO Consuelo de la Vega, directora del RCSMM, dependiente de la Comunidad de Madrid, que se dice conocedora de la situación. «Está abierto desde hace más de un año pero, sin una resolución, nuestro trato, como institución, ha de ser como con cualquier otro profesor. Y eso incluye concederle la insignia por 20 años de servicio al Conservatorio como a los demás. Nosotros no somos jueces, tenemos que seguir el procedimiento».

«El primer sorprendido soy yo», alegaba por su parte Garbajosa a la salida del acto en el que se le señaló como abusador. «Sólo diré que llevo 34 años ininterrumpidos de carrera sin ningún problema. He tenido cinco directivas y desde hace tres años sufro un presunto acoso laboral que se dirimirá en los tribunales». Este periódico ha podido confirmar que, efectivamente, el catedrático ha presentado una denuncia por acoso laboral contra la directora y la jefa de estudios del RCSMM. «Rechazo absolutamente estas acusaciones. Soy víctima de una situación injusta y de las calumnias que se están vertiendo contra mí», se defendía a apenas un metro de la protesta estudiantil, que continuó hasta la calle.

«La pelota está en el tejado de las denunciantes, tienen que ir a la Policía o, al menos, hablar con nosotros», anima el vicedirector del centro, Pablo Puig. «Es una historia que se repite», replica una alumna, «pero el procedimiento burocrático es tan intrincado que el miedo sigue pudiendo con nosotras».