Alejandro Sanz (Madrid, 1968) no puede disimular que está radiante. Muestra una cercanía y una relajación no impostadas y muy difíciles de encontrar una celebridad de su calibre. Él mismo no fue así durante muchos años, pero disfruta de un cambio vital exitoso que le sacó de un hoyo y le ha devuelto a la cima. Acaba de ganar dos Grammy Latinos, incluido el premio gordo de Mejor Grabación del Año por ‘Palmeras en el jardín’, llega de una gira feliz por México antes de recorrer España en 2026 y saca nuevo disco, ‘¿Y ahora qué +?’.
- Hace poco más de un año, te reiniciaste tras una etapa difícil en lo personal y lo profesional. ¿Cuál es el balance?
- Ha sido un año redondo, muy fructífero en todos los aspectos. Sacamos el EP [‘¿Y ahora qué?’], nos fuimos de gira a México y ahora terminamos con esos dos Grammy y la salida del disco. Estoy muy feliz, la verdad. He recuperado totalmente la ilusión por la música que había perdido y he disfrutado cada segundo en el escenario como hace muchos años que no lo hacía. En realidad, el cambio es más profundo que sólo lo profesional. Me he reencontrado con mi parte más lúdica y más familiar y eso me ayuda mucho. Trabajo menos horas, pero soy mucho más productivo porque ahora también me doy mi espacio para vivir. Antes no lo hacía y vivía agotado. Eso ha cambiado.
- ¿Has cambiado muchos hábitos?
- Muchos, vivo de manera totalmente distinta, mucho más relajada. Y también he hecho una cosa en los conciertos que parece una tontería, pero no lo es: me he quitado todas las manías y supersticiones que tenía antes de salir al escenario. Me he hecho racionalista total porque esas obsesiones te cargan de tensión innecesaria. Tienes que hacer 600 cosas exactamente igual antes de actuar y te genera una ansiedad absurda.
- ¿Qué hacías?
- Tenía que poner todas las estampitas de mis seres queridos que han fallecido, tenía que contar las veces que me santiguaba antes de salir, tenía que poner la botella de agua en el sitio exacto, tenía que hacer tres veces un ejercicio de voz concreto y el resto, en un orden establecido… Y si algo se me pasaba o no me salía, empezaba otra vez desde el principio. Era un circo. Y, luego, fallaba algo en el concierto y le echabas la culpa a que la botella estaba mal colocada. Crees que te ayuda a concentrarte y, en realidad, lo que hace es cargarte de tensión porque tienes que poner los cinco sentidos en eso como si fuera tan importante como el concierto.
- La verdad es que se te ve extremadamente relajado.
- Nunca se está extremadamente relajado cuando estás ante un lanzamiento, pero es verdad que estoy más tranquilo que nunca.
- Es que tienes 56 años, 28 Grammy, 25 millones de discos vendidos… Imagino que llega un punto en que piensas: «¿Qué demonios tengo que demostrar ya?».
- Sí [risas]. Cuando maduras, empiezas a relativizar muchas cosas y te das cuenta de que, es verdad, ya no tienes nada que demostrar ni que ocultar ni que temer. Entonces, ¿por qué no divertirte, estar relajado y disfrutar? Estoy feliz. Por eso te decía que he disfrutado cada segundo en el escenario porque, coño, sólo voy a cantar, a hacer lo que llevo haciendo 30 años y sé que lo hago bien. Tengo una banda que suena como un cañón, el escenario está perfecto… ¿Qué me puede preocupar? Esto es como una época en que me dieron miedo los aviones y el piloto siempre me decía lo mismo: «El avión está bien y yo sé pilotar». Es tan sencillo como, pero me ha costado entenderlo. Pero ahora he ido a México y me ha parecido otro país al de los pasados 30 años. Me he permitido disfrutarlo y todos los colores parecen más brillantes y los sabores, más intensos.
- ¿Cómo te afecta esa felicidad a la hora de componer?
- Es curioso porque no me está costando, pero sé que toda la parte oscura que he vivido antes me hacía falta de algún modo. No la quiero volver a vivir por un tiempo, pero la necesito para crear. En momentos de felicidad supina no he podido escribir demasiado, pero tener la experiencia dolorosa cerca y su recuerdo fresco y, a la vez, estar feliz y satisfecho con tu vida es muy productivo. Trabajo con una alegría que no recordaba. Ya no hago sesiones de 14 horas en el estudio, excepto que alguna canción concreta lo amerite. Se acabó que esa sea mi rutina habitual. Quiero sesiones cortas, ir al grano y no comerme la cabeza con una melodía hasta manosearla. Ya hice ingeniería musical mucho tiempo, pero ya no tengo esa necesidad de sentir que todo es perfecto.
- Ahora, en pleno dominio mundial de la música latina, ¿te sientes un referente y un pionero?
- Las percepciones y las realidades son de cada uno. Yo me sigo viendo como un artista que intenta hacer su trabajo y que quiere mejorar y disfrutar. Entonces, no sé lo que pensarán los artistas más jóvenes de mí, pero yo a ellos los veo como iguales, gente que está intentando hacer lo mismo que yo.
- Pero tú ya lo has hecho.
- Sí, pero eso es cosa del tiempo y de la edad. Yo no tengo mucho que ver ahí ni tiene especial mérito cumplir años. Lo que sí intento es no acomodarme. Quedarte en el sofá esperando y ya, no te va a dar 28 Grammy [risas].
- Tienes trato personal con los dos músicos del momento. A Rosalía la conoces desde sus inicios.
- La conozco desde pequeñita, hablábamos, me pedía consejos en algunas cosas y estoy encantado con lo que está logrando. Lo está reventando.
- Ese impacto mundial lo habéis tenido muy poquitos músicos españoles.
- Sí. Además, en este momento ese impacto se multiplica exponencialmente a lo que pasaba cuando yo me fui allí. Ahora, con las redes sociales y cómo la gente lleva constantemente la música encima, si lo haces bien puedes alcanzar un nivel de difusión bestial y Rosalía lo está haciendo porque es muy buena como artista y muy inteligente en cómo envolverlo todo. La tipa es una crack.
- Con Bad Bunny, al que el otro día dijiste haber robado el Grammy, también tienes amistad.
- Lo conocí molestándome [risas]. Hace unos años, Residente me pidió el estudio de grabación de mi casa en Miami para grabar con Benito. Se lo presté, nos conocimos y les dejé currar, pero mi habitación estaba justo al lado del estudio y a las tres de la mañana seguían allí haciendo ruido. No se iban y ya me asomé y les dije: «¿Qué? ¿Falta mucho?» [risas]. Desde entonces hemos conectado y él siempre ha hablado muy bien de mí, le estoy muy agradecido y, como con Rosalía, me encanta su éxito. Eso de tener envidia del éxito ajeno es muy mezquino, todos queremos lo mismo y hay que celebrar cuando otro artista hace un gran trabajo.
- Rosalía, Bad Bunny… Entiendo la modestia, pero tendrás que darme la razón en lo de ser un referente.
- Bueno, supongo que si estás ahí tantos años, los demás te escuchan. En la música nos retroalimentamos unos de otros y yo sigo aprendiendo de músicos mucho más jóvenes que yo. Eso es una maravilla. Me gusta mucho sentir que todavía me sorprenden cosas porque lo he hecho ya está, ya lo hice, necesito cosas nuevas. No hay nada que me ponga más que una hoja en blanco.
- Tanto ‘Palmeras en el jardin’, canción con la que abriste esta etapa, como ‘Las guapas’, primer single de este ‘¿Y ahora qué +?’, muestran abiertamente cuestiones de tu vida personal, esa que con tanto celo has intentado proteger siempre. ¿Es parte de ese proceso liberador del que hablabas al principio?
- Abrir las ventanas siempre da claridad. Sí, he dejado entrar la luz. ‘Las guapas’ es un homenaje a un tipo de persona que ha abundado en mi vida y no se refiere a un atributo físico sino a una actitud. Creo que hay que desmitificar el desamor, que es inevitable en la vida. Ha habido mujeres que me han llegado al corazón y me lo han destrozado, pero lo han hecho con tanta gracia que no puedo menos que dedicarles una canción.
- Con la perspectiva de viajar constantemente y haber vivido fuera muchos años, ¿está tan mal España como parecemos creer?
- Qué va, está mil veces mejor de lo que cree la gente. Me sorprende muchísimo lo tensos que vivimos en este país, especialmente con nosotros mismos. Deberíamos olvidarnos un poquito de ese pequeño mundo que es la España de los bandos y dedicarnos al gran mundo que somos cada uno de nosotros. Nos están bombardeando cada día con tensiones políticas de todo tipo y nos fuerzan a entrar en esa espiral. Ni siquiera puedes abstraerte porque entonces dicen que no tienes compromiso social y que eres un equidistante. ¡Dejadme vivir!
- ¿Sientes que se te ha querido forzar a elegir bando?
- A mí y a todos. Si cerráramos un poco esa puerta a que cualquiera pueda entrar en nuestra cabeza para meternos sus ideas y vendernos los paquetes completos, seríamos mucho más felices y más sensatos. Es absurdo pensar que tienes que estar de acuerdo con todo el pack de un bando. Si eres de un lado, ¿ya tienes que creer que la tierra es plana y el cambio climático no existe? Y si eres del otro, lo mismo. Tienes que aceptar un montón de cosas con las que tal vez discrepes para ser puro. Es muy cansino. Déjennos a los mortales, a los que dudamos, que pensemos lo que queramos y nos preguntemos cosas. No necesitamos que nos den todo el ideario masticado. Y si lográramos entender eso y asumir las discrepancias con normalidad, nos daríamos cuenta de que somos un país estupendo. El otro día escuché a Antonio Banderas decir que le duele el empecinamiento que tenemos los españoles en criticarnos y ser muy duros con nosotros mismos y estoy de acuerdo. Somos un país, con sus cosas, mucho mejor de lo que nos permitimos reconocer.
- Me dijiste hace tiempo que te obsesionaste tanto con ser el mejor Alejandro Sanz posible que te olvidaste de ser Alejandro Sánchez [su verdadero nombre]. ¿Cómo está ahora la relación?
- Son inseparables ahora, uña y carne. Es totalmente cierto que perdí la perspectiva y me olvidé de quién era. Es la parte que te decía al principio de que realmente cuesta separar ambas facetas, pero cuando lo logras te das cuenta de cómo no habías sido consciente de que te estabas equivocando ni de lo importante que era cuidar a la persona y no sólo al artista. Mi vida durante muchos años fue exclusivamente él, Alejandro Sanz, y terminé exhausto. Mi cuerpo y, sobre todo, mi mente me dijeron hasta aquí. Por eso lo he cambiado todo.
- ¿Te preocupa recaer en esos antiguos hábitos?
- No, lo de obsesionarme con el trabajo otra vez creo que lo tengo controlado. Lo que de verdad me inquieta, porque ya me ha pasado alguna vez, justo en esta última gira aunque muy brevemente, es el tema de recaer en la depresión. Una vez que la sufres y descubres cómo es la sensación, ya la sabes reconocer y cuando aparecen los primeros síntomas te asustas mucho. Fue muy duro y no quiero volver a pasar por aquello. Lo bueno es que ya tengo el conocimiento para reconocerlo y los recursos para saber reaccionar: inmediatamente llamo a mi terapeuta y ponemos remedio sin perder un minuto.
