En la tensión del tie-break definitivo, Carlos Alcaraz se arrebataba con un «¡Vamos!» y enfrente de él, justo encima del marcador grande de la pista central de Wimbledon, se levantaban sincronizadas hasta cuatro filas de espectadores. Estaba en primera línea su equipo, como deben, en la segunda aplaudía su tío abuelo José Manuel, como siempre, pero ya habían llegado de El Palmar sus tíos, sus primos y sus muchísimos amigos de toda la vida. Ya es una tradición. En las semifinales de un Grand Slam aterrizan una veintena de allegados a Alcaraz para vivir, para disfrutar, para celebrar. Como ocurre en París, venir a Londres antes no tendría sentido porque la grandeza está asegurada; una derrota temprana no es una opción, quizá la única incertidumbre está en la final.
El rival será Jannik Sinner o será Novak Djokovic, lo discutirán de inmediato, pero Alcaraz estará frente a uno de ellos, se intuía desde hace meses, cuando familiares y amigos ya pudieron reservar vuelos y hoteles. En los últimos tres años, el español ha instalado en Wimbledon la rutina de su éxito, el torneo es aquello que ocurre mientras encadena victorias. Ya van 20 seguidas, la última este viernes en semifinales ante Taylor Fritz por 6-4, 5-7, 6-3 y 7-6(6) en dos horas y 48 minutos de juego. Hubo que pisar con cautela, que extremar la paciencia, pero la derrota nunca fue una opción.
Fritz juega como sabe
En la previa, dejó dicho Fritz que jugando como sabe «nadie puede hacer demasiado». Y tenía razón. Sólo olvidaba a Alcaraz. Fritz jugó como sabe, con su saque como poderosa arma -19 ‘aces’, ahí es nada- y ese revés cruzado tan vertiginoso, incluso encontró la manera de acelerar su derecha. Pero esta vez no fue suficiente. Poco se podrá reprochar después de un partido en el que hizo 44 ‘winners’ y apenas cometió 24 errores no forzados.
Como ya había ocurrido en octavos de final ante Andrey Rublev y en cuartos de final ante Cameron Norrie, Alcaraz construyó una fortaleza con su servicio -88% de juegos ganados con su primero- y desde ahí atacó en los momentos precisos. La serenidad como nueva virtud. Fritz concedía lo mínimo, pero ese mínimo era suficiente. En hierba, incluso los mejores requieren de mucha paciencia y por eso a mayoría de sets avanzaron con el mismo guion. Juegos y juegos sin intercambios, continuos saques y, de repente, una genialidad propia o un despiste ajeno llevaban al español al éxito. El mejor ejemplo fue la muerte súbita que cerró el duelo: dominó y fue dominado -del 1-4 al 6-4-, pero con sus mejores trucos, rozando las líneas, inventando frente a la red, levantó dos bolas de set y se lanzó a por el triunfo. «Estoy muy orgulloso de cómo he mantenido la calma en esos dos puntos en contra», aseguró después.
El único momento de duda
Igualmente le quedaba el colchón del quinto set. De hecho, el pase de Alcaraz nunca estuvo en duda. No fue fácil, pero sólo se complicó un rato en el segundo set, cuando corría hacia la victoria en línea recta. En ese momento algo ajeno ocurrió. En las gradas inferiores de la pista central, las únicas expuestas al sol, los aficionados empezaron a caer mareados. Ahora reclamaba ayuda un espectador, que regresó a los 10 minutos. Ahora avisaban del vahído de una aficionada de edad avanzada que fue evacuada en camilla y ya no volvió. El partido fue detenido en dos ocasiones y los protagonistas cambiaron su gesto.
Alcaraz, concentradísimo en todo momento, se relajó un poco y Fritz perdió el miedo de los inicios. Por culpa de un par de deslices -incluida una doble falta- el español entregó sus únicas dos únicas bolas de break de todo el partido y acabó perdiendo su ventaja. Igualmente el numeroso grupo de familiares y amigos suyos que acababa de llegar a Londres siguió a lo suyo, de celebración en celebración. Con Alcaraz en Wimbledon están instalados en la rutina de su éxito. «No ha sido un partido fácil, contra Taylor nunca lo es. Ha hecho mucho calor y había presión antes de la final. Pero he intentado disfrutar, no pensar en esas cosas, y sentir el privilegio de jugar una semifinal aquí», comentó el tenista al finalizar.