Una sabe que se avecina una buena fiesta cuando la energía está por las nubes. Se nota en las risas enloquecidas y en la purpurina de los párpados, en los saltos elásticos y los gritos que desgarran el pulmón. Un prólogo que es fin de fiesta, o el colofón de un comienzo, según se mire.
Anoche fue la tercera de la Metamorfosis Season, la minigira de estadios de Aitana, la segunda de sus dos citas en el madrileño estadio Riyadh Air Metropolitano. Una minigira que no tiene nada de mini -3 sold outs, 2 horas y media de show, un setlist de 35 canciones y 4 eras, a lo Taylor Swift- y que marca un punto de inflexión en su carrera.
Los conciertos de Aitana en el Metropolitano llegaron a la vida de la catalana con la ilusión de un hijo tremendamente deseado. No es para menos: dos años han transcurrido entre la cancelación de los Bernabéus, el cambio de fechas y la reubicación que llevaron a muchos fans a solicitar la devolución de sus entradas, y los baches de salud mental que la artista relató al dedillo en su documental de Netflix, Metamorfosis.
«Ha sido mucho tiempo esperando y cuando al final llega una cosa que deseabas tanto, te sientes increíblemente feliz. No quería fallaros más, ya os había fallado mucho, así que espero que todo salga perfecto», saludó Aitana a la audiencia tras interpretar el primer trío de himnos, 6 de febrero, Superestrella y Teléfono y su único tema en inglés, Popcorn. «Ojalá sea una noche inolvidable y que este sea el último de los primeros estadios».
Tres grandes actos vertebraron un espectáculo que reflejó toda la evolución musical de la cantante: desde sus gateos con Spoiler hasta la reciente intimidad de Cuarto azul, donde todas las canciones -hasta las más gamberras- llevan nombre y apellidos. Con Música en el cielo, dedicada a su abuelo fallecido, se desnudó al completo, y con Cuando hables con él fue vistiéndose con un velo traslúcido de nostalgia. Ya lo anticipaba Aitana, visiblemente emocionada en varios momentos: «Ahora vienen las de llorar, que son mis favoritas». Tampoco se olvidó del pop adolescente de 11 razones o del pulso electrónico y oscuro de alpha.
La transición entre etapas la marcaron cuatro interludios, cada uno con una puesta en escena ad hoc: iluminación, vestuario y escenografía se metamorfosearon para acompañar la narrativa musical. Hubo tiempo suficiente para solucionar la baja visibilidad de la plataforma central, aunque no los grandes fallos de sonido, deficiencias de las que se quejaron en redes sociales cientos de asistentes al concierto en el Estadi Olímpic de Barcelona el pasado 19 de julio.
Arropada por un cuerpo de 23 bailarines en una plataforma con la silueta de una mariposa azul fluorescente, Aitana desplegó un amplio repertorio de éxitos, como Vas a quedarte, Las babys, miamor, Los Ángeles, En el coche, Segundo intento o Conexión psíquica. Hits que corearon de memoria 70.000 personas en la pista y las gradas; no en vano se envió por correo el listado de canciones de MetamorfosisSeason con un par de días de antelación, para que los fans repasaran ritmo y letra como si se tratase de un examen oral masivo.
«Hay canciones que oficialmente no voy a cantar más, y esto suena un poco dramático, pero yo soy una dramática, así que me lo vais a permitir. Disfrutadlas a tope», avisaba. ¿La razón? Una nueva gira mundial en 2026, la de Cuarto azul, que aprovechó para anunciar al final junto a todo su equipo.
También hubo espacio para las infinitas colaboraciones, esas que ocupan por costumbre los primeros puestos de las listas durante semanas: Lo malo, + (MÁS), Mon Amour, Gran Vía, Formentera, Mariposas o La chica perfecta. El miércoles fue el turno de David Bisbal, Hombres G y Amaia, su sister en la Academia de OT 2017. Este jueves tomaron el relevo como invitados Ela Taubert, su telonera y compañera de versos en ¿Para qué volver?, y Amaral, con quien cantó (gritó) Marta, Sebas, Guille y los demás. Con el listón tan alto de los shows anteriores, los duetos sorpresa dejaron desilusionados y con ganas de más a un público que esperaba la aparición de Quevedo, Ana Guerra o Alaska.
La que un día fue la chica tímida de Operación Triunfo se ha convertido en una estrella de pleno derecho, capaz de coquetear a la vez con la electrónica más dura, las coreografías afiladas y polémicas por su excesiva dosis de erotismo, y esa imagen de fragilidad casi generacional. Sus caras de póker, carne de cañón para memes, recordaban a las de Rosalía y Dua Lipa en sus respectivas giras. Sus contoneos por la pasarela, a los de un ángel de Victoria Secret. No queda mucho de la Aitana muñequita, y a la vez sí. En el fondo, ahí está. Niñas, adolescentes y madres pueden estar contentas.
Anoche, sin embargo, lo que se vio fue a otra Aitana: la que ha sabido mutar sin ahogarse dentro de la crisálida, que ha desplegado sus alas fuera de ella y ahora se planta ante miles de personas con un espectáculo milimétrico, intenso y ferozmente pop. Metamorfosis Season no es solo una gira, es un relato en vivo de transformación: de niña a mujer, de fenómeno televisivo a icono de la industria, de promesa a certeza. Y Madrid, entregado desde el primer beat, fue el escenario perfecto para celebrar ese salto sin red.