Adiós a Robe Iniesta, adiós al gran filósofo musical de una época que «atropelló» a Nietzsche a lomos de Extremoduro

Puede que el último gran acto filosófico de Robe Iniesta, tras una larga carrera de poesía cargada de existencialismo, fuera su persecución radical al público que vivía sus conciertos a través del móvil. Lo hacía sobre el escenario con la violencia del directo, amenazando incluso con tirar piedras al primer teléfono que viera levantado, pero lo hacía también desde la calma que da la palabra escrita.

«Un concierto es un sitio en donde se va a experimentar una catarsis colectiva y a vivir un momento único. No para estar dando por culo a los demás con ruidos, luces o manos en alto. No es realidad aumentada ni virtual. Es el presente, y si lo estás grabando, te lo estás perdiendo», dejó escrito en el comunicado en el que prohibía las grabaciones en sus shows, en el ya lejano 2017, poco antes de que las más de tres décadas de intensa convivencia dieran al traste con Extremoduro.

Puede que su cruenta batalla contra el robo tecnológico de la atención fuera también su último gran acto de resistencia frente al sistema, ese que apuntaló, oh paradoja, en aquella Mierda de filosofía que acuñó en 2021. «Buscando la manera/ De hacer revoluciones/ Pasé la vida entera/ Tocando los cojones./ Tener un ideario/ Y perder las convicciones/ Volver a lo primario./ Que yo solo quiero hacerte bailar/ Como una puta loca«. No hace falta mucha más explicación.

Robe Iniesta, líder de Extremoduro y voz indiscutible del rock español, ha muerto la madrugada de este miércoles a los 63 años. Con él se marcha uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo, que desde la cultura popular puso a disposición de varias generaciones entregadas unas letras cargadas de humanismo, con la marginalidad colocada en el centro de un universo lírico en el que la rabia es el vehículo hacia la lucidez, el cuerpo, el terreno de juego del existencialismo más radical y el caos, el arma definitiva para alcanzar la conciencia frente a su gran némesis, la autoridad, siempre con su Extremadura en el retrovisor.

La crudeza, la marginalidad y la catarsis marcan el arranque de una carrera dedicada a pensar el mundo desde el yo más radical y desde una tierra dejada (o cagada) de la mano de Dios que no es más que una extensión de su propio ser. «Hizo el mundo en siete días/ Extremaydura al octavo/ A ver que coños salía/ Y ese día no había jiñado/ Cagó Dios en Cáceres y en Badajoz«, reza Extremaydura, primer tema de Robe Iniesta al frente de Extremoduro y el que marca su gran declaración de intenciones, de dónde viene y qué ha venido a hacer a la música. «Tierra de conquistadores, no nos quedan más cojones/ Si no puedes irte lejos te quedarás sin pellejo«.

Los primeros discos de Extremoduro recogen la estela de nihilismo contestatario y callejero que dejaron las grandes revoluciones culturales españolas de la Transición. La sublimación de lo prohibido, de lo sucio, de lo visceral, el mundo desde el margen constituyen las bases de los primeros grandes éxitos de Robe Iniesta. «¡La decadencia está prohibida!/ ¡La caída pierde altura por momentos!«, canta en 1989; «¿Cuánto más necesito para ser Dios, Dios, Dios?«, se pregunta un año después en el himno que marcaría su vida, Jesucristo García; «Sola/ Soñar que estaba sola y pensé/ «Joder, que bien»./ Nada/ Me para cuando empiezo a crecer./ Ahí voy, coger«, reivindica el sexo y las drogas como evasión y como forma de verdad en Golfa en aquel 1992 que devolvió a España a una modernidad que, para él, siempre fue pura hipocresía.

¿Dónde están mis amigos? (1993) marca el principio de una segunda etapa de pensamiento que combina el el romanticismo salvaje y la introspección turbulenta. Sin perder la crudeza, nunca la perdería, Robe Iniesta se entrega al caos emocional como motor poético, a la violencia interna como forma de búsqueda de la identidad. El autodesprecio y la dependencia emocional se despliegan en versos que han sabido conectar con el momento vital de varias generaciones, a lo largo de casi cuatro décadas de carrera.

«So payaso y me tiemblan los pies a su lado/ Me dice que estoy descolorío/ La empiezo a besar/ A ver qué me dice después«, canta el 96. La emoción es conflicto y vivir es lidiar con uno mismo en un cambio de siglo que culmina con una mirada hacia adentro, como hombre y como artista. «Y muere a todas horas gente dentro de mi televisor/ Quiero oír alguna canción/ Que no hable de sandeces y que diga que no sobra el amor/ Y que empiece en sí, no en no«, ruega en La vereda de la puerta de atrás.

Los 2000 serán los años de la introspección, del caos interior convertido en única forma de verdad, de la libertad creativa contra el orden establecido gritada a los cuatro vientos en Pedrá: «Despido energía, y sé que soy un vago/ A mí no me ata corto nadie porque me apago/ Me acuesto de día, cuando llega la luz/ Y tengo claro que no quiero ser como tú/¡Ni como nadie!«. «¡Eh, colega, ¿hacemos una banda?/ -¿pa’ qué? -¿pa’ qué va a ser?/ pa’ hacer una matanza,/ quiero ser carnicero con nuestros carceleros«, dialoga consigo mismo en El día de la bestia. Aunque el paradigma de su giro instrospectivo llegará con Standby, una canción tan descomunal como melancólica: «Sueña que sueña la estrella/ Siempre en estado de espera/ Vuelve a coger la botella/ Y pasa las noches en vela«.

El álbum conceptual La Ley Innata (2008), con una única canción dividida en cuatro movimientos y seis pistas independientes marca la culminación de su obra filosófica. En el noveno álbum de estudio de Extremoduro tras seis años de silencio está absolutamente todo. En Dulce introducción al caos, con un título más claro, imposible, pone Robe Iniesta música a la sublimación de su pensamiento artístico: «Buscando mi destino, viviendo en diferido/ Sin ser, ni oír, ni dar/ Y a cobro revertido quisiera hablar contigo/ Y así, sintonizar«.

El principio de los 2010 alcanza el clímax madurativo de un universo filosófico que deja atrás el nihilismo para entregarse al humanismo introspectivo. Robe Iniesta se desnuda en Material defectuoso (2011). Tanto, que Extremoduro se remite a sus letras como única comunicación con sus fans. No harían ni gira, ni entrevistas, ni declaraciones. Si te vas despliega toda la fragilidad humana, la aceptación de la vulnerabilidad: «Se le nota en la voz por dentro es de colores/ Y le sobra el valor que le falta a mis noches/ y se juega la vida…/ siempre en causas perdidas/ Ojalá me la encuentre ya entre tantas flores/ Ojalá que se llame amapola, que me coja la mano/ y que me diga que sola no comprende la vida, no…«.

Si la filosofía de Nietzsche sobrevuela toda la discografía de Robe Iniesta, él mismo decidió «atropellarlo» explícitamente en su última etapa en solitario. Destrozares, canciones para el final de los tiempos es su «vuelo firme hacia lo ignoto». «Puede ser que sea que estoy harto de ver lo que quiera que sea lo que vea/ Puede ser que esté cansado de mirar y no ver más que anuncios/ Pero hoy al mundo renuncio/ Juro que hoy al mundo renuncio«, recita en un disco grabado íntegramente con músicos de Extremadura. Porque para Robe Iniesta su mundo interior nunca se limitó sólo a él. Su tierra fue el paraíso de un hombre desengañado con los tiempos que le tocó vivir.