Adam Pearson: «Si apoyar al vulnerable o al débil te convierte en ‘woke’, pónganme las esposas y llévenme a la cárcel porque soy culpable»

Adam Pearson (Londres, 1985) habla desde el otro lado del zoom y sorprende. Sorprende porque sorprende y sorprende por la claridad incontestable con la que desenmascara prejuicios, desnuda lugares comunes y arrincona estupideces. Y todo ello expuesto con una amabilidad que desarma.

Su papel en A Different Man, de Aaron Schimberg, tras su exhibición en ese objeto, más que solo película, de culto que es ‘Under the skin’ al lado de Scarlett Johansson, le han convertido en uno de los más sorprendentes actores del momento. Aquejado de neurofibromatosis, la geografía tortuosa de su rostro se antoja de repente toda una declaración de principios, manifiesto quizá de un mundo nuevo y hasta mejor.

Su personaje en ‘A different man’ es, además de un hombre diferente, una representación también diferente de la discapacidad que nada tiene que ver con lo que habitualmente vemos en el cine. ¿Diría que esta fue la principal motivación para implicarse en el proyecto?
Sin duda. Ya había trabajado con el director Aaron Schindberg en su película anterior, ‘Chained for life’, que ya ofrecía otro punto de vista. Como dice, el cine suele tratar la discapacidad con tres arquetipos: como víctima, como villano o como héroe. Rara vez es un tipo que aparece simplemente como cualquier otro en el tráfago de la vida. La idea era jugar con esos arquetipos y desarmarlos, ponerlos en evidencia. Como actor discapacitado que soy, me sentí realmente diferente. Y, la verdad, también me dio la oportunidad de ampliar mi rango de actuación. Nadie había visto antes algo parecido a lo que hago en la película.
Lo quiera o no, tras esta película y tras su trabajo en ‘Under the skin’ se ha convertido en un modelo, en una figura a seguir, imitar o, por lo menos, escuchar. ¿Cómo lleva este nuevo papel protagonista en la vida?
R. La verdad es que convertirme en modelo de nada me resulta bastante desalentador. Pero sí es cierto que accidentalmente me he convertido en uno. Lo cual es una carga que llevo con gusto. El mayor cumplido que puedo recibir por mi trabajo es simplemente la palabra «Gracias». Cuando hicimos las primeras proyecciones en Nueva York, entre el público se encontraban representantes de distintas organizaciones benéficas y todas se acercaron a decirnos que por primera vez se sentían escuchados, representados… Para mí, esa muestra de agradecimiento tiene mucho valor.
Por otro lado quizá es injusto hacer responsable a una sola persona de algo que tendría que ser responsabilidad de todos, de la sociedad entera…
No quiero ser el árbitro de nada. Pero soy consciente de que como hombre de 40 años y pico debo poner escaleras para que los chicos más jóvenes que viene detrás de mí asciendan y tengan una plataforma desde la que se escuche su propia voz. Lo que tengo claro es que cuantas más voces haya será inevitablemente mejor para todos, discapacitados o no.
¿Ser famoso facilita las cosas?
Es una responsabilidad, sin duda. Digamos que la primera exigencia es ser honesto, conmigo mismo y con los demás. Procuro llevarlo de la mejor forma posible, que todo resulte natural y fluido. Es una carga, pero nada desagradable. Me resulta bastante frustrante cuando veo a famosos comportándose como idiotas y diciendo que desean volver a su vida de antes cuando nadie les conocía. Es ridículo. Si tan claro lo tienes, basta con que te pongas a trabajar en una oficina y pasarás inadvertido. Lo único que hago ahora que no hacía antes es estrechar un par de manos, tomarme un selfie con alguien de vez en cuando y firmar algún que otro autógrafo. En general, la gente es agradable. Por otro lado, la idea de ser famoso o una celebridad me resulta fascinante, porque, en verdad, no estoy haciendo nada ni extraordinario ni fuera de lo común. Soy el tipo que intenta hacer lo mejor que puede lo que hace. El hecho de que la gente se sienta atraída por eso es un cumplido en sí mismo. Además, gracias a mi nuevo estatus, me encuentro en habitaciones con personas a las que he admirado desde que era niño. Es muy extraño.
¿Hay algo del extrovertido Oswald de ‘A different man’ en el Adam real?
Algo. Obviamente, no me visto como él. Es demasiado. Pero hay similitudes. Ambos viajamos mucho, a los dos nos gusta el karaoke y los dos estamos en el mundo para ser nosotros mismos. Hay ciertos paralelismos, sí. Pero Oswald es, me atrevo a decir, excesiva e innecesariamente indiferente con toda la gente.
¿Cuánto le molesta tener que contestar siempre a las mismas preguntas? Ese es otro de los atributos de la fama.
Lo entiendo como una necesidad. Si responder a las mismas preguntas una y otra vez hace que sea posible un mundo mejor y más justo para gente como yo, pues bienvenido sea. Si mil entrevistas pueden hacer posible que un niño pueda crecer y tener un camino más fácil que el mío, descuide que no pararé de hablar.
La película pone en primer término el hecho de ser diferente y lo hace en un mundo, éste ahora mismo, en el que la diversidad y su defensa parecen bajo amenaza. El término ‘woke’, originalmente un rasgo de civilización y de defensa del vulnerable, es ahora mismo un insulto. ¿Qué le parece esta jugada del destino?
Me llama la atención que los que usan ‘woke‘ como un insulto o de forma despectiva, son incapaces de definir o aclarar por qué. Cuando alguien me llama ‘woke‘, mi reacción siempre es preguntar: «¿Qué quieres decir con eso?». La respuesta que obtienes es o confusa o aterradora. Si preocuparte por la injusticia social te convierte en ‘woke‘, ¿qué tipo de persona puede no ser ‘woke‘? Si apoyar al vulnerable o al débil, te convierte en ‘woke‘, póngame las esposas y lléveme a la cárcel porque soy culpable. Luego, con el tiempo, descubres que el término de marras se usa para acabar con la posibilidad de diálogo, de conversación. Porque si tienen que conversar, se dan cuenta de que son parte del problema y no de la solución. Me gustaría llegar al punto en que pudiéramos superar esto y no hiciera falta definirse forzosamente como ‘woke‘ o como racista. Porque, claro, si no eres ‘woke‘, entonces eres un racista. E imagino que no es así. Se debería poder encontrar un punto medio en el que fuera posible conversar sin echar mano del insulto. Pero todo esto desde el principio de que no tengo ningún interés en cuestionar lo que la gente piensa, sino en cambiar cómo piensa.

«Ojalá hubiera sido un mejor adolescente: me pasé la adolescencia enojado y en rebeldía contra todo»

En ‘Under the skin‘ su personaje era contemplado y salvado por un extraterrestre. ¿Hacen falta los marcianos para una sociedad más justa, más inclusiva, mejor?
Todos estamos configurados por nuestro entorno. Creo que recibimos alrededor de 8.000 imágenes al día y esas imágenes nos programan para pensar, comportarnos y actuar de una determinada manera. Tenemos que obligarnos a llegar a un punto en el que nos cuestionemos nuestra manera de pensar. No basta con pensar, sino que es necesario preguntarse por qué pensamos lo que pensamos. Y para eso quizá sea necesario pasar mucho menos tiempo mirando nuestros teléfonos y más mirando el mundo real. Creo que las redes sociales, y no me molestan en absoluto, tienen mucho que ver con la forma en que vemos, interactuamos y tratamos a otras personas en el mundo. Si dejáramos nuestros teléfonos unas horas al día y simplemente saliéramos al mundo y habláramos con personas reales el mundo sería un lugar mejor.
Desde su experiencia, ¿cuál es la diferencia entre la empatía y la caridad?
Son muy diferentes. La empatía te coloca en una posición honesta para tratar de entender la forma de pensar de otra persona. Y la caridad es una toma de postura absoluta con respecto a los demás. Puedes ser muy caritativo hacia posiciones erróneas. La historia está llena de ejemplos. Es necesario un mundo con más empatía y menos caridad. Nuevamente, se trata de llevar las cosas a un punto medio y simplemente vivir la vida y hablar.
¿Se arrepiente de algo en su vida? ¿Acumula algún tipo de resentimiento hacia todo lo vivido?
Oh, ¡arrepentimiento! Intento no tenerlo. Prefiero vivir con los fracasos antes que con los arrepentimientos. Eso sí, ojalá hubiera sido un mejor adolescente: me pasé la adolescencia enojado y en rebeldía contra todo. Y ahora que tengo 40 años, miro hacia atrás y veo cómo me comporté a los 13, 14… Fue una estupidez buena parte de lo que hice. Pero, en general, estoy muy contento con cómo me van las cosas y cómo me han ido.