José Coronado: «Quiero seguir siendo libre y no actuaré con miedo a que me cancelen. Yo no me voy a callar»

A las entrevistas con José Coronado (Madrid, 1957) se llega con cierta incertidumbre. Siempre es educado y amable, pero a veces no le apetece salirse del carril y te regatea como el Neymar anterior a su prejubilación voluntaria. No es algo extraño con las estrellas y suele acrecentarse cuando están en periodo alto, cosa que se cumple en este caso, pues es el vigente Goya al mejor actor por ‘Cerrar los ojos’, de Víctor Erice.

Sin embargo, tengo suerte. Coronado se repantinga relajado en el sillón y arranca a hablar, quizás porque se siente cercano al periodista tras interpretar a otro (con matices) en ‘Puntos suspensivos’, su nueva película, que ya está en las salas.

Llevas más días cotizados como periodista que yo.
Sí, no sé qué me ven. ¿Me ves pinta de trabajar en ‘El Mundo’?
No quiero ofender a mis compañeros, pero pareces de otra especie.
[Risas] Lo cierto es que es un oficio que me apasiona. Mira que como estudiante di tumbos porque estuve en la universidad haciendo tanto Derecho como Medicina… Bueno, empezándolas. Y cuando empecé con la serie ‘Periodistas’, fuimos a dar charlas a la facultad y me quedaron ganas de hacer periodismo porque creo que existe mucha similitud entre nuestros oficios. Nos vamos a la cama y el trabajo se nos queda en la piel, nunca nos lo quitamos de encima. Os admiro mucho, sinceramente, pero está claro que no nací para estudiar. Probaba y nada me llenaba. Estuve mucho tiempo matriculado, pero lo pasé casi todo en la cantina jugando al mus.
En eso también te habría gustado Periodismo.
De todos modos, a pesar de que no acabé ninguna carrera, la universidad me sirvió mucho para mi carrera de actor. Me dio una gran capacidad de observación y diversificó mis intereses.
Es una peli en la que nadie es quien parece ser. ¿Has soñado alguna vez con ser otra persona?
No, por dios. Joder, con la vida que me ha tocado, ¿cómo voy a querer ser otro? Me parece un pecado solamente pensarlo. He tenido y tengo una vida deliciosa.
Sospecho que lo que sí habrá es más de uno que quisiera ser José Coronado.
[Risas] Eso ya no lo sé, pero no me extrañaría porque ha sido la leche.
¿Miras mucho hacia atrás? ¿Echas de menos la juventud?
Sí miro, pero con cariño y no con nostalgia. Intento evolucionar y no vivir como con otras edades que ya no me corresponden. He tenido una vida muy intensa y, como soy un tío muy racional, me parece absurdo gastar tiempo en echar de menos lo que ya no tienes cuando ahora tengo muchas cosas que antes no tenía. Distintas, pero no peores. Me dedico a disfrutar de ellas.
¿Qué tienes ahora que no tenías antes?
Tengo madurez; una escala clara de prioridades; sé calar a los seres humanos mucho mejor que con 30 años, que me la metían por todos lados; soy más sabio; disfruto más de la vida porque he aprendido a paladear los momentos… Si pudiera, me quedaría para siempre con esta edad en la que todavía me encuentro físicamente bien, poderoso, me la juego en cualquier lado y si tengo que saltar de un tren, salto, pero, a la vez, mi cabeza ha evolucionado mucho y me siento más cómodo en mi piel y en el mundo que nunca antes. Es de puta madre esta edad.
Con los años, te has quitado también mucha atención sobre tu vida personal.
Sí, pero te soy sincero: eso nunca me ha quitado la paz porque jamás he jugado a vender ni a tirarme el rollo con mi vida privada. Lo que siempre he enseñado de mí ha sido mi trabajo, lo que pasa es que muy pronto decidí que no iba a dejar de vivir lo que me apeteciera en lo personal por lo que pudieran pensar los demás. He hecho siempre lo que me ha dado la gana y, aunque mis relaciones han interesado, no me han acosado ni juzgado. El secreto siempre ha sido no lucrarme con ello ni tirarme el rollo.
No presumir de guapo ni de ligón.
Lo de guapo… Para gustos los colores, pero digamos que he tenido suerte. Eso es así, he tenido la suerte de gustar bastante y lo he disfrutado. Hay mucho mito. Tengo una voz que más o menos funciona, una altura aparente y ya está. Todo lo demás es producto del marketing, de las películas que vas haciendo y de la imagen que se crea a tu alrededor.
¿Para lograr el prestigio como actor, tuviste que matar al guapo?
No, tuve que aceptar al guapo. Aceptarlo y entender que era lo único que tenía que ofrecer en mis primeros años de carrera. Yo no sabía quién era Stanislavski ni tenía ni idea de actuar, pero me ofrecieron la posibilidad de ser actor en unos tiempos en que la competencia en España era escasa y el aprobado estaba bastante barato. Por eso, más o menos, me iba salvando de la quema y me iban saliendo trabajos. Veo ahora cosas de mis principios y digo: «Joder, qué malo era, qué cabrón» [risas]. Pero fui aguantando por esa galanura que, para qué negarlo, fue la que me abrió la puerta al principio. Luego, es verdad que se convirtió un poquito en losa porque decían de mí que era lo único que sabía hacer. ¿Y sabes qué? Era verdad.
Pero aprendiste.
Joder, es que esa vida era la hostia y yo no quería que se me escapara, así que empecé a aprender y a hacer teatro, que fue donde de verdad me formé como actor. Poco a poco, me empezaron a dar oportunidades para ir acometiendo otros géneros. Primero pasé de ser el galán a ser el tipo duro del cine español. Mira qué bien. Y entonces dije que quería hacer comedia y también funcionó. Mira qué bien otra vez. Y dije que quería subirme al escenario de un teatro y recitar poesía y también me fue muy bien. He ido pasando por las diferentes etiquetas que me han colgado y no me he acomodado, pero que me cuelguen lo que quieran porque lo único lo que quería era vivir de esto dignamente y lo he logrado. Durante años trabajaba sin saber utilizar las herramientas, pero siempre he trabajado duro y he ido aprendiendo.

¿Qué hubieras pensado en los 90 si te hubieran dicho que ibas a tener dos Goya al mejor actor?
Eso no lo veía venir, pero no ha afectado mucho, la verdad. Creo que mi carrera sería igual sin los Goya. Los premios son una cosa muy relativa que depende en gran medida del azar y la casualidad. El de este año seguramente me lo han dado porque Javier [Bardem] estaba en Hollywood y no presentaba película. No me creo mucho los premios. Para mí el premio es el que me sigan llamando y otro contrato, otro contrato, otro contrato… Seguir viviendo de esto.
En una profesión tan de altibajos, tú no has tenido bajos.
No, yo no he estado nunca esos meses parado que tienen casi todos los actores en algún momento, pero ¿por qué? Porque cuando no tenía la peli y ya empezaba a ver que no estaba llegando nada, llamaba a Majós, mi representante, y le pedía que me buscara recitales de poesía o lo que fuera. He leído audiobooks, he hecho anuncios y no se me han caído los anillos. Lo que sea para seguir estando, seguir dando la barrila y no desaparecer. Durante años, esa siempre fue mi estrategia. Ahora ya puedo desaparecer seis meses y no pasa nada. Al revés, igual hasta aprecian que deje de ser el pesado que está en todo.
Podrías parar, pero no lo haces.
No, no lo hago porque me encanta. No es tanto por hacer caja como porque me divierte. Me lo paso muy bien madrugando y yéndome a jugar al mejor juego del planeta, que es ser actor. No es casualidad que tanto en inglés, ‘to play’, como en frances,’ jouer’, interpretar se diga igual que jugar. Me pagan por jugar, joder, y encima encarno personajes a los que robo cosas para mi vida personal, aprendo de ellos. Es un chollo.
¿De cuál has aprendido más?
Últimamente, de Tirso, de ‘Entrevías’. Generalmente, me quito facilísimamente los trajes del personaje que he representado y me voy al siguiente, pero de él se me han quedado cosas.
¿Cuáles?
Ese sentimiento de hastío ante este mundo polarizado de mierda en el que vivimos. Comparto mucho eso con él y creo que somos muchos Tirsos en el mundo, pero que no todos tienen ese desparpajo y esa facilidad para decir siempre lo que piensa.
Tú sueles decirlo, aunque luego te haya tocado disculparte más de una vez.
Sí, y es una cosa que me planteo a menudo. Joder, es que ahora tienes que cogérterla con papel de fumar porque cualquier cosa que digas, te la sacan de contexto, cambia totalmente la percepción y se lía. Muchas veces me dan ganas de, como Umbral, decir: «Yo vengo a hablar de mi libro». O directamente como Fernando Fernán Gómez: «¡A la mierda!». Pero aunque la tentación de callarte y ahorrarte problemas está ahí, me niego a ceder y quiero poder seguir opinando. Si luego tengo que pedir perdón por algo, lo haré, no me cuesta nada reconocer mis errores, pero quiero seguir siendo libre y me niego a callarme como mucha gente hace ahora por miedo a que te vituperen o te cancelen. Pues no, yo no me voy a callar.
La última vez que te disculpaste fue cuando, sobre los casos de abuso en el cine, dijiste que «hay que denunciar, lo que no vale es denunciar a los dos años».
Yo intenté ayudar. Lo que quería decir es que, partiendo de la base de que estoy totalmente de acuerdo en que se investigue y se persiga hasta el último caso, ahora no estamos como hace años en los que, realmente, pobrecitas las mujeres porque qué desprotegidas estaban. Ahora ya no es así, por suerte hay mecanismos de apoyo y conciencia social y lo que yo quería decir es que hay que denunciar a esos hijos de puta desde el primer momento, iba totalmente a favor de obra. Pero, vaya, se ofendió alguna gente: «¿Me vas a decir tú a mí cuánto tiempo necesito para denunciar?». No, joder, no era mi intención.
¿Era tan terrible antes la industria audiovisual con estos asuntos?
La sociedad. Pero tú lo has visto también, no eres tan joven. Hemos cambiado mucho, gracias a dios, y ahora no somos para nada un país machista. Quedan, por supuesto, machistas repugnantes, pero creo que la sociedad ha evolucionado y, sobre todo, que la juventud viene mucho más abierta, mucho más sana y es fantástico. Todavía queda mucho por avanzar a favor de la mujer, pero también estamos empezando a llegar a puntos en los que se pasan de frenada y piensas: «A ver, ¿quieres sentarte a mi lado o quieres quitarme a mí para ponerte tú?».
¿Os sentís los actores especialmente bajo la lupa?
Puede existir esa presión, pero no para mí porque si hay algo que a mí me enseñaron de niño es a ser educado y a respetar al ser humano, sea hombre o sea mujer. Mucho más a la mujer, porque me gustan mucho y entonces las he respetado cada día de mi vida. Creo que no hay ninguna que pueda sacar un documento en el que diga: «Tú abusaste de mí o tú fuiste inapropiado». Por lo tanto, yo vivo muy tranquilo a este respecto.
Hablabas de la sociedad polarizada, ¿por qué crees que hemos llegado a ese punto?
Hay muchos factores, pero un factor fundamental son las redes sociales. Todo el mundo ahora sabe de todo, todo el mundo opina y todo el mundo critica al prójimo. Antes hablaban los que sabían, joder, ahora todo el mundo habla de cualquier cosa. Es insoportable eso.
¿Estás ya rodando otra vez?
Hay cositas, sí. Yo vivo trabajando. He bajado un poco el ritmo, ya no hago cine y teatro a la vez e intento hacer solamente lo que me gusta, lo que pasa es que me gustan demasiadas cosas. Cada vez que me cojo un tiempo de ocio, a la semana ya necesito oler a travelling y a cámara. No tengo remedio.