El viaje -sideral, radical, colosal- de Sidonie es infinito, como sus carreteras. No se prevé un final en la distancia. «Sin ellos yo no estaría aquí. Y tú, tampoco», sentencia el vocalista, Marc Ros. Hace referencia a la macroberenjena que protagoniza el diseño de Catalan Graffiti, el nuevo álbum del grupo barcelonés. «Ellos» son The Velvet Underground, de quienes Sidonie tomaron prestado el concepto del diseño. Y así como así, si sus pintas ya lo presagiaban, la severidad de la afirmación lo confirma: llevan el rocanrol en las venas.
Tampoco sorprende. O no debería. «Mi vida es la música», proclamaban en 2020. Publicaban entonces su décimo disco, El regreso de Abba. De entonces a ahora los separan un álbum y cinco años. Bueno, y la valentía acumulada de fabricar un disco completo en catalán. «No entiendo por qué cantar en catalán crea tanto revuelo. No debería ser así», dice Axel Pi, batería. Que se pare el mundo: tres catalanes quieren cantar en su idioma. A ellos no les sorprende, tampoco les inquieta y mucho menos, parecen darle importancia. Axel, Marc y Jes, ataviados con un look que grita bohemia moderna y con una actitud fiel a lo que son (tres músicos que rondan los 50 con alma de veinteañeros), el grupo con nombre francés y devoción beatlesca, abre una rendija a lo que han sido para ellos los días posteriores al lanzamiento.
«La verdad es que al principio nos daba vergüenza tocar según qué canciones en catalán», confiesa Ros. Portlligat, su primer sencillo en su idioma nativo, resultó ser el beneplácito que se otorgaron para permitir que un álbum entero en catalán tomase forma. «Normalizar eso con la calma de saber que estás tocando la canción que te gusta fue muy positivo», dicen. «No conocemos a nuestros fans. Es imposible saber cómo lo van a percibir. No conocemos sus ideologías políticas, ni sus criterios acerca de la lengua y el amor hacia el idioma o hacia la diversidad lingüística. De momento nos han dicho que la Reina Letizia nos escucha, que el presidente del Gobierno usa una de nuestras canciones para los mítines. Eso ya es algo», bromea el bajista, Jes Senra.
«Que este disco sea fruto de un deseo profundo y de algo muy de verdad es lo que nos ayuda a normalizar que ahora estemos aquí, en Madrid, hablando sobre este disco», cuenta Pi. Sidonie suelen marcar tendencia; lo saben de sobra. «A nosotros no se nos tomaba en serio. Nos tachaban de payasos. Por cómo éramos, por cómo vestíamos. Luego ya ciertos grupos te empiezan a copiar». ¿Quiénes? Prefieren dejarlo a la imaginación. «Con este disco pasará igual, recuerda estas palabras», dice Ros. «Hay bandas, sobre todo en Barcelona, que ahora se van a poner a cantar en catalán. Pero que quede claro que fuimos los primeros».
Los 12 temas que desfilan en Catalan Graffiti gozan de un ADN completamente autobiográfico, con la juventud del vocalista como columna vertebral del proyecto. Tras casi 30 años como grupo, Sidonie entienden el disco como un chupito de nostalgia: un subidón con su parte inevitable de melancolía. La espontaneidad y el gozo con el que el grupo se desenvuelve no siempre ha brillado con la misma intensidad, confiesan. «Yo era un rarillo, no tenía prácticamente amigos. Fue conocerlos a ellos y todo encajó», cuenta Ros.
